Sáb 07.01.2006
espectaculos

TEATRO › GERARDO HOCHMAN PRESENTA “SANOS Y SALVOS

“Para mí, el cuerpo siempre habla, junto con el espacio”

Recreará un mundo en el que los performers “andarán por las nubes”.

Dos aros aéreos, un palo chino (una suerte de mástil de seis metros) y la popularmente conocida cuerda floja (aunque en este caso es de alambre, bien tenso) han sido colocados en la antigua aceitera del Abasto, hoy Ciudad Cultural Konex, que a partir del próximo jueves será reabierta (había sido cerrada por cuestiones de seguridad tras Cromañón) con un nuevo espectáculo bajo la dirección de Gerardo Hochman. Sanos y salvos es el título de la obra que protagonizará el grupo La Arena (de jueves a sábados a las 21 y los domingos a las 20, en Sarmiento 3131), que desde 1998 viene trabajando junto al director, pero que recién en esta oportunidad ha decidido aunarse bajo este nombre, consolidándose como compañía.
Un galpón que aún emana un olor propiamente fabril, aunque ahora mucho más pintoresco, es el marco que el director de Fulanos y Ronda eligió para montar este show de virtuosismo acrobático, teñido por supuesto de una poética propiamente hochmaniana. “Desde que hicimos Vibra en este espacio, en el Festival de Verano porteño, yo siempre tuve el deseo de poder volver a trabajar allí. No sólo porque me interesa la Ciudad Cultural como proyecto, sino también porque me gustan los espacios no convencionales y esta especie de ex fábrica me inspiraba mucho.”
Con una troup formada por acróbatas-actores-bailarines, Hochman recreará un mundo en el que los performers “andarán por las nubes”. Todo transcurrirá sobre una plataforma azul que dejará de ser piso para convertirse, mediante el prodigio de la imaginación, en un abierto cielo. Por primera vez el grupo trabajará junto a una banda en vivo, con música original de Omar Giammarco. “Teníamos ganas de cambiar nuestra relación con la música –cuenta el director–, no sólo trabajando con músicos en vivo sino también posibilitando que la composición de esa música fuera de otra manera, más ligada a una búsqueda de laboratorio.”
–¿Y cómo fue ese proceso exploratorio?
–Trabajamos con Omar (Giammarco) durante todo el año. Yo, con los acróbatas, fui acopiando material, buscando imágenes, situaciones, escenas, relaciones, técnicas, pero sin tener una mira muy clara hacia dónde íbamos. El material que ahora integra el espectáculo es el que decantó como el más potente y poderoso para formar una obra. Omar, por su parte, fue juntando material musical en relación a cómo veía que avanzaba la investigación del grupo. Se inspiraba en lo que veía y armaba varios temas, que íbamos trabajando en las escenas. No fue una música hecha por encargo. Dejamos que orgánicamente se relacionaran las escenas con la música.
–¿En ningún momento trabajó con una idea a priori, con un guión del movimiento?
–En este espectáculo no, aunque no uso siempre el mismo método de trabajo. Lo que vamos a presentar acá es fruto del proceso de exploración que la compañía realizó durante todo el año. Nosotros tenemos un sistema diario de entrenamiento: tomamos clases con maestros para mantener o mejorar nuestras condiciones técnicas y también dialogamos con otras disciplinas. Tomamos clases de teatro y danza como complemento. Pero, sobre todo, realizamos mucho trabajo de investigación, conducido por mí, en el que probamos distintas cosas, para ver qué pasa, buscando situaciones y escenas diferentes.
–¿Y qué elemento particular surgió en ese proceso que diferencia a esta obra de las anteriores?
–Este año aprendimos el lenguaje de señas de los sordomudos e hicimos un trabajo con percusionistas. Hay una escena que es una coreografía gestual, inspirada en el idioma de señas. Trabajamos con un profesor y, a medida que íbamos aprendiendo, yo iba proponiendo situaciones que se salían un poco del diálogo común, intentando encontrarle una poética a ese material.
–¿Cree que existe una dramaturgia del cuerpo?
–Absolutamente. Hay una dramaturgia del cuerpo totalmente articulada con la dramaturgia del espacio. No existe una sin la otra. Para mí el cuerpo habla, junto con el espacio: habla con sus calidades, con sus tensiones, con sus direcciones, con sus relaciones físicas. Y hay que hacerlo hablar; ésa es la cuestión.
No sólo una dramaturgia sino también una poética del cuerpo en movimiento es lo que investiga este director desde sus inicios, allá por el ’93, cuando estrenó Emociones simples junto a la compañía La Troup, hasta la multipremiada Fulanos. Y todo surgió “por pura intuición”, dice, ya que “no conocía al comienzo el trabajo de otros grupos extranjeros” (como el Cirque du Soleil). Así inició en la Argentina lo que en los ’90 se dio a conocer como el Nuevo Circo. “Lo que hago es producto de mi formación –explica–, de haber estudiado mimo, teatro, acrobacia, danza, deportes: todo eso sintetizado se me hizo carne y fue volcado a mis espectáculos.” Dentro de este nuevo lenguaje, creado a fuerza de experimentar y fusionar técnicas y disciplinas, cada una de sus obras instaura un universo particular, con su lógica propia. Si Fulanos tuvo una impronta más teatral, Bellas artes fue un ballet acrobático, Gala, una fiesta hipnótica y Ronda, un homenaje al circo rioplatense, Sanos y salvos es definida por su creador como “una vuelta al espectáculo de circo”. Pero a diferencia del modelo circense tradicional, el de Hochman reflexiona sobre la sociedad; ofrece una mirada (y varias preguntas) sobre la locura; construye un mundo poético que invita al espectador a escoger entre un abanico de posibles lecturas; delinea hipótesis acerca de la censura y la libertad, la planificación y el azar, el destino y la casualidad; e instaura la comunicación como el único vehículo que permitirá a la sociedad contemporánea permanecer “sana y salva”. Y todo esto sin una dramaturgia lineal, entre la vorágine y el vértigo creado por la sucesión de arabescos acrobáticos. “Porque éste es un espectáculo con muchas proezas”, anticipa el director.
–Pero, en el escenario no hay ninguna red... ¿Está todo fríamente calculado?
–El circo convive con el riesgo, porque es el arte de lo difícil. Debe haber alguna proeza humana para ser definido como tal. A pesar de que la gente con esta obra se emocione, reflexione, ingrese en la poética, igualmente se le caerá la mandíbula, porque los performers se juegan la vida. Pero esperamos que salgan sanos y salvos.

Informe: Alina Mazzaferro.

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