TEATRO › LEONOR MANSO, INGRID PELICORI Y EL CICLO “ENTRE LO MíTICO Y LO COTIDIANO”
Con Ten piedad de mí y Antígonas, las actrices buscan el contacto entre el mundo mítico y lo cotidiano: “Siempre algo se nos escapa, en la dirección y la actuación. Una trabaja hasta que lo encuentra, y lo que pesca es poesía”, detallan.
› Por Hilda Cabrera
¿Qué elementos míticos subyacen en la cotidianidad? ¿Es posible acceder a un tiempo mítico? ¿Qué es lo que impulsa ese deseo? ¿La necesidad de trascendencia, de liberarse de lo temporal? Acaso una aproximación a interrogantes como éstos se descubran en las dos obras que ofrece el ciclo de teatro argentino contemporáneo “Entre lo mítico y lo cotidiano”, integrado por Ten piedad de mí, de Bea Odoriz; y Antígonas (así, en plural), de Alberto Muñoz. Historias que guardan misterios y alientan transgresiones. Antígonas remite desde el título al personaje del griego Sófocles, a la joven que se rebela ante Creonte, rey de Tebas, quien ordena no enterrar a Polinices, uno de los dos hermanos de Antígona caídos en batalla. Antígona desobedece y cubre con tierra al insepulto para que no lo devoren los animales. Por ese acto es condenada a ser encerrada viva en una tumba excavada en la roca. Ingrid Pelicori –actriz en las dos obras– y Leonor Manso –actriz en una y directora en otra– aclaran que las mujeres de las cuatro piezas breves que componen el espectáculo de Muñoz no son aquélla, aun cuando presenten caracteres que las relaciona con la hija de Edipo y Yocasta, símbolo –en la cultura de la Grecia Antigua– de la que no cede ante el infortunio: “Estas son mujeres de hoy y de acá”, dicen las actrices. “Lo que tienen de Antígona es lo arquetípico, lo femenino entendido según una ley anterior a la patriarcal, que es la ley del varón, el poder y el Estado. Se conecta con lo que se niega y esconde, con lo oscuro y ambiguo que irrumpe como misterioso en lo cotidiano”.
–¿Dicen oscuro por demoníaco?
Leonor Manso: –No, por la zona siempre oscura de la luna. En una de las historias de Antígonas, una cosmetóloga le habla a su clienta de Helena Rubinstein. Esa conversación común cambia de repente al sentir que sus manos perciben otras cosas, y dice, por ejemplo, que los hombres construyen puentes porque no entienden al río, que es lo femenino de la naturaleza.
Ingrid Pelicori: –Leonor es una estudiosa no académica de “la civilización de la diosa”, de la que dan cuenta la filosofía y las tradiciones religiosas antiguas, como el hinduismo.
L. M.: –Hubo una época en la cual el centro de la vida no era un dios sino una diosa. En la Antígona de Sófocles, el diálogo entre este personaje mítico y Creonte es claro. Ella dice que responde a una ley más antigua y sagrada, y me pregunté cuál era. Esa ley exige enterrar a los muertos. Se relaciona con lo femenino, con dar vida y cuidar.
–Se pensaba entonces que el alma del insepulto vagaba sin sosiego...
L. M.: –Sí, por eso aquella Antígona dice: “Aunque parezca que obré como una loca, poco más o menos es a un loco a quien voy a dar cuenta de mi locura”. Uno tampoco concibe la muerte sin entierro, por respeto al muerto y a uno mismo.
I. P.: –Las dos obras interrogan, cada una a su manera, sobre el valor del rito en relación con lo mítico y también en relación con el teatro, sagrado en su origen. Por supuesto, acá es desde lo contemporáneo, donde lo sagrado no es necesariamente religioso.
