MITOS ECONóMICOS › IDEOLOGíA, MERCADO Y ESTADO
› Por Andrés Asiain
En una reciente columna del diario La Nación, Alberto Benegas Lynch (h) elabora ciertas reflexiones a partir de la llegada a nuestro país de Pokemon Go. Tras velar por la salud psicológica de los argentinos, advirtiendo contra un uso desmesurado del video juego que puede llevar a un “escapismo de los deberes para con la civilización y la necesidad de mantener los valores que la sustentan”, nuestro homo sapiens filosoficus advierte sobre la “cultural de la inmediatez” en la era de las redes sociales.
Luego volantea hacia la filosofía (neo) medieval resaltando el pelo que encontró al huevo de la igualdad cristiana Santo Tomás de Aquino en su Suma Teológica concluyendo que “amarás a tu prójimo como a ti mismo” significa que “el hombre por caridad debe amarse más a si mismo que al prójimo”. Tras una parada contra “la guillotina horizontal en el contexto de la manía por el igualitarismo” y un llamado contra la “peligrosa escalada de violencia que se registra a nivel mundial”, aterriza sobre el asunto de esta nota: “Lo importante de este juego es que un proceso natural y espontáneo facilita el encuentro de vecinos y desconocidos ... ... a raíz de iniciativas individuales que no surgen de planes de gobierno donde están siempre presentes la coacción y, habitualmente, la corrupción”, señala el hijo de Alberto Benegas Lynch (p).
Pasa entonces a identificar el libre albedrío de los cazadores de monstruos de bolsillo con la “la mano invisible” de Adam Smith y un “orden espontáneo” donde “el conocimiento disperso y fraccionado se coordina en economía a través de las señales de los precios, sin que intervengan los aparatos estatales”. Finalmente, previene a los lanzadores de pokeballs frente a “la metida de pata visible del Estado” que puede “distorsionar precios, provoca severos desajustes y derroches de capital ... ... lo que reduce salarios e ingresos en términos reales”.
Al respecto, las bondades del libre mercado que señala el columnista descansan sobre la realidad aumentada de la libre competencia, una ficción académica a cuya demolición teórica dedicó su último trabajo el economista Julio H.G. Olivera. “Empíricamente ya sabíamos que la competencia perfecta no existe, lo que no sabíamos es que matemáticamente también es un error. Es un imposible matemático, un chiste intelectual”, señaló el fallecido economista al describir el encriptado contenido de su artículo “Sobre la existencia de medidas de Ulam”, según indica Santiago Chelala.
En el mundo terrenal, el diferente poder de mercado de las empresas también puede “distorsionar precios, provoca severos desajustes y derroches de capital... ...lo que reduce salarios e ingresos en términos reales” como se puede comprobar con la reciente suba del aceite. De ahí que una regulación estatal, como la recientemente eliminada obligación a las aceiteras de subsidiar el precio interno con una mínima parte de las rentas de exportación, puede mejorar el bienestar general.
Por su parte, en el mundo del Pokemon Go tampoco somos todos iguales, desde que se ofrece comprar con plata real pokebolas, huevos e incienzos que otros deben adquirir gastando sus zapatos. Pero más interesante es como la ceguera ideológica del columnista le impide ver la “mano invisible” de los desarrolladores del software del video juego, que son los que determinan hacia donde caminan sus participantes. Una verdadera metáfora con su incapacidad para observar la mano de las grandes corporaciones en el funcionamiento de nuestra sociedad.
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