TEATRO › ELOY GONZáLEZ Y EL ESTRENO 2008 DE SU CICLO NECRODRAMA
El autor y director señala que Mi única puesta en escena y El chico más listo de la Tierra, las piezas que se verán en El Excéntrico de la 18, van más allá de la mera reconstrucción biográfica o el lugar común sobre la muerte.
Habitualmente, la dramaturgia aborda el problema de la muerte desde dos posiciones: la positiva o la negativa. El teatro polaco de fines de los ’80 y comienzos de los ’90, con autores como Jerzy Grotowski, Tadeusz Kantor y Konrad Swinarski, fue tal vez la última corriente de envergadura que catalizó ambas posturas, en obras como Los antepasados (relectura de Adam Mickiewicz) o Clase muerta, de Kantor, donde conviven la presencia residual del muerto y lo emergente de su ausencia. Por supuesto que es más visible la tendencia a definir a la muerte (al muerto) por la negativa –lo que no está–, y también hubo obras que regresaron al clasicismo de la puesta en El mundo de los muertos, el Cielo, el Averno o el Purgatorio. Pero el ciclo Necrodrama de Eloy González, que se estrena hoy en El Excéntrico de la 18 (Lerma 420), va hacia lo positivo: “El muerto es algo, es una ausencia que, como tal, tiene existencia”, se posiciona González.
De 28 años, ex alumno de Norman Briski y Pompeyo Audivert, egresado del Conservatorio de Arte Dramático, actor del CETC y coordinador de conciertos de música contemporánea del San Martín, González gestó su Necrodrama “solo y con una fecha” que ligaba una idea: despedir a familiares, amigos y personajes de sus primeras puestas, muertos en su pasado teatral, vivos en el recuerdo y presentes como protagonistas. Estrenó el 2 de noviembre Día de los Muertos, y conectó a Lady Di y Pavarotti con Verdi, en el Teatro Verdi, para el Necrodrama 2007. En la misma búsqueda, generó para el Necrodrama 2008, sin que esto convierta al ciclo en una reconstrucción histórica o biográfica, a Damián Suárez, que vivió en Buenos Aires dos años y regresó a Piriápolis para oficiar de payaso, suicidándose a los 23 años; y a Juan Pablo Rebella, el uruguayo director de Whisky que se suicidó con un disparo en la cabeza, a los 32 años. El estreno de hoy será con Mi única puesta en escena, sobre Suárez, que seguirá hasta el 2 de octubre, con funciones los jueves a las 21.30. Y el 9 y 16 de octubre se verá El chico más listo de la Tierra, sobre Rebella.
–¿El concepto de Necrodrama refiere al Biodrama de Vivi Tellas?
–No, para nada. El concepto nació al empezar a armar obras en el Verdi. Estrené Misa de Réquiem antes que el Colón, queriendo incorporar a la obra a mis familiares y amigos y a personajes de mis puestas anteriores, hacerles una gran misa para despedirlos. Esa puesta es anterior a este ciclo, y cuando la armaba pensé: “Esto bien sería un necrodrama”. De ahí surge el título, que funciona como una broma.
–¿Por qué Suárez y Rebella?
–Son historias que me interesaban, muertes descenificadas, de personas jóvenes. Cuando viajé a Piriápolis buscando datos sobre Suárez, me enteré de que Rebella filmó parte de Whisky allí y que esa ciudad es la que tiene el índice más alto de suicidios de Uruguay. Eso fue fuerte, un catalizador para la obra.
–¿Un catalizador en torno de qué concepto?
–La obra trata las ausencias. Es una obra ausente, en sí, donde la gente va a ver fuertes ausencias, partiendo de que Mi única puesta... es una obra sin actores. Podrá parecer una performance o una instalación. Pero yo me pregunto: ¿no podrá ser también teatro? Hay una obra, lo que falta es el actor.
–Se refiere a Necrodrama como una escenificación de muertes descenificadas, muertes complicadas de reconstruir y contar.
–Me gusta esa idea de que, cuando uno se muere, queda fuera de la puesta en escena de la vida. Y eso es una certeza fuerte, que más allá de la decisión de poner o no un actor, me interesó entender qué dispara la muerte descenificada en cada creador. El desafío fue mostrar la muerte sin usar actores. Había que llegar a la biografía no desde la historia, sino desde el después, lo que quedó, sin poner prejuicios personales a lo que sintió en ese momento, sino desde las sensaciones que provoca la muerte al hombre.
–¿Cuánta influencia hay del teatro polaco? Kantor hace una lectura similar.
–Kantor monta una obra sobre las muertes en su familia a partir de una foto familiar de la guerra. En un punto, Necrodrama también es un teatro documental inspirado en cosas de la vida y de la muerte, también con ese concepto fuerte de la ausencia como presencia. Pero busco desarrollar sobre eso nuevas búsquedas y maneras de llegar a otra cosa. Tiene que ver con mi visión de la muerte, una positiva: existe una ausencia, pero también existe un más allá de esa ausencia. Es una cuestión de imágenes que se eternizan, como en La invención de Morel.
–La argentina es una sociedad que carga con muchos muertos públicos, además de los muertos personales de cada quien. Una obra sobre ausencias, ¿no es demasiado angustiante?
–Yo hago una separación entre la muerte como cosa concreta, que tiene que ver con la tragedia y la historia de este país y del mundo, y el error del hombre de matar al otro para ganar terreno. Separo al hombre desastroso de lo que es la muerte en un sentido poético. La Humanidad es asesina.
–Pero Suárez y Rebella fueron sus propios asesinos.
–Fueron sus propios asesinos premeditados, son crímenes sin culpables ni inocentes, que hacen manifiesta esa ansiedad de morir que tienen algunos. La respeto, la entiendo y no la juzgo, de hecho la muestro. Yo, si sé que me voy a morir, prefiero esperar a ver qué pasa.
Informe: Luis Paz
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