MITOS ECONóMICOS › PROMESAS DE CAMPAñA ELECTORAL
› Por Andrés Asiain
El candidato a presidente Mauricio Macri dio indicios de la política cambiaria de su hipotético gobierno en una entrevista radial. “Yo lo dejo flotar como corresponde... ...porque van a sobrar dólares”, ya que “vamos a restablecer la confianza”. La confianza del líder de la nueva alianza PRO y UCR sobre su magnetismo para atraer dólares parece sobreponerse incluso a la reciente devaluación del real (de la que no fue informado), ya que afirmó que “seguramente lo que va a pasar es un poco lo que pasó en Brasil, que el tipo de cambio tendió a apreciarse”. Finalmente, afirmó que “a partir del 11 de diciembre no hay cepo”, mostrando una mayor celeridad en las promesas de libertad cambiaria respecto a los 100 días que se tomaría Massa para idéntico fin.
El shock de confianza que despiertan los planteos económicos del jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires parece de corto alcance. Paradójicamente, el primero en desconfiar de las promesas cambiarias de su jefe político fue su economista de cabecera, Carlos Melconian, quien consideró la promesa de levantar el cepo el 11 de diciembre como “un título”. “¿Vos te creés que Argentina cambia el cepo y se terminó el partido?”, indicó el ex asesor económico de Carlos Menem, hoy enrolado en el PRO.
Más allá de la velocidad en su implementación, la idea de un desarme de las regulaciones cambiarias en un contexto de ingreso de dólares por la cuenta financiera, parece formar parte del programa económico de los principales candidatos de la oposición (y, tal vez, de alguno del oficialismo). La promesa de una “lluvia de dólares” tras un acuerdo con los fondos buitre que ponga fin a la cesación de pagos arrastrada desde finales de la convertibilidad, parece ilusionar a gran parte de la clase empresarial y política. En ese hipotético escenario, un programa de ordenamiento de las cuentas públicas (léase, una fuerte reducción de los subsidios con su consecuente incremento de las tarifas) que genere la “confianza de los mercados”, bastaría para impulsar una momentánea bonanza económica montada sobre el ingreso de capitales especulativos.
Pero las dificultades para reeditar un ciclo de endeudamiento similar al de los tiempos de la “plata dulce” de Martínez de Hoz o la “convertibilidad” de Cavallo, pueden provenir del exterior. No sólo por el precio que le pueda poner Griesa a la llave para reabrir los mercados de crédito, sino por las señales de un cambio en el ciclo financiero internacional. La importante valorización del dólar y baja de los precios de las materias primas que se evidencian en los últimos meses, parecen anticipar las posibles tendencias de la economía mundial si la Reserva Federal (banca central de los Estados Unidos) revierte finalmente su política de bajas tasas de interés de los últimos años. El impacto de ese nuevo escenario sobre los flujos de capitales a los países exportadores de materias primas puede anticiparse en el caso de Brasil, cuya moneda se devaluó más de un 20 por ciento en los primeros meses del año.
El fin del viento de cola y el comienzo del viento de frente no parecen haber sido registrados por economistas liberales, tal vez por la carencia de un plan alternativo. De esa manera, el triunfo de un gobierno conservador puede significar embarcarnos en una nueva aventura liberal destinada al fracaso, aun si se dejan de lado valores de justicia social e independencia económica y se la evalúa según sus propios parámetros.
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