“Las empresas cerealeras calculan que en los próximos dos años las actuales supercosechas de granos de casi 70 millones de toneladas podrían caer drásticamente a 40 millones de toneladas si persiste la incertidumbre económica”, admitió a Cash el economista Orlando Ferreres. Se retrocedería así a los niveles de los 80. En los primeros tres años de esa década la producción no fue mayor de 41 millones de toneladas anuales en promedio y el resultado fue aún peor en la campaña 1988/89, con sólo 27 millones.
Era la época en que todavía no se había pasado del arado al sistema de siembra directa pero, también, en que subsistían las retenciones a los ingresos por exportaciones, ésas que el propio Ferreres, como viceministro de Economía, comenzó a eliminar a mediados del ‘89.
Ahora el problema es mucho más complejo, porque a las retenciones se suma la falta de proyecciones en materia cambiaria, la escasez de insumos para sostener la capacidad tecnológica adquirida en los 90 y hasta la inexistencia de un Mercado a Término para los granos, hecho que podría hacer que en un futuro próximo se tome como referencia, directamente, las cotizaciones de Chicago.
“Tal como veníamos hasta el año pasado, todavía era posible que en el próximo quinquenio se aumentara la producción hasta alcanzar los 105 millones de toneladas, pero con el actual esquema ocurrirá todo lo contrario”, señaló Ferreres.
Ante la generalizada preferencia por los dólares, Ferreres dice que “aunque por ahí no esté de acuerdo con mi posición ideológica, seguramente la única manera de anclar el dólar sea una nueva convertibilidad o la dolarización”. Pero “también habría que dolarizar el gasto público y no aumentarlo más allá de lo que crezca el PBI, así como dejar sólo dos impuestos: IVA y Ganancias”. Para Ferreres, el control que exige la flotación cambiaria únicamente “es ideal para los que están a favor de los bancos, porque eleva las tasas”, pero no podrá sostener un nuevo modelo de producción.