MITOS ECONóMICOS › PROGRAMA DE SHOCK Y AJUSTE ORTODOXO
› Por Andrés Asiain
En una reciente conferencia organizada por el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, el economista Miguel Broda señaló que “las crisis son el paraíso para el próximo ministro de Economía”. Ante el auditorio compuesto por los principales empresarios del país, el gurú ortodoxo se explayó: “Es más fácil reconstruir una casa cuando más destruida está que cuando simplemente está agujereada”. Por eso, el “analgésico y antiinflamatorio” plan del ministro Axel Kicillof, al evitar que la economía argentina se destruya en 2015, fue considerado por Broda como un escollo para que el próximo gobierno aplique “un programa de shock inicial” para implementar el “inexorable ajuste”.
La idea de la crisis como oportunidad para el ajuste no es original de los ortodoxos criollos. A comienzos de los noventa, desde ámbitos académicos sajones se señalaba que “las crisis y emergencias pueden mejorar el bienestar y por lo tanto son deseables, porque pueden animar a líderes y a los ciudadanos a aceptar medidas de ajuste” (Drazen y Grilli, “The Benefits of Crises for Economic Reforms”, The American Economic Review).
En la historia argentina se puede rastrear también la utilización de las crisis económicas como oportunidad para la aplicación de programas económicos de corte conservador. La crisis del treinta fue aprovechada para derribar al gobierno de Yrigoyen e implementar un plan económico que descargaba los costos de esa crisis sobre las mayorías populares. El Rodrigazo fue diseñado por técnicos neoliberales encumbrados en el Ministerio de Economía durante el gobierno de Isabel para provocar un descalabro socioeconómico que justificara el posterior programa de Martínez de Hoz. La corrida cambiaria e hiperinflación que se llevó puesto al gobierno de Alfonsín fue también la oportunidad para que gran parte de nuestra sociedad aceptara la privatización de empresas y los despidos masivos a comienzos del menemismo.
A falta de una crisis real que despida al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, algunos fundamentalistas del ajuste ortodoxo se dedican a inventarla. Curiosas teorías monetarias que pasan por alto la diferencia entre un Banco Central y uno comercial para anunciar la quiebra del BCRA; prédicas extravagantes contra las deudas en pesos e intrasector público para justificar la obediencia a los mandatos del juez Griesa; costos salariales inflados para promover una megadevaluación; prédica antisubsidios que prenuncian un extraño tarifazo antiinflacionario; invasiones de chinos que ocupan nuestros puestos de trabajo. Todas esas sentencias son algunas de las creativas formas encontradas para legitimar el cambio del rumbo económico por un futuro gobierno.
La metodología tampoco es nueva; ya la dictadura de Aramburu contó con la colaboración de Raúl Prebisch, quien planteó que el gobierno de Juan Perón había dejado a la Argentina en “la crisis más aguda de su desarrollo económico”. Para estar prevenidos, vale recordar la respuesta de Arturo Jauretche en El plan Prebisch. Retorno al coloniaje: “La crisis del doctor Prebisch es la crisis óptima, la mejor crisis del mundo, la crisis perfecta, la que nadie podrá superar ni demostrar, porque sólo existe en la imaginación del doctor Prebisch y en los tenebrosos propósitos de quienes la utilizarán como pretexto para desmantelar el país y sumirlo en la verdadera y permanente crisis económica y espiritual que caracteriza a toda factoría”.
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