Por estos días, José María Muscari y Mariela Asensio, jóvenes directores surgidos del off que pisan fuerte en la avenida Corrientes, están distanciados por miles de kilómetros, a pesar de compartir un proyecto artístico a punto de ver la luz. Mientras él ensaya, transpira y da las puntadas finales de Crudo, que escribió junto a su colega y compinche, ella tuvo que volar a Panamá para el estreno de Karaoke emocional, que pergeñó junto a un grupo de actores de esa ciudad caribeña. Pero están conectados on line y en el blog (cru doteatro.blogspot.com) que sostienen con todo el equipo de la obra que debuta hoy a las 22.30, con una segunda función a la medianoche en No Avestruz (Humboldt 1857), el espacio palermitano con capacidad para unas sesenta personas y aires hi-ppie-chic. Esta vez, el director se puso a las órdenes de su amiga íntima para poner en escena buena parte de su mundo privado y cotidiano, revelar sus aspectos más íntimos en un formato más cercano al biodrama que a la ficción teatral, derribar el mito del artista provocador y mostrar a la persona que hay detrás, al punto de asegurar que “casi no actúo”.

“Mis obras están tildadas de transgresoras, polémicas, kitsch, trash o bizarras. Pero yo no tengo mucho que ver con eso. Una cosa es mi creación y otra mi persona, mi esencia, mis orígenes. Hace tiempo que tenía ganas de actuar solo; empecé a escribir unos textos muy personales sobre mis obsesiones: la paternidad, la alimentación, el cuerpo, el amor, la soledad. Se los entregué a Mariela y ella armó una obra muy disgregada, muy rara, que me encantó”, asegura en un alto de uno de los últimos ensayos el actor, director y dramaturgo que sacudió la escena de los ’90 con Mujeres de carne podrida y Pornografía emocional. La puesta combina texto, música, algo de baile, videos y una serie de recursos atípicos. Es que el creador de Shangay (pieza en la que también actuaba y en la que asomó un Muscari casi tierno, envuelto en una separación amorosa) mantiene una charla telefónica en vivo con su madre, cocina un sandwich proteico de lo más extraño y escribe desde su laptop textos y mails que se verán en una gran pantalla. Todo de la mano de tres jóvenes actrices que lo secundan y ayudan en las distintas tareas.

–¿Por qué eligió a Asensio para esta experiencia?

–A principios de año yo era el productor artístico de su obra Mujeres, y tuve que dejar para dedicarme a la puesta de En la cama. Pero participé del armado inicial del espectáculo, de los primeros ensayos y, al verla dirigir, no dudé. Me identifiqué con su método de trabajo, concreto y profesional. Cuando encaramos este proyecto, surgió una complejidad porque mis textos traían obviamente mi mirada personal, y ella le sumó la suya. Me conoce muy bien, trabajamos juntos, somos vecinos, atravesó todas mis alegrías y angustias.

–¿En qué medida los fragmentos de su vida no aparecerán ficcionalizados?

–Es que no actúo. No siento que tenga que componer nada, que tenga que transformarme en otro, si bien uso herramientas de actuación, una energía determinada y busco transitar determinados estados. Todo intercalado con coreografías, cambios de ropa y la cuestión cibernética del espectáculo. Desde un comienzo, Mariela tenía muy en claro un objetivo: mostrar esa parte mía que casi nadie conoce.

–¿Qué siente frente a ese grado de exhibición?

–Estoy muy contento con el proyecto. Reconozco que me costó y me cuesta mucho: lo que me sale más naturalmente no es dejar mis emociones a flor de piel. Todo lo contrario. Además, no es una obra improvisada, si bien los textos están revestidos de naturalidad y algunos momentos terminan de construirse en escena. Son setenta minutos en los que comparto fragmentos de mi vida con quienes les pueda interesar. Y fue posible hacerlo porque está atravesado por una pátina especial, de mucha sensibilidad, hasta en sus aspectos más irónicos, feroces o violentos.

–¿Con qué tienen que ver esos aspectos?

–Con la forma en que se muestran ciertas cosas que se supone no hay que mostrar: la relación con la comida, con mis padres y algunos arrepentimientos.

Desde Panamá, Mariela se suma por mail a la entrevista y explica la doble exposición que implica la obra. “Al ser un texto compartido, aparece José a través de sus propios ojos, pero también la mirada personal que yo tengo sobre él sin pudores ni temores. Los dos nos exponemos al mismo tiempo. Para mí significó la posibilidad de ponerles palabras a sus emociones, de adaptar su manera de ser a mi manera de contar. Pero lo más interesante es la mezcla entre lo que él es, lo que él parece ser y lo que yo quiero que vean de él”, sostiene la creadora de éxitos como Hotel melancólico y Mujeres en el baño, que acaba de pasar de una sala del Abasto a la avenida Corrientes.

–¿Cómo ve la combinación entre un espíritu muy festivo (música, baile, brillo, glamour) y emociones muy intensas que marcan buena parte de su producción y de la de Muscari?

–Tenemos una afinidad muy fuerte desde el primer día que nos conocimos. Estamos en la misma frecuencia energética, nos divertimos muchísimo juntos. Compartimos una visión muy positiva de la vida, y esto hace que nuestras producciones, más allá de sus diferencias, tengan en común esa mezcla de show y emotividad, de humor e ironía.

–¿Qué expectativas tienen con relación al público?

–Crudo habla de una persona, de distintos aspectos de su existencia: la búsqueda del amor, los miedos, los deseos, la creación. No hace falta conocer a José María para interesarse o identificarse. Por otro lado, quienes lo conocen se van a encontrar con algo más auténtico, que nada tiene que ver con el imaginario que se construye alrededor de él. Me interesó romper el estereotipo y el prejuicio, mostrarlo tal cual es.