Polo de poder con juego propio
Por C. Z.
La historia de los nuevos banqueros privados nacionales se inició a comienzos de la década del ’80. Aunque entonces no eran banqueros sino mesadineristas, jugando a suerte y verdad todos los días en el mercado financiero. Recién a finales de aquellos años dieron el primer paso hacia una mayor institucionalización. Ya como banca de inversión formaron un negocio de mayor escala. El próximo salto apareció recién una década más tarde. Después del Tequila, esos mismos bancos de inversión tuvieron protagonismo en la ola privatizadora de los bancos provinciales. Aún los conservan: el Macro es dueño del de Salta y del Misiones, mientras que el Comafi controla el Banco del Tucumán. El proceso culminó con lo sucedido a fines de los ‘90, con los nuevos banqueros adquiriendo las instituciones abandonadas por los grupos extranjeros. El Macro pasó a controlar el Bansud, que estaba en manos del Citibank, que lo había heredado cuando la casa central del banco americano adquirió al mexicano Banamex. Después del corralito, la tendencia se profundizó. Entre la entidad presidida por Jorge Brito y el Comafi se repartieron el Scotiabank Quilmes; y el Patagonia –propiedad de la familia Stuart Milne (Mildesa, que se quedó con el Banco de Río Negro)– se hizo cargo del Sudameris. Son apenas dos ejemplos mientras aguardan turno para la venta las entidades que manejaba el conglomerado francés Credit Agricole (Suquía, Bisel y el Estre Ríos). El viernes avanzaron sobre el Banco de Santa Fe, quedando con la mejor oferta el grupo local que maneja el Banco San Juan/Santa Cruz.
El lanzamiento de Adeba se empezó a gestar hace cuatro meses. Lo curioso es que la historia de la escisión comenzó en la propia sede de ABA, donde hasta hace una semana convivieron los bancos extranjeros y algunos nacionales. Todos los martes a las seis de la tarde, los banqueros locales se encontraban en el décimo piso de San Martín 229 para revisar la agenda del sistema financiero. Puntualmente, la lista de temas que interesaba a los nacionales era desatendida e incluso repudiada por las entidades financieras con casa matriz en el exterior.
Hubo un caso emblemático que resultó el punto de inicio de la ruptura: ocurrió en el 2001 y fue cuando los bancos locales pertenecientes a ABA –entre los que se encontraban el Galicia, Comafi, Privado de Inversiones, Macro, Roela y Mariva– trabajaron en un proyecto para elevar las tasas de interés de las cajas de ahorro. Según el razonamiento de los financistas, la iniciativa les permitiría ganar nuevos clientes. Pero la propuesta chocó contra la resistencia de los extranjeros. Un directivo de Adeba reveló, en diálogo con Cash, que existieron presiones de las casas matrices ante el Banco Central para impedir que saliera la norma. Los extranjeros se negaron a hacer más rentable las cuentas a la vista y, finalmente, el proyecto quedó en la nada. La anécdota refleja los intereses contrapuestos entre unos y otros. Mientras los nacionales privilegiaban la expansión en el mercado, las casas matrices se resistieron a resignar ganancias, sin olvidar que poseen miles de cuentas sueldo cautivas. No caben dudas de que este tipo de choques se repetirá a medida que los bancos nacionales avancen en la plaza.
Conscientes de su acumulación como grupo de poder, los nuevos banqueros nacionales aceleraron su “independencia”. El primer paso concreto hacia la ruptura ocurrió con la conformación de Cobanca, una comisión que las entidades nacionales crearon en el seno de ABA. Las reuniones eran encabezadas por los propios accionistas de los bancos, una forma de diferenciarse de los extranjeros, a cuyos gerentes locales acusan de adolecer de poder de decisión.
La decisión de lanzar Adeba antes de las elecciones no fue un paso ingenuo. Más bien fue toda una determinación política, aun cuando la asociación se autodefina como “apartidaria”. Los banqueros buscaron adelantarse al resultado de las urnas. Quieren presentarse ante el nuevo Presidente como el principal referente del sistema financiero e influir sobre las medidas que se vienen. Dicen que su principal activo es haber quedado menos expuestos a la crisis que los extranjeros y la banca pública. Y que, a diferencia de los gerentes designados por las casas matrices, los financistas locales conocen en detalle al mercado y tienen poder de decisión.
Este perfil es importante debido a que todavía son varios los temas pendientes de resolver en el sistema financiero, donde las compensaciones es el punto más relevante. Pero también importan los próximos pasos que den el Banco Central junto al Ministerio de Economía para terminar con la reestructuración del sistema bancario. La atención de la flamante Adeba estará puesta en las nuevas reglas que emita el Central ya que marcarán una división determinante: cuáles entidades financieras seguirán funcionando y cuáles quedarán en el camino, ya sea porque se liquidan o porque se fusionan con otras más solventes.
A los banqueros no les gusta hablar de política en público. Mucho menos dar opiniones sobre el proceso electoral. En reserva, Cash obtuvo algunas impresiones sobre los candidatos justicialistas: sobre Adolfo Rodríguez Saá opinaron que es “imprevisible”. De Néstor Kirchner se quejan de que “no viene a presentarnos su plan”. Carlos Menem es el preferido, y en eso no se diferencian de sus colegas de la city. Pero hay algo que los inquieta: la figura de Pedro Pou, ex titular del Central y estrechamente ligado al riojano. “¿Y si Pou vuelve y nos manda a una fosa común?”, refirió uno de los banqueros sobre el ex funcionario que durante su gestión favoreció la concentración y extranjerización de la banca.
Los nuevos banqueros ya se presentaron en sociedad y reclaman juego.
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