MITOS ECONóMICOS › LA PROPUESTA ECONóMICA NEOLIBERAL
› Por Andrés Asiain
La última semana el diario La Nación publicó una nota de opinión titulada “La única opción es el ajuste”. En la misma, un economista ultraliberal de frecuente aparición mediática, señala que “otra vez” como fue en el Rodrigazo, la crisis de la tablita de Martínez de Hoz, la hiperinflación que coronó al plan Austral de Alfonsín y la crisis de la convertibilidad de Cavallo, “nos encontramos con un programa económico agotado y ante la necesidad de hacer ajustes”. La causa de las repetidas crisis sería el “populismo industrial”: “cerrar la economía al comercio para dejar la mesa servida a la industria sustitutiva de importaciones, expropiar al campo y al petróleo con retenciones y restricciones para exportar, y hacer todo el déficit fiscal posible para que la demanda (de consumo) sea el ariete, la punta de lanza del crecimiento económico”.
De más está aclarar que tildar de “populismo industrial” a las experiencias de apertura importadora con apreciación cambiaria de Martínez de Hoz y Cavallo, si no fuera por las dramáticas consecuencias en materia de desindustrialización y desempleo que generaron, pareciera un nuevo género de comedia cómica: el surrealismo neoliberal. Pero continuemos desarrollando cómo sería el inevitable ajuste que se avecina de acuerdo a nuestro homo economicus: “hay que prescindir de gran parte del empleo público”; “congelar el gasto público remanente”; “devaluar el peso”; “eliminar el cepo”; dejar “de emitir para financiar el déficit fiscal residual” y financiarlo “con dólares que podrían provenir de un acuerdo de préstamo con el FMI, que a su vez permitiría recomponer las reservas internacionales del BCRA”; “también habrá que ajustar tarifas y poner las tasas de interés en territorio positivo”; junto a “un drástico cambio en la orientación de nuestra política exterior” que consistiría en cumplir los fallos de la OMC, Ciadi y Griesa.
La dramática historia económica argentina permite anticipar cuáles serían las consecuencias de esa “única opción” neoliberal. La devaluación con aumento de tarifas genera un shock inflacionario que socava los ingresos de las mayorías ligadas al mercado interno, también golpeado por los despidos y reducción de gastos públicos. Mientras la economía entra en recesión por la consecuente baja de la demanda, se producen protestas sociales y sindicales. En el marco de la crisis productiva autogenerada, con aceleración inflacionaria y tenso clima social, la liberación cambiaria facilita la fuga de capitales y hace que el dólar se dispare acentuando aún más la inflación, merma del mercado interno y crisis productiva.
Para detener la corrida, las tasas de interés suben fuerte provocando una fuerte iliquidez que golpea a las pequeñas y medianas empresas y al consumo financiado a crédito. A su vez, como esas tasas son sostenidas mediante la emisión de títulos del BCRA, se dispara el déficit cuasifiscal, mostrando la futilidad del ajuste liberal siquiera para alcanzar el reequilibrio de las cuentas públicas, que se ven adicionalmente golpeadas por la merma en la recaudación. En ese contexto de descalabro económico-social, se emprenden apresuradas negociaciones con la OMC, Ciadi, Griesa, aceptando todos los fallos que se cubren con una emisión descontrolada de deuda externa con el patrocinio del FMI. Demás está decir que los escasos dólares financieros que se obtengan de ahí en adelante, serán utilizados para cubrir los vencimientos de la deuda generada por esas improvisadas negociaciones.
Al final, el ministro que diseñó semejante plan de autodestrucción económica será renunciado y el gobierno que lo llevó a cabo, forzado a convocar a elecciones anticipadas.
@AndresAsiain
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