L. M.: –Me gusta esa relación de lo mítico y lo cotidiano, porque el teatro contemporáneo parece alejarse de estas cuestiones. Es tanta la urgencia por ganarse el sustento diario que todo lo espiritual parece ajeno. Somos parte de los misterios del cosmos, y no digo esto desde el dogma sino desde la comprensión de nuestra naturaleza. La poesía y el arte en general mantienen ese interés, pero al teatro de este tiempo parece no importarle demasiado. Estas historias que se cuentan en el ciclo son de esta época, y aparentemente nada extraordinarias, con personajes como el de una cosmetóloga, una cantante, una profesora de canto y un extraño que quiere tomar clases; dos hermanas que van en bote por un río; una kinesióloga que atiende a una paciente impedida de caminar...
I. P.: –Historias cotidianas en las que se juega algo importante a partir de la compasión, de las ganas de ponerse en el lugar del otro.
L. M.: –Eso es lo que hace la Antígona griega. Ella guía a su padre Edipo (quien se arranca los ojos “por haber sido ciego a la verdad”), expulsado de Tebas. Tiene una actitud solidaria.
I. P.: –Que mueve a preguntar qué nos hace el dolor del otro; qué espacio le damos al otro y si queremos incluirlo y comprenderlo. A preguntarnos sobre el dolor, consecuencia a veces de una decadencia de la sensibilidad a nivel social que influye en el plano individual.
–¿Cómo se traduce escénicamente lo misterioso en lo cotidiano?
L. M.: –Es un trabajo complejo, pero placentero. Sabemos que siempre algo se nos escapa, tanto en la dirección como en la actuación. Una busca hasta encontrar ese canal que, digo, no tiene que ver con lo racional. Una trabaja hasta que lo encuentra, y lo que pesca es poesía. No tenemos la vaca atada. En Antígonas, que dirijo, el trabajo de las actrices es maravilloso y ayudó a encontrar esa poesía que estábamos buscando.
I. P.: –Una podría decir que actuar es abrirse a una dimensión misteriosa. Lo que pasa es que en estas obras el misterio es el tema, entonces la actuación tiene que hallar necesariamente otra dimensión, la del mito, que nos permite construir un relato con lo que pensamos de antemano que es incomprensible, con cuestiones para las cuales no tenemos respuesta.
L. M.: –En la actuación una puede conocer técnicas y tener experiencia, pero llevarla adelante y sostenerla de modo que aparezca el misterio es otra cosa; es un viaje imprevisible.
I. P.: –Pero se logra. Lo difícil de actuar son las malas obras. Cuando el material es bueno, es generoso. Y nosotras nos brindamos. En Antígonas trabaja también Claudia Tomás, que es actriz y cantante, y nos acompaña Diego Vila en el piano. Ten piedad de mí se mete con la muerte, el dolor y la vejez, y allí aparece también esa dimensión mítica. A pesar de estos temas fuertes no abandonamos el humor, que estas obras lo tienen, y es vital, porque no es el humor cínico, tan de moda. Acá no nos reímos de todo.
* Ten piedad de mí, dramaturgia de Bea Odoriz. Elenco: L. Manso, I. Pelicori, Héctor Bidonde, Pablo Pollitzer, Pochi Ducase, Jorge Sánchez y Carla Baglivo. Instrumentistas en grabación: Manfred Kremer y Manuel de Olaso. Escenografía: Ariel Vaccaro. Vestuario: Cecilia Zuvialde. Diseño de iluminación: Fabricio Ballarati. Asistencia de dirección: Lautaro Mackinza. Dirección: Bea Odoriz. C.C. de la Cooperación, Corrientes 1543 (5077-8077). Funciones: sábados a las 23. Localidades: 40 pesos.
* Antígonas, de Alberto Muñoz. Con I. Pelicori y Claudia Tomás. Música: Diego Vila. Dirección: L. Manso. Diseño de iluminación: Pedro Zambrelli. C.C. de la Cooperación. Funciones: los domingos a las 20.30. Localidades: 40 pesos.
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