TEATRO › GERARDO BAAMONDE Y EL HOMBRE QUE SALíA DEL PIANO
El actor habla de su nueva pieza en el Teatro del Nudo, que pone en juego a “personajes patéticos, desesperados, presos de sus mecanismos que, como engranajes obedientes y temerosos, cumplen con su papel aunque no estén capacitados”.
› Por Cecilia Hopkins
Actor de teatro de fuerte impronta corporal, el nombre de Gerardo Baamonde está muy ligado al del fallecido director Miguel Guerberof, a su visión del mundo de Samuel Beckett. Bajo su conducción, Baamonde protagonizó Acto sin palabras, Mercier y Camier y Todos caen, si bien también alternó el teatro con la televisión. Otra de las facetas de este intérprete especializado en las técnicas actorales del francés Jacques Leqoc es la dirección y la dramaturgia: su primera obra, Fuga y asedio, fue estrenada en 2002 en Roma tras lo cual emprendió una gira por el resto de Italia. “Una de las críticas señalaba que la obra parecía un Beckett dibujado por Quino”, recuerda en la entrevista con PáginaI12, al tiempo que aclara que aquel unipersonal sin palabras fue creado con un texto que luego, a la hora del montaje, decidió omitir. El año pasado, en el marco del 4º Festival Cambalache de Teatro-Danza y Tango estrenó Los pollerudos, el segundo de sus textos, esta vez en coautoría con Sergio D’Angelo y Héctor Díaz.
En estos días acaba de estrenar, también como actor, su último texto, El hombre que salía del piano, bajo la dirección del mismo D’Angelo, junto a Katja Alemann y Carlos Lipsic. Las funciones tienen lugar los viernes en el Teatro del Nudo (Corrientes 1551). Se trata de una obra que escribió durante un seminario de dramaturgia, dictado por Mauricio Kartun en el teatro San Martín. “Escribo de una manera afiebrada y catártica –detalla Baamonde–, como si los textos vinieran de otro lado, como si me fueran dictados. Muchas veces cuando los leo me parecen ajenos, como alguien que los lee por primera vez”, concluye.
La pieza presenta, alrededor de un piano, a un trío que conforman Tesa, Leonardo y “el Hombrecito”. “Los personajes de esta obra son patéticos, están desesperados, presos de sus mecanismos que, como engranajes obedientes y temerosos, cumplen con su papel aunque no estén capacitados”, subraya Baamonde. “El pianista, que padece una enfermedad innombrable, está condenado a tocar hasta su final para que su amada baile. Ella lo obliga a tocar porque el silencio le da vértigo.” El destino de este pianista –“ceremonioso, con porte aristocrático, pero con un aire a payaso viejo”, como lo describe el autor– se cumple de manera inflexible y en ese tiempo ella parece preparar los detalles para su encuentro con un nuevo personaje que marcará, tal vez, el inicio de otro ciclo de enfermedad y muerte. El hombrecito que habita el piano –“desteñido y de color sepia, como una foto antigua”– es el personaje que interpreta el propio Baamonde.
–¿Qué autores de nuestro teatro lo estimulan?
–Hay autores muy interesantes que me han inspirado, como Daniel Veronese –quien me aconsejó hacer el taller de Kartun– o Luis Cano, de quien hice Clac junto a Enrique Federman, y La infancia boba, bajo la dirección de mi maestro Miguel Guerberof. También me gusta mucho la dramaturgia de Rafael Spregelburd.
–¿Y del exterior?
–El autor que más influyó en mí es sin dudas Samuel Beckett. Esto a través de mi maestro Miguel Guerberof, con quien lo estudié e hice muchas puestas de su obra, como Acto sin palabras, con Facundo Ramírez; Mercier et Camier, que es una novela escrita antes de Esperando a Godot, que hice con Alejandra Flechner y Horacio Acosta, o Todos caen, una pieza radiofónica muy particular que fue estrenada en la BBC de Londres. Uno de los textos que más me gusta es Final de partida que pienso realizar alguna vez.
–¿Cuál fue el disparador para la escritura de El hombre...?
–Mauricio (Kartun) siempre dice que una obra se escribe a partir de una imagen, y yo tenía una, potente y clara. Estaba en mi cabeza, veía a los personajes caminar, moverse, los escuchaba hablar de cierta manera, los veía vestidos e iluminados, dentro de un espacio y una escenografía muy determinada. Mientras la escribía sabía que los personajes dirían esos textos para disimular u ocultar lo que en verdad querían decir, como si quisieran esconder un espejo detrás de un juego de espejos.
–¿Escribió pensando en los actores que lo acompañarían?
–Cuando escribí la obra sabía que el personaje de Leonardo tenía que tener la particularidad ineludible de tocar el piano. De modo que la búsqueda, ya sabía, iba a ser acotada a esa necesidad. Pero cuando me enteré de que Carlos Lipsic tocaba el piano, no tuve dudas. Con él entrenábamos con Guerberof, también habíamos coincidido en diferentes talleres y seminarios. En Katja Alemann encontré una Tesa perfecta. Tiene una imagen potente y realiza un trabajo expresivo muy delicado. Durante los ensayos surgió la necesidad de escribir una nueva escena, y esta vez sí, mientras lo hacía, los tenía a ellos dos en mi cabeza. Los veía hablando con sus voces y sus gestos. El equipo se completó con la dirección de Sergio D’Angelo, con el que ya venimos trabajando en varios proyectos y fue él quien encontró el punto justo a los climas y las imágenes.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux