Dom 14.08.2016
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ESCENARIO › POLíTICAS PúBLICAS Y DESARROLLO

Discrecionalidad estatal

› Por Diego Rubinzal

Los manejos discrecionales de la burocracia estatal tienen mala prensa. Las reglas de juegos tienen que ser claras, escritas y conocidas. La discrecionalidad (aún dentro de ciertos límites) es asociada con arbitrariedad y corrupción. La necesidad de una amplia transparencia en la gestión pública es un valor indiscutido. Lo que ocurre es que, muchas veces, ese discurso enmascara pretensiones de desmantelamiento de las capacidades estatales. En esa línea, el discurso contra la “discrecionalidad” es utilizado como excusa para achicar el margen de maniobra de las políticas públicas.

Así la transparencia queda asociada a la fórmula “más mercado, menos Estado”. De acuerdo con esa visión, la panacea sería la instauración de mecanismos “objetivos” de mercado. Lo cierto es que las prácticas discrecionales no estuvieron ausentes de las estrategias de desarrollo de las naciones centrales.

Uno de los tantos ejemplos fueron las Orientaciones Administrativas, utilizadas por el mítico Ministerio de Comercio Internacional e Industria (MITI) japonés. Las “Orientaciones” eran “instrumentos informales (no obligatorios por ley) usado por la burocracia mediante los cuales se podía regular a personas informales, sociedades y asociaciones con el objetivo de poder influenciar en su comportamiento para la obtención de determinadas metas de políticas públicas. Dotaba al Estado de una gran discrecionalidad a la hora de aplicar controles e incentivos. Por ejemplo, servían como guías para coordinar inversiones y para promover diversas fusiones (Industrias Pesadas Mitsubishi, dividida en tres compañías por las fuerzas de ocupación y consolidadas nuevamente en 1964)”, sostienen los economistas Nicolás Burotto y Sebastián Martínez en Francia y Japón en el contexto de la planificación activa: ¿un ejemplo a seguir para la Argentina? publicado en Revista Realidad Económica N° 297.

La experiencia coreana es pródiga también en la utilización de instrumentos similares. La potencia hegemónica occidental no fue ajena a ese proceso: los Estados Unidos ayudaron con divisas, tecnología y apertura de mercados. Además, los estadounidenses hicieron la “vista gorda” frente a medidas “discrecionales” y políticas industriales proteccionistas.

El economista brasileño Luiz Gonzaga Beluzzo afirma en La reciente internacionalización del régimen de capital que “siempre en nombre de la libertad, se ignoraron y absolvieron todas las violaciones posibles e imaginables a las buenas reglas del libre mercado. La tolerancia estadounidense incluía la apertura de sus mercados para la invasión, primero, de los productos japoneses y, luego, de los coreanos y taiwaneses”.

En la actualidad, las potencias económicas incentivan acuerdos de libre comercio con cláusulas restrictivas para el poder de compra estatal (por caso, la eliminación de regímenes como el “compre nacional”). Esas exigencias no implican otra cosa que renunciar a una herramienta clave de política industrial y/o desarrollo tecnológico. Los países desarrollados pretenden impedir el progreso de otras naciones “pateando la escalera”, tal como señalara el economista Ha Joon Chang.

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@diegorubinzal

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