EVOLUCIóN DEL PRECIO DE LAS MATERIAS PRIMAS Y DESARROLLO INDUSTRIAL
› Por Arturo H. Trinelli *
La última reunión del G-20 que tuvo lugar en Buenos Aires para debatir sobre el precio de los commodities dejó interesantes conclusiones. En primer lugar, la confirmación de que hay un proceso de incremento permanente de los alimentos que demanda una inmediata consideración. En segundo lugar, el debate sobre cómo enfrentar este proceso permitió concluir que la mejor forma de abordar la volatilidad de los precios es trabajar sobre los mercados de futuros y derivados, de manera de evitar el riesgo de una “burbuja de materias primas” similar a la crisis de las hipotecas de EE.UU. De esta manera, se desestimó la intención de algunos países miembros que, a instancias del presidente Sarkozy, pretendían introducir un sistema de control de precios en lugar de intervenir los mercados financieros para evitar la especulación con los alimentos.
Si bien esta postura inicial de Francia fue rápidamente descartada, se pudo ver una vez más cómo los países industrializados, que muchas veces critican el proteccionismo de naciones en vías de desarrollo, están lejos de dejar a resguardo del libre mercado la oferta y la demanda de los productos en los cuales no son competitivos internacionalmente. Esa tendencia no sólo se verifica por el intento inicial de regular el mercado de los alimentos sino por los continuos subsidios agrícolas que mantienen en sus economías, circunstancia que, como sostiene Argentina, genera distorsiones de competencia y desalientan la producción de terceros países.
La puesta en común de diferentes posiciones permitió entonces concluir que lo que impulsa ese crecimiento de precios es la especulación de los mercados a futuro. Para ello, se acordó aumentar la oferta de los commodities, incrementar los niveles de inversión e introducir prácticas con tecnologías sustentables.
Otra importante conclusión fue identificar a las calificadoras de riesgo como grandes responsables de esa especulación. Los hechos recientes confirman esta tendencia especulativa: días pasados, la elevada cotización internacional del maíz hizo que los productores argentinos vendieran 105.000 toneladas, aun en momentos donde la cosecha de este cultivo es record en China y, por lo tanto, sus compras de grandes volúmenes en el mercado son menores. Según informó el Centro Nacional Chino de Información de Granos y Oleaginosas, la producción de maíz crecerá un 2,4 por ciento, llegando a un record de 181,5 millones de toneladas debido a un incremento del área sembrada. Esta circunstancia, sumada al mal clima que afecta a los productores sojeros norteamericanos, debería haber impulsado a la baja los precios de la soja y el maíz, aunque su tendencia alcista se mantuvo más allá de las oscilaciones puntuales de los últimos días.
Esta situación fomenta un permanente estímulo a la exportación pero encarece el precio local de los alimentos, donde los más perjudicados son los sectores de menos recursos, generando inflación y poniendo en riesgo la soberanía alimentaria de los países productores.
Se podría aprovechar la preocupación por el aumento de los alimentos para introducir un debate de fondo vinculado a la inserción internacional de Latinoamérica. Resulta evidente que, en pos de aprovechar esta circunstancia favorable en los términos de intercambio, muchos de esos países han primarizado sus estructuras productivas en los últimos años. Según datos de la Cepal, considerando el período 2000-2009, Brasil aumentó la participación de los productos primarios en el total de exportaciones de 42,0 a 60,9 por ciento; Chile, de 84,0 a 88,2 por ciento; Colombia, de 65,9 a 72,6 por ciento; Perú, de 83,1 a 87,8 por ciento y Uruguay pasó de 58,5 a 75,0 por ciento. Argentina fue la excepción: por más que aún muchos complejos exportadores provinciales registren elevados porcentajes de producción primaria o predominio de actividades capital-intensivas, la participación de éstas en sus exportaciones totales casi no se modificó (67,6 a 68,0 por ciento), lo que indica, justamente, que el indudable predominio de estos sectores en la economía fue compensado por el crecimiento industrial de los últimos años. Estos datos invitan a relativizar las permanentes exaltaciones del modelo brasileño, o las referencias al “milagro chileno”, con que muchas veces se pretende menospreciar el progreso económico argentino.
En vistas de la actual coyuntura y al debate suscitado en el ámbito del G-20, para los países latinoamericanos sería importante también discutir si los actuales términos de intercambio, favorables a la producción de alimentos y commodities agropecuarios, no representan al mismo tiempo un riesgo que condiciona el desarrollo industrial de la región
* Economista de CLICeT La graN maKro
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