TEATRO › SóLO BRUMAS, PIEZA TEATRAL DE EDUARDO PAVLOVSKY
A un precario depósito llegan cunas con bebés a quienes las autoridades sanitarias dan por muertos antes de que expiren. Con dirección de Norman Briski, el dramaturgo y actor pone el dedo en la llaga de una sociedad en la que predomina la indiferencia.
› Por Hilda Cabrera
El programa de mano da cuenta de una denuncia sobre el destino de los bebés nacidos con un peso inferior a 500 gramos, y aún así vivos. Se refiere a la provincia de Tucumán y al año 2004. ¿Qué pasó después de esa denuncia? ¿Y qué pasa hoy con otros bebés de peso normal y con los niños que mueren por falta de alimento y abrigo, a golpes o por violación? Una estadística mencionada en Sólo brumas suma 25 muertes evitables por día. La obra recoge esos datos y otras cuestiones de menor impacto relacionadas con adultos considerados de descarte. El público que suele acompañar los estrenos y las reposiciones de las obras de Eduardo Pavlovsky sabe de la existencia de estas dolorosas realidades que el autor intenta convertir aquí en expresión artística. Esos espectadores –y no los responsables directos de tanto sufrimiento– son finalmente los únicos conmocionados por el provocador y controvertido monólogo que el personaje Eusebio –interpretado por Pavlovsky– pronuncia casi al promediar la obra.
Se muestra, en principio, a Pepi, Pipi y Eusebio sujetos a la desoladora rutina de cumplir sin chistar la macabra tarea que les ha sido encomendada. Obligación que no les impide manifestar deseos de vivir en amistad y enamorados. Fantasías que no les cambia la vida, pues al precario depósito que habitan siguen llegando las cunas con bebés a los que las autoridades sanitarias dan por muertos antes de que expiren. Para estos bebés no hay canción de cuna, ni lágrimas ni lamentos de despedida. Sólo una acumulación de ruidos que exasperan; un embrollo de sonidos que parecen emitidos por humanos o animales, o producidos por artefactos metálicos, como el timbre que chirría anunciando el ingreso de otra destartalada cuna de hospital o un cambio de escena.
A las mujeres que alinean esas cunas no les interesa qué sucede debajo del lienzo que cubre a los aún vivos, aunque Pipi, más avispada que su compañera, confiese que la impresiona el ruido de las bolsas al caer. Ellas mismas son seres residuales que se contentan con tener techo y comida a cambio de meter cadáveres en bolsas y arrojarlos a no se sabe dónde.
Entre tanta miseria y desmesura, el viraje que pega Eusebio antes de su furioso monólogo perturba aún más. Este hombre que se apuntala en la rebeldía estremece al manifestar su desesperación desde una actitud que repugna: desde una acción que pertenece al mundo de los mitos y que acaso permita al espectador asociarla a aquélla de Saturno, dios del tiempo que devora la vida y abomina del relevo generacional. Una figura imaginaria plasmada por Goya en una de sus pinturas negras más desgarradoras.
No es sencillo reponerse de algunos sacudones, aun cuando la obra se demore en parloteos triviales y haga sorna de la decadencia física. Un ejemplo sencillo es la escena en que los personajes compiten en estatura. Claro que no para saber, como en los juegos de niños, cuánto han crecido, sino cuánto achicaron con los años. En el intento por poetizar emociones, la extraviada Pepi, interpretada por Susana Evans, saca conclusiones como si fueran hallazgos y las expresa en tono monocorde mientras Pipi (Mirta Bogdasarain) reitera su fragmentado discurso, obsesionada y culposa por la muerte de una amiga muy querida.
Más allá de esas incursiones al interior de cada personaje existe un afuera misterioso. De ese exterior llega un señor de aspecto inofensivo (compuesto por Eduardo Misch) que va directo a los hechos y es quien define. Bajo la dirección de Norman Briski, creador del espacio escenográfico, Sólo brumas no da respiro al espectador que ansía hallar consuelo y justificación a tanto desquicio en los propios sentimientos humanitarios, pues también él es considerado parte de una sociedad en la que predomina la indiferencia, y parte de una cultura cuyas reglas de moral y belleza el Eusebio protagonizado por Pavlovsky combate con saña.
7-SOLO BRUMAS
De Eduardo Pavlovsky
Elenco: Eduardo Pavlovsky, Susi Evans, Mirta Bogdasarian, Eduardo Misch
Voz en off: Marcelo D’Andrea
Escenografía: Bea Blackhall
Asistencia de Escenografía: Fabiana Battauz y María Pía Molina Brescia
Diseño de iluminación: Norman Briski
Coreografía: Silvina Laguna
Vestuario: María Claudia Curetti
Grabación y edición: Miguel Gentile
Asistencia técnica: Andrés Bailot
Banda sonora: Martín Pavlovsky
Asistencia de dirección: Silvana Correa
Dirección general: Norman Briski
Lugar: Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543. Funciones: viernes a las 21. Reservas: 5077-8077
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