TEATRO › MARIA AURELIA BISUTTI Y JOSE MARIA MUSCARI
Ella como protagonista, él como director presentan la pieza teatral Piel de chancho.
Ella era la chica dulce y rubia del Teleteatro para la hora del té, que allá por el ’56 hacía suspirar a tantas mujeres –las privilegiadas dueñas de televisores y todas sus vecinas del barrio, que se amuchaban alrededor del novedoso aparato para seguir con pasión los avatares de la heroína–. El es el joven transgresor de los ’90, que sin prejuicios exhibió la carne, la sexualidad –y, sobre todo, la homosexualidad– en más de una sala subterránea del circuito off. Ella es la mujer de blanco, que con su aire inocente conquistó corazones en televisión, cine y teatro. El es el hombre de negro, de pantalones de cuero, que puso a relucir a las más oscuras personalidades en Pornografía emocional, Mujeres de carne podrida y Shangay (léase Shan-gay). Ella, la reina de la telenovela rosa de los ’70 y ’80. El, el rey del teatro queer, tan glamoroso como bizarro. ¿Qué tienen en común María Aurelia Bisutti y José María Muscari? Que ayer estrenaron Piel de chancho, obra en la que trabajan juntos –ella en el papel protagónico, él como director– y que presentarán los sábados a las 23 y los domingos a las 20 en el Teatro del Pueblo (Roque Sáenz Peña 943). Con la mayor naturalidad, esta dupla inesperada se presentó para dialogar con Página/12 y contar la cocina de la obra recién estrenada, producto de haber puesto en la olla dos ingredientes aparentemente antagónicos. Ella, de peinado y vestido impecable, celeste cielo. El, con musculosa naranja rabioso, como salido de aquel mundo subterráneo en el que dio sus primeros pasos. El resultado: algo “poco convencional” –dicen ambos– con gusto a “posmodernismo” irreverente y olor a antaño.
–Ustedes provienen de circuitos, se podría decir, antagónicos, que no se cruzan. ¿Cómo fue que terminaron trabajando juntos?
José María Muscari: –Yo escribí la obra pensando en las actrices que la interpretarían. Tenía conocimiento previo de las otras dos actrices, pero no de María Aurelia. Escribía pensando que ella la actuaría pero sin conocerla, con la certeza de que, llegada la hora, me iba a decir que no. Sin embargo, la llamé, ella me atendió muy respetuosamente y después de leer la obra, para mi sorpresa, aceptó.
María Aurelia Bisutti: –En mi caso, yo había escuchado hablar de él por amigos, pero no había visto ninguna obra suya. Mucha gente me advirtió que él era muy zafado, muy especial; me decían “te va a querer poner en bolas”, aunque yo pensaba ¿quién me va a querer poner “en bolas” a mí a esta altura? Lo que me fascinó fue el diálogo que tuve con él. Y leí la obra y me pareció bárbara. Además, tenía muchas ganas de hacer teatro; hacía bastante que no trabajaba más que en algunas comedietas de la costa. La idea de trabajar con él en una obra tan impactante, de personajes tortuosos y a la vez graciosos, me encantó. Son personajes muy especiales, uno se ríe aunque no sabe muy bien por qué.
–¿Y por qué María Aurelia y no otra?
J. M. M.: –A mí me gusta mucho jugar con la iconografía de las actrices. Con el personaje de esta obra –una abuela– me pasaba que, como es tan universal, quería que quien lo interpretara fuera una actriz que no fuera asociada con la típica abuela. A María Aurelia yo la asocio a una época muy glamorosa del cine y la televisión, al divismo, al juego de la estrella. Me pareció interesante poder ver a una actriz con esas características en un espectáculo que no tiene nada que ver con ellas, que juega con un costado totalmente diferente, mucho más “actoral”.
Precisamente, en esta oportunidad, la Bisutti –lejos de la protagonista de piel de seda– interpretará a una abuela, más cerca del esperpento humano que de la ancianita de cuento, que deberá realizarse un transplante nada menos que de piel de chancho. “Naná fue una mujer a la que le explotó un calentador y así mató a sus dos hermanas, que murieron incineradas, y ella quedó quemada por todo el cuerpo, menos la cara”, cuenta Muscari. Mientras tanto, la hija de Naná (Armenia Martínez) y su nieta (Laura Espinola) no serán de mucha ayuda: la atormentarán con un sinfín de problemas, la primera con sus traumas de lesbiana reprimida y la segunda con los propios, producto de la bulimia, la anorexia y su tendencia a laviolencia. “Es un universo bastante poco convencional: son mujeres que están atravesadas por una tragedia familiar”, resume su autor. Y la Bisu-tti acota de inmediato: “Son personajes muy fuertes. Hacer esta obra es como tirarse a la pileta”.
La tragedia para Muscari se transformará en comedia en el momento en que, a pesar del código realista que se utiliza, todo suene más que absurdo: “Mi sello está: es ese humor doloroso, que tanto me caracteriza”, dice el creador de Derechas. ¿Y cómo fue para María Aurelia –la misma que debutó en la compañía de Ana Lasalle y trabajó junto a Rodolfo Bebán, Osvaldo Miranda y Carlos Carella– interpretar a este personaje todo vendado, arropada con una bata y un sombrero?
M. A. B.: –Me animé a hacerlo porque me gustó el personaje. Yo no hice sólo damitas de telenovela, sino también personajes importantes, desde una mulata rosista capaz de matar hasta los personajes de Alta Comedia o los del Teatro Universal de los sábados. No tengo miedo de pasar de la damita a un personaje en el que me vean. Al contrario, ya que todos andan diciendo cuándo va a hacer teatro la Bisutti, ¡que vengan y me vean!
Contenta con su personaje y de vuelta en carrera, Bisutti encontró en Muscari no sólo a un director sino también a una persona “muy querible”. Igualmente satisfecho se encuentra el creador de Grasa, que dice haber hallado en la diva a una actriz comprometida, “que podía haberlo hecho de taquito confiando en su bagaje y sin embargo estaba preocupada y ocupada por que todo le saliera bien”. Y así se van juntos, como llegaron, codo a codo. Dos almas que recorrieron caminos aparentemente irreconciliables y que sin embargo se cruzaron para entablar no sólo una relación laboral sino también de amistad. Prueba de que todo es posible en la cocina del espectáculo: que en el mismo guiso se puede juntar el agua y el aceite y hacer que los extremos –el cielo y el infierno– por única vez se toquen.
Informe: Alina Mazzaferro.
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