Dom 21.06.2015
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MITOS ECONóMICOS › LOS SALARIOS Y EL MERCADO DE TRABAJO

“Desempleo por sindicatos fascistas”

› Por Andrés Asiain

En una reciente nota de opinión, Alberto Benegas Lynch (h.) analiza la “cuestión social” vinculada con el “tema del desempleo, de los salarios y de los sindicatos”. Luego de suponer que “un grupo de náufragos llega a una isla deshabitada” y se pone “a pescar, subirse a los árboles para recoger frutos, defenderse de las fieras salvajes” para después intercambiar los frutos de su trabajo, concluye que “no hay tal cosa como desempleo, mientras se permitan los aludidos arreglos libres y voluntarios”. Por ello, para el profesor de la Universidad de Buenos Aires, “la interferencia gubernamental estableciendo demagógicamente salarios superiores a los de mercado directamente o indirectamente a través de sindicatos fascistas, expulsa a los que más necesitan trabajar del mercado laboral”.

Un aspecto que se le escapó al académico asociado del CATO Institute (una usina liberal promovida por el grupo económico norteamericano de los hermanos Koch), es que los trabajadores argentinos no viven en islas desiertas donde se les ofrecen ilimitadas oportunidades de empleo en la recolección de frutos, la pesca o la caza. Justamente, la creación de un “mercado de trabajo” vino de la mano de la utilización del alambre y el winchester para que un pequeño grupo se apropiara de las tierras, obligando al resto a buscar el sustento mediante el conchabo. Sólo en algunos márgenes del territorio y del sistema, la recolección, la caza y la pesca continúan siendo una posibilidad para sobrevivir cuando escasea el trabajo asalariado.

Superada la utopía de ser empleados por la madre Tierra, queda por discutir el impacto que tiene la intromisión del Estado y los sindicatos en la fijación de los salarios sobre el nivel de empleo en las sociedades capitalistas. Al respecto, los “arreglos libres y voluntarios” celebrados por los náufragos de Benegas Lynch en su isla no son extrapolables a la negociación de un contrato laboral entre un obrero y una corporación. Allí, la igualdad jurídica entre las partes esconde la desigualdad en el poder de negociación. La gran corporación tiene las posibilidades financieras de mantener la planta laboral o disminuirla, si el costo salarial le parece excesivo. Por el contrario, el trabajador puede verse obligado a aceptar bajas remuneraciones, ya que de la obtención de un empleo dependen su sustento y el de su familia. Esas condiciones desiguales de negociación cuando reina el libre mercado, tienden a imponer salarios muy bajos que no alcanzan siquiera para que el trabajador alimente dignamente a su familia.

Si las condiciones de mercado reducen los salarios, se genera un menor ingreso en la población trabajadora y en una merma de su consumo. Como los trabajadores tomados en su conjunto conforman la principal clientela de las empresas, los bajos salarios terminan deprimiendo las ventas empresariales y, por lo tanto, la contratación de trabajadores. De esa manera, una baja de los salarios, en lugar de reducir el desempleo, tiende a incrementarlo. Por el contrario, la intervención del Estado y los sindicatos para elevar los salarios permite incrementar el ingreso de los trabajadores y, por lo tanto, el consumo, la producción y el nivel de empleo.

Ello no significa que no existen límites para los aumentos de salarios. El salario no puede superar permanentemente el valor de la producción creada por el trabajador y las necesidades de inversión para mantener la actividad. A su vez, si los salarios superan a los que paga la competencia, se requiere compensar los mayores costos salariales con otras ventajas económicas (escala, menores costos financieros y empresariales, energéticos, de alquileres, impositivos).

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