TEATRO › EL CELEBRE CIRQUE DU SOLEIL LLEGA EN MAYO A LA ARGENTINA
Saltimbanco, el espectáculo que trae la compañía canadiense –un mix que integra habilidades circenses con danza contemporánea, gimnasia artística y música en vivo, al servicio de una impactante puesta en escena– se representará en una carpa instalada en la Costanera Sur.
› Por Cecilia Hopkins
Hace 25 años, un veinteañero de profesión lanzallamas formó en Montreal una troupe de artistas callejeros a la que bautizó Cirque du Soleil. Guy Laliberté –tal era su nombre artístico– jamás imaginó que estaba fundando las bases de una sólida empresa que, con los años, contaría con otras sedes, como las que actualmente mantiene en Amsterdam, Singapur y Las Vegas, además de varios elencos en gira por todo el mundo. Adquirida pacientemente en los primeros años de trabajo conjunto, la marca que caracteriza a esta agrupación –un mix que integra habilidades circenses con danza contemporánea, gimnasia artística y música en vivo, todo al servicio de una impactante puesta en escena– fue copiada a diferente escala por decenas de grupos europeos y latinoamericanos. En una conferencia de prensa celebrada en el Malba, los representantes del afamado circo canadiense anunciaron que el próximo 4 de mayo debutarán en Buenos Aires con su espectáculo Saltimbanco. Ya de gira por México y Chile, el Cirque... ofrecerá 50 funciones en una carpa a construir en la Costanera Sur (ver recuadro), después de lo cual continuará con su tournée en Brasil. Las entradas ya se encuentran a la venta: oscilan entre 90 y 450 pesos.
Hace dos años, cuando Saltimbanco se encontraba de gira por México, el elenco multinacional festejó las cuatro mil funciones a escala mundial de este show, por lo que hoy se considera que ya fue visto por unos 15 millones de personas. Obra creada por el director Franco Dragone, es ésta la cuarta producción de la compañía, el espectáculo de mayor duración de los 11 que mantiene el Cirque du Soleil en gira por el mundo, algunos de los cuales permanecen fijos en alguna de sus sedes por sus necesidades técnicas y arquitectónicas. Presente en la conferencia de prensa, el director de arte de este espectáculo, Mathew Jessner, aclaró que Saltimbanco no se ha cristalizado en el tiempo, sino que, por lo contrario, se encuentra en permanente renovación: “Es el mismo show pero, a la vez, es distinto cada noche, porque va evolucionando. Pero no es porque nosotros lo cambiemos expresamente, sino porque el público nos influye, ya que en cada lugar vamos encontrando una reacción diferente”. En cuanto a las expectativas del próximo desembarco del Cirque du Soleil en el país, Jessner afirmó: “Esperamos recibir una respuesta emocional pero, como sabemos que este país es muy culto, creemos que se va a valorar la sofisticación y refinamiento del espectáculo”. Este elenco incluye 55 artistas de 15 nacionalidades diferentes, cuyas edades oscilan entre los 9 y los 51 años, los cuales realizan una docena de actos que exponen diferentes técnicas, entre otras, malabarismo, diábolo, mástiles chinos, boleadoras (a cargo de la argentina Adriana Pergorele y una italiana), solos y dúos de trapecio, columpio ruso, cuerda floja, correa elástica y payasos. Tanto el director como el luminotécnico Robert Mackenzie expresaron que Saltimbanco fue creado como “una celebración de vida, como un antídoto contra la violencia imperante, y que ofrece una nueva visión de la vida urbana, así como un desborde de optimismo, delicia y regocijo”. Si bien se anunció que el espectáculo no ofrece una historia lineal –no se presentan animales tampoco ni hay escenas habladas–, el show se vertebra en torno de un personaje principal, encarnado por el ruso Maxim Ventilov, quien representa a un niño que vive en los suburbios de una gran ciudad, que va transformándose en el trance de explorar el mundo, a lo largo de las diferentes escenas. Hermano de la niña que estrenó este mismo montaje hace 14 años, este artista de 10 años aparece en escena acompañado de sus padres, junto a quienes realiza un impactante número de obertura. “La participación de chicos en el espectáculo tiene un valor simbólico –puntualizó el director–, la idea es representar a través de ellos la esperanza y hablar de un futuro sin violencia ni ansiedad social.” Añadió luego: “Más allá del elevado nivel tecnológico del show, la esencia de nuestro trabajo es la dedicación, la pasión y el talento que ponen nuestros artistas, de manera que podemos afirmar que lo nuestro no es para el espectador sólo un producto, sino también una experiencia”. Cuando se le preguntó al productor Marcelo Ripoll acerca del costo que demandará este espectáculo, sólo se logró una respuesta elusiva de su parte: “Este es un show extremadamente grande, con muchos artistas y mucha tecnología, de modo que sólo puedo decir que el costo está en directa relación con la calidad”.
