MITOS ECONóMICOS › ENTRE EL DESEO Y LA REALIDAD
› Por Andrés Asiain
Una encuesta de expectativas empresariales realizada durante el coloquio de IDEA en Mar del Plata indicó que 8 de cada 10 empresarios esperan que la situación económica sea mejor en 2017 en relación al segundo semestre de este año. “Estos valores de optimismo son los más altos de los últimos 15 años “, destacó el informe, dando pie a que diversos medios informaran sobre ese record. El reporte publicó textuales empresariales como “hace 6 meses estábamos en deuda con los holdouts, acababa de levantarse el cepo y nada pasó”; “la situación de fondo, que es la política, cambió” o “las acciones positivas tienden a ser estructurales, mientras que los errores son instrumentales”.
Comenzando por la interpretación del resultado de la encuesta, que el 80 por ciento de los empresarios piense que el próximo año va a ser mejor, puede estar indicando simplemente que el año actual es malo y que esperan que el próximo mejore un poco. En ese caso, más optimista que los empresarios fue la interpretación que le dieron los medios de comunicación a la encuesta. Aun así, el resultado contrasta con la última década en que los negocios caminaban (a veces al trote y a veces a paso lento), pero los empresarios parecían desconfiar de su sostenimiento. Un comportamiento paradojal que muestra que los hombres de negocios parecen formar sus opiniones en base a una matriz ideológica-política más que en base a los balances de sus empresas.
Si se hace una comparación histórica, hace 15 años estábamos en 2001. Si aquel año los empresarios también pronosticaron mayoritariamente que el próximo sería mejor, hay que persignarse porque al otro año estalló la peor crisis económica, social y política de la historia argentina. Ese antecedente de mala puntería empresarial en los pronósticos, debería llamar a reflexión respecto a las cualidades mediante las cuáles nuestros empresarios amasaron sus fortunas. Claramente el acierto sobre el contexto económico para tomar sus decisiones no parece haber sido determinante.
También es bastante llamativo que para algunos hombres de de la clase dirigente, la emisión de deuda externa por 16.500 millones de dólares para el pago a los buitres y la devaluación post-cepo que aceleró 20 puntos la inflación y provocó el empobrecimiento de 2.157.531 habitantes, le pasen desapercibidos y considere que “nada pasó”. Seguramente no tendría la misma opinión si de su bolsillo hubieran salido esos millones o fueran sus hijos los que se vean privados de un plato de comida ante el alza de los alimentos.
El posible rebote de la economía para el año próximo se basa en una probable política de dólar barato que impulse el consumo y el repunte de la paralizada obra pública, ambos financiados mediante la colocación de deuda en el exterior. Es decir, un populismo financiero que puede “instrumentar” recuperaciones coyunturales, pero lejos está de una solución “estructural” a los problemas económicos.
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