Ernesto Schargrodsky, rector de la universidad Di Tella, analizó la situación fiscal en una entrevista concedida al diario La Nación. Con una visión de largo plazo, indicó que el déficit fiscal “es un fenómeno que tiene en Argentina 80-90-100 años” y “en el medio hubo gobiernos conservadores, radicales, peronistas, militares, desarrollistas, tuviste una variedad de gobiernos y el déficit es motivo crónico”. La causa profunda del déficit es que “los argentinos creemos que deberíamos ser más ricos de lo que somos, le exigimos eso al gobierno y los gobiernos toman atajos, atajo del endeudamiento, aumento de impuestos, o emisión que termina siendo inflacionaria, que efectivamente terminan reduciendo el producto, nuestra riqueza”. 
La larga historia de déficits fiscales de Argentina no siempre parece fundarse en un excesivo nivel de vida de la población por sobre sus posibilidades. En los años ochenta del siglo pasado, la mitad de la emisión monetaria fue realizada para sostener al sistema financiero y cubrir la herencia de la crisis de la tablita cambiaria de José Alfredo Martínez de Hoz en términos de garantía pública de depósitos de bancos que quebraron, seguros de cambios de deudas externas que se estatizaron, entre otras. De modo similar, todo el déficit primario de los años noventa, se explica por la privatización del sistema de jubilaciones que quitó al Estado los aportes de los trabajadores mientras lo obligaba a continuar pagando las jubilaciones. Sin esa medida en beneficio de los bancos que administraron la AFJP, el sector público hubiese acumulado un superávit de 21.210,5 millones de pesos durante el período 1992– 2001. Dos ejemplos de largos déficits fiscales generados por saqueos al Estado realizado por el sector financiero, y no como consecuencia de los aires de grandeza de los argentinos.
Por otro lado, los déficits no siempre “terminan reduciendo el Producto, nuestra riqueza”. Cuando el Estado gasta más de lo que recauda, el sector privado recibe más de lo que aporta. El déficit del sector público equivale al superávit del sector privado que recibe así un estímulo a sostener y expandir la actividad económica. Es por ello que en contextos de crisis, un buen déficit público puede convertirse en un acertado remedio para salir de ella.
Ello no es posible cuando la actividad económica está trancada por falta de dólares. Allí el “atajo” del endeudamiento externo público no puede ser sustituido ni por los impuestos ni por la emisión, ya que estos últimos no incrementan la oferta local de divisas. Dado que la mayor parte del gasto público es en pesos, los dólares que obtiene el Estado de sus colocaciones financieras son cambiados por pesos en el Banco Central. De esa manera, el Estado obtiene los dólares que los privados utilizan para importar productos, remitir utilidades y dolarizar los ahorros, en el habitual andar de la actividad económica. Una política que si no va de la mano de un programa de inversiones estratégicas en sectores exportadores o de sustitución de importación genera una futura agudización de la restricción de dólares por los intereses acumulados durante la fase de endeudamiento

@AndresAsiain