“Lo importante del programa es que a la gente le da la posibilidad de revalorizar su trabajo, sentirse artífices de su propio alimento. Además, tiene un alto grado de pertenencia y de credibilidad en la gente, ya que hay continuidad y no hay intenciones políticas. El ProHuerta comenzó siendo financiado por el INTA pero se pensó en una magnitud más pequeña que la que tiene. En la medida en que la demanda fue creciendo nos fuimos relacionando con el Ministerio de Desarrollo Social y ellos accedieron a financiar el programa. Cuando no se puede poner el alimento diario en la casa... Difícilmente el que entra al programa lo abandona. En la medida en que nos encontramos con carencia de trabajo y de provisión de alimento es más probable acercarse al programa. La estructura tiene la ventaja del voluntariado, que contribuye a que podamos llegar a más gente que la que podríamos sólo con la gente del INTA. Hay una limitación que es la capacidad presupuestaria. Las huertas tienen una supervisión importante y si la demanda aumenta en forma muy rápida hay que irse preparando para poderla atender.”