TEATRO › LOVELY REVOLUTION, DIRIGIDA Y ACTUADA POR ENRIQUE DACAL
La obra de Enrique Papatino, quien también actúa, integra escenas protagonizadas por Mariano Moreno, su esposa y dos representantes del poder de la época. Y los hechos históricos se cruzan con otros fruto de la imaginación.
› Por Cecilia Hopkins
Estrenado el año pasado sobre texto de Enrique Papatino, música de Pablo Dacal y dirección de Enrique Dacal, Lovely Revolution (Vertiginosa tertulia de Teatro Musical) retoma sus funciones en el Teatro La Comedia en vísperas del Bicentenario. Con la actuación del autor y el director, además de Julio Ordano, Jessica Schultz y cuatro músicos en escena, el espectáculo integra una serie de escenas protagonizadas por Mariano Moreno, su esposa Guadalupe Cuenca y dos representantes del poder de entonces. Los hechos históricos –y también los sucesos fantaseados– transcurren durante los 39 días que duró el viaje de Moreno hacia Europa. “Con esta obra intentamos poner en escena lo que llamo nuestra sapiencia e ignorancia promedio sobre los acontecimientos de Mayo”, afirma Enrique Dacal en una entrevista con Página/12. Es que, según el director, a doscientos años de los hechos, “hoy todavía estamos fascinados por un imaginario que nos representa la Revolución de Mayo como una gesta de ostentosos movimientos de un pueblo que, harto del yugo español, se levantó un día exigiendo saber de qué se trataba”.
Con el objeto de ir más allá de lo que suele enseñarse en las escuelas, la obra busca puntualizar que los hechos de Mayo “fueron motorizados por una vanguardia que veía la oportunidad de entrar de lleno en el amplio mundo que se abría a partir de la caída de los viejos regímenes renacentistas”. Según Dacal, en la necesidad de construir una identidad nacional, lo que ha prosperado a lo largo de estos dos siglos es un conjunto de imágenes que hablan de “una épica gloriosa e inmarcesible, pasional y poco reflexiva”. Sin embargo, Dacal advierte que, “si bien la violencia acompañó al despliegue de ideales y ambiciones encontradas durante la era independentista, en Mayo primó la diplomacia hasta el borde de la guerra; pero sólo hasta el borde”.
–¿En qué situaciones de la obra se reconoce mejor esa mirada crítica y revisionista para con la Revolución de Mayo que tiene el espectáculo?
–Saavedrismo y morenismo parecen haber sido la derecha y la izquierda de aquellos tiempos. En Lovely... se reproducen textos fieles de aquel enfrentamiento ideológico y también nos permitimos, sin aviso previo, insertar audacias y heroicidades nunca cometidas que podrían haber cambiado el curso de aquella historia y nuestra contemporaneidad.
–¿Por ejemplo?
–El personaje de Guadalupe Cuenca está desprovisto de la ingenuidad e inocencia que nos sugieren los datos históricos. La esposa de Moreno, en la obra, es capaz de actuar con una potencia reivindicatoria que no ejerció en la realidad. Así es que nos permitimos contar una historia que propone un nuevo imaginario, una nueva Ilíada fundadora de nuestra nacionalidad.
–¿Cómo definiría a estos cuatro personajes?
–Nos gusta definirlos como “parientes cercanos” de aquellos hombres y mujeres de la historia. Sus discursos y peripecias están construidos tomando algo de lo que sabemos como fue y, también, con otro poco de lo que sospechamos como pudo haber sido. Papatino con el libro y, en mi caso, con la puesta en escena, no hemos observado ningún respeto por la rigurosidad histórica, ni por la reconstrucción de la época ni tampoco por la evocación del espacio original.
–¿Qué representa su personaje, entonces y ahora?
–Mi personaje es Arnold, el inglés. Y un inglés, en la historia de la emancipación americana, siempre significó lo mismo: el que se queda con la mejor parte. Los ingleses quisieron conquistarnos con las armas y, años más tarde, fueron los primeros en reconocer al gobierno patrio. Un poco más tarde habían comprado al pseudopresidente Rivadavia, después nos bloquearon los puertos, y años más tarde hicieron decir a Roca que la Argentina constituía la “joya más brillante de la corona británica”, y años más tarde... Siempre hubo un inglés. Arnold podría haber triunfado del brazo de Moreno, como lo hizo abrazado a la contrarrevolución. Gran Bretaña gozaba de simpatía arrolladora desde todos los sectores, toda vez que ostentaba el medallón de haber terminado con la fiebre napoleónica. Arnold representa lo nuevo, el progreso, la simpatía. La tradicional flema británica que, muy a menudo, suele transformarse en un escupitajo a la cara de los pueblos ingenuos.
–La jabonería de Vieytes y el salón de Mariquita aparecen en la obra de un modo singular...
–Tienen que haber sido, además de usinas conspirativas y revolucionarias, antros más o menos lujosos pero siempre proveedores de diversión. ¿Con qué se entretenían los porteños? ¿O creeremos que sólo pronunciaban frases dignas de aparecer en elementales libros de historia? ¿No se emborrachaban? ¿No circulaba el ajenjo? La Jabonería y el Salón de Mariquita deben haber sido, sin dudarlo, cunas de nuestra libertad, pero tampoco dejamos de sospechar sobre las bienvenidas cuotas de frivolidad que deben haber habido entre sus paredes.
–¿La escuela tergiversa la historia?
–Varias generaciones de argentinos, entre las que están incluidas la de Papatino y la mía, nos hemos formado en la escuela sarmientina, memorizando volúmenes de las historias de Astolfi, Ibáñez y Grosso, al que siempre se le adjudicaron las culpas de la tergiversación del relato de nuestra historia. Nos han inculcado un relato histórico poblado de gestas helénicas protagonizadas por sublimes y pulcros próceres sin contradicciones e incapaces de pronunciar frases profanas. Somos el producto de narraciones sin matices ideológicos que, en realidad, constituyeron toda una ideología puesta en práctica para construir una sociedad dependiente del conocimiento enciclopédico, y sin tiempo ni elementos para reflexionar sobre su propio pasado y su destino.
–¿Cómo es, para usted, la otra historia?
–Si hurgamos en la penumbra de los datos históricos, podremos concluir en que hay una sumatoria de hechos paradojales que nos sugieren otro devenir para la formación de nuestra identidad como pueblo y como nación. Mariano Moreno, por ejemplo, es la máxima expresión revolucionaria de aquel Mayo y, también, es el primer devorado por los hechos oscuros que se sucedieron inmediatamente después de constituido el primer gobierno patrio.
* Lovely Revolution puede verse en el Teatro La Comedia, Rodríguez Peña 1062, los domingos a las 20.
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