Dom 01.02.2015
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MITOS ECONóMICOS › LA DINáMICA DEL MERCADO LABORAL

“Los salarios mínimos generan desempleo”

› Por Andrés Asiain

La economía ortodoxa considera el mundo laboral como un mercado donde se intercambia fuerza de trabajo. Aplicando el mismo método de análisis que el que utilizan en cualquier otro mercado, consideran que la suba de los salarios incentiva a la clase obrera a trabajar más horas, mientras que su baja estimula al empresario a contratar más trabajadores. Desde esa perspectiva, la existencia de desempleo es síntoma de que los salarios están por encima de su valor de equilibrio, generando un sobreestímulo en la oferta de trabajo y un desestímulo en su demanda empresarial. Por ello, la intervención en el libre funcionamiento del mercado laboral por parte del Estado y los sindicatos para imponer un salario mínimo legal impide que el salario baje hasta su valor de equilibrio y termina generando desempleo.

Un hecho que no considera la mencionada teoría es que las condiciones de libre negociación entre un trabajador individual y una corporación empresarial son, en realidad, muy desiguales. La gran corporación tiene las posibilidades financieras de mantener la planta laboral o disminuirla, si el costo salarial le parece excesivo. Por el contrario, el trabajador puede verse obligado a aceptar bajas remuneraciones ya que de la obtención de un empleo depende su sustento y el de su familia. Esas condiciones desiguales de negociación cuando reina el libre mercado tienden a imponer salarios muy bajos, que no alcanzan siquiera para que el trabajador alimente dignamente a su familia.

En esas condiciones, podría haber una reducción del desempleo pero no porque los empresarios contraten más mano de obra. Sino por obra de la mortandad y emigración de parte de la población trabajadora a causa de los bajos salarios, como sucedió en Europa hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX. Frente a esas tendencias del capitalismo de libre mercado, se han ido forjando la organización colectiva de los trabajadores y la regulación estatal del mercado laboral como herramientas para contrabalancear el poder empresarial y equilibrar las condiciones de negociación en el mundo laboral. Esos baluartes de la sociedad moderna son puestos en jaque por el neoliberalismo y sus políticas de flexibilización laboral, que buscan terminar con regulaciones como las del salario mínimo.

El análisis ortodoxo también pierde de vista que el salario no es sólo un costo empresarial, sino asimismo la fuente de ingresos de la familia trabajadora. De esa manera, si las condiciones de mercado tienden a reducir los salarios, se genera un menor ingreso en la población trabajadora y una reducción de su consumo. Las consecuentes menores ventas empresariales llevan al empresario a reducir la producción destinada al mercado interno y, si no cambia en forma apreciable sus ventas al exterior, generan una menor contratación de mano de obra. De esa manera, una baja de los salarios, en lugar de reducir el desempleo, tiende a incrementarlo.

Por el contrario, los salarios mínimos, al evitar que el salario descienda por debajo de determinado nivel, impiden el ingreso de los trabajadores y, por lo tanto, el consumo y la producción puedan descender más allá de cierto umbral. De esa manera, en lugar de generar desempleo son una barrera contra su avance, que contiene las tendencias depresivas generadas por el funcionamiento de los mercados sin regulación. Esa “rigidez” del mercado laboral (tal como la denominan las corrientes del pensamiento social conservador que impulsan políticas de flexibilización) es, en realidad, una fuente de estabilidad económica y social.

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