TEATRO › COINCIDEN EN LA CARTELERA PORTEÑA TRES OBRAS QUE CRUZAN LENGUAJES
Speak 3.0 y 3M2, en el Borges, y Visible, en el Gardel, utilizan elementos tecnoescénicos para instar a la reflexión. “Hay que aprender a incorporar más rápidamente la actualidad al arte”, dicen sus creadores.
› Por Facundo Gari
Cuando el ingeniero Billy Klüver quiso resolver su inquietud, hace 42 años, no gastó en suntuosas invitaciones. Fue discreto y preciso, en la medida en que cualquier ambicioso puede serlo. La convocatoria duró del 13 al 23 de octubre de 1967 y, como resultado, diez artistas experimentales se reunieron en el edificio del 69th Regiment Armory neoyorquino durante diez meses con treinta científicos y técnicos de los Bell Telephone Laboratories. La finalidad: explorar la ligazón entre el teatro y nuevas tecnologías, para luego presentarla ante diez mil espectadores. El público fue del asombro al escándalo, deambulando entre estructuras de polietileno mientras se proyectaban imágenes de video; también había una mochila que transmitía los sonidos de la actividad cerebral del intérprete y células fotosensibles que se activaban con el movimiento de los performers. Y aunque las tecnologías hayan avanzado tremendamente desde ese origen, las reacciones aún se repiten, como si tal eco fuese el karma de estos científicos de la escena antes que la más llana admiración.
Prueba de ello fueron los gestos de incredulidad durante el Tecnoescena, hace un año en el C. C. Recoleta. Por supuesto que una primavera no fue suficiente para encajar nuevos lenguajes en el cerebro colectivo, y esa pausa repetida e incómoda que se produce entre el fin de la obra y el aplauso final parece dar cuenta de la falta de aprehensión del dispositivo tecnoescénico, aun a pesar de los cada vez más constantes híbridos teatrales (Memorias del agua, El vampiro, Improcrash!, Bambolenat, entre otros durante este año). Fabricio Costa Alisedo, artista digital creador –junto con la bailarina Alejandra Ceriani y el músico electrónico Fabián Kesler– de la pieza Speak 3.0, no lo ve tan así. “La primera pregunta que se hace el espectador es ‘¿qué vine a hacer acá’”, se ríe, y luego se pone serio: “La segunda es ‘¿terminó?’, porque la gente quiere más y le cuesta resignarse al final. De todas maneras, hay reacciones de todo tipo”, asegura.
Su software Moldeo, inspirado en efectos del reproductor Winamp, interactúa con la intérprete revestida de sensores y produce el mambo de imágenes en una sala del C. C. Borges, mientras Kesler aclimata con colchones sonoros. También es suya la música de 3M2. Tres metros cuadrados, pegadita a Speak, en la que la bailarina y cantante Valeria Pagola improvisa un trance entre lianas de cables que tienen micrófonos por frutos. “Este tipo de obras apela mucho a lo sensorial”, otorga Kesler. Y trae a cuento su experiencia en talleres de música y tecnología para chicos, un espacio fuera del “círculo cerrado del arte contemporáneo elitista”.
La opinión de Ana Laura Suárez Cassino, autora de y actriz en Visible, dirigida por Ana Alvarado e interpretada por La Fase, coincide en este aspecto con la de Alisedo y Acosta, aunque la receta de su obra ponga el relieve más sobre el abordaje de las problemáticas a partir de la tecnología que su implementación concreta en el C. C. Carlos Gardel. Esa mirada crítica está planteada “en relación con lo que se ve, lo que no, lo que muestra, las capas, desde un lugar performático”, explica la dramaturga. Visible funciona como una computadora: la obra inicia, se cuelga, se “resetea” y vuelve a arrancar, a manera de cortes-escenas que ponen el dedo sobre diversas críticas al rol del artefacto en la conexión humana, posibilitada aquí por “tecnología obsoleta” reciclada. Los actores se enchufan lucecitas por las fosas nasales: no logran despegarse del macabro wallpaper teletubbie Felicidad.jpg. Pero lo que sí es constante en las tres (a)puestas es el refresh que cada función significa: “Ninguna es igual a la anterior porque la tecnología tiene sus arbitrariedades”, advierte Suárez Cassino.
Lo que hasta aquí no ha sido aclarado es en qué punto una obra debe ser considerada como de fusión entre formatos tradicionales y la nueva tecnología: todas las puestas involucran cablerío. Por ello, para Alisedo resulta “burdo” y “una moda” usar esa denominación. “Todo el mundo sabe que las luces son electrónicas. La presencia de tecnología está más asociada a la cercanía con el cuerpo, como sucede con el celular y la laptop en la vida cotidiana. La preocupación es estar más cerca de lo tecnológico y sacar a la superficie todo lo que usualmente queda detrás”, zanja. Suárez Cassino añade que “es un lenguaje nuevo, que no es teatro”. “Nos gusta la palabra ‘performance’”, afirma él. “Se usa la tecnología como lenguaje propio. Se la pone de relieve como capa de lectura, no como apoyatura de lo demás”, aporta ella. “Esto todavía es bastante nuevo y es difícil clasificarlo. Estamos en la época de laboratorio, con la motivación de emocionarnos y divertirnos, sin saber cómo vamos a terminar”, admite él.
–¿Plantean estas performances como la evolución del teatro de formato más tradicional?
A. L. S. C.: –La tecnología como proyección escenográfica se usa desde hace mucho. Creo que los lenguajes empiezan a dialogar y es un paso natural, necesario.
F. C. A.: –Aquí es algo que empezó a darse desde el primer Tecnoescena, que es el planteo que hace Javier Acuña (creador del festival y del sitio Alternativa Teatral): la tecnología es parte de la sociedad. Hay que dejar de verla como elemento separado del cuerpo cultural y social.
F. K.: –Es una evolución natural. Aún vivimos el momento de aplicación tecnológica en la escena y no sé si vamos a llegar a ver su instalación definitiva. Esta época está inmersa en la reflexión. Y hay que abrir la puerta a todo formato. Que haya relación entre la performance, lo visual y sonoro hace que te metas en un viaje estético y metafórico.
–¿Y su rol como artistas?
F. K.: –El artista es útil a la sociedad, aunque muchas veces no se lo vea de esa forma. En este caso, porque se muestra desde la tecnología en sí y cómo se puede integrar en una obra para posibilitar la reflexión. Una vez me pregunté si un mensaje de texto me ayudaba a vivir, y ahora no tengo celular y estoy tranquilo. En las obras veo ese tipo de planteos y está bien, porque uno a veces actúa demasiado automáticamente.
F. C. A.: –Hoy hay muchos desarrolladores en el mundo. Cuando yo estaba con Moldeo, en otra parte otra persona desarrollaba algo muy parecido. Tiene que ver con el paradigma actual, que evoluciona. Pero la obra se gesta siempre desde el mismo lugar: tengo algo para decir y mostrar. Nuestro deber es hablar de la tecnología porque es nuestra vida. Y hay que incorporar más rápido la actualidad al arte.
* Speak 3.0 y 3M2 en el C. C. Borges (Viamonte 525), los viernes a las 20.30. Visible en el C. C. Carlos Gardel (Olleros 3640), sábados a las 20, a la gorra.
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