Robert Mackenzie, quien desde hace 10 años trabaja en el Cirque... desde su rol técnico, señaló en conversación con Página/12 que “la agrupación fue creciendo en una época en la que no existía una tecnología como la actual: nada estaba computarizado y, con el tiempo, se fue interesando cada vez más en las posibilidades de este campo en razón de tener una mentalidad muy abierta”. Pero esta apertura, según amplió, “no está aplicada solamente a las áreas de la creatividad y el negocio”. Según describió, a la par de las actividades comerciales que generan los elencos del Cirque... que giran por el mundo, existe el Cirque du Monde, una división de la misma agrupación que tiene como objetivo realizar programas sociales para ayudar a jóvenes y niños de bajos recursos o con capacidades diferentes y, a través de escuelas y talleres sobre técnicas de circo, “se les ayuda a desarrollar otras habilidades y aumentar su autoestima”. Subrayó asimismo que desde hace 7 años existe en México la escuela Machincuepa, donde se imparten estas clases de arte circense, también hay talleres permanentes en países de Africa, donde el Cirque nunca ha llevado ningún espectáculo. A pesar de que el circo es tradicionalmente una actividad dedicada a los niños, Mackenzie sostiene: “Nosotros no dedicamos nuestros shows a ningún tipo de espectador determinado. Estamos muy orgullosos de lo que hacemos: hacemos foco en la juventud, en la niñez, pero nuestro trabajo es para todos, es un regalo que hacemos a la humanidad (risas). Bueno, no aspiramos a tanto... pero en serio, trabajamos muy especialmente para la niñez y la juventud”. En una entrevista con este diario, el director Jessner amplió el tema y aportó otros datos.
–Lamentablemente no serán muchos los niños y jóvenes argentinos que estarán en condiciones de ir a verlos, con la entrada más barata a 90 pesos y las mejores ubicaciones a 450.
Mathieu Jessner: Bueno, son dos cuestiones aparte. El Cirque du Soleil es un negocio y eso es así. Pero aparte de presentar espectáculos, nosotros hacemos trabajo social, sólo que no lo publicitamos demasiado. Algunos artistas destinan dinero para instituciones de niños y jóvenes, pero nosotros no queremos hacer eso, sino que preferimos organizar talleres sobre técnicas circenses y mostrarles las habilidades que ellos mismos pueden desarrollar.
–¿Cómo implementan ese trabajo social?
–Una parte de la compañía realiza intercambios y talleres para organizaciones no gubernamentales. Hacemos actividades en países donde sabemos perfectamente que nunca vamos a hacer presentación alguna, como los de Africa, por ejemplo. Sería como el brazo social del Circo du Soleil, pero un brazo conectado al corazón. Porque no solamente se benefician los chicos que realizan las actividades, sino que nos enriquecemos nosotros mismos. Así que lo que hacemos no es una cuestión de buena conciencia o benevolencia.
–¿Tienen pensado realizar aquí también ese intercambio?
–Sí. Nuestra idea es llegar a un país y realizar un acercamiento de tipo cultural. Después nos aproximamos a lo social. Conocemos las escuelas de circo y danza de cada lugar, creamos con algunas instituciones una red local y, cuando nos vamos, sabemos que los que quedan son los que van a dar continuidad a nuestro trabajo.
–¿Hace cuánto tiempo que se desempeña como director artístico de este espectáculo?
–Hace tres años y medio. Como Saltimbanco fue creado hace 14, mi responsabilidad es mantenerlo vivo. Por eso tengo a mi cargo la contratación de los nuevos artistas y su integración al espectáculo. Porque cuando viene alguien nuevo yo no quiero que imite al anterior, sino que, basándose en su propio modo de trabajo, encuentre su modo de sumarse al equipo. Les doy mucha libertad y esto implica mucha responsabilidad. Más que un show, me parece que todos formamos una especie de microclima.
–¿Cómo se lleva la compañía en gira?
–De alguna manera es como volver al antiguo formato del circo ambulante, aunque ahora no se viva más en trailers. No tenemos más remedio que recurrir al hotel, para que todos estén juntos. Pero en gira hay mucha camaradería, porque todos están en viaje. Cuando los espectáculos están fijos en una ciudad, en cambio, cada uno está en su casa. En Las Vegas, por ejemplo, el equipo es de unas 350 personas. De modo que solamente se encuentra con el grupo arriba del escenario.
–¿Cuántos personajes hay en Saltimbanco?
–Cada artista tiene, al menos, 4 personajes cada uno. Todos, a su modo, pasan por las mismas etapas: nacimiento, crecimiento, iluminación, declinación y muerte. Pero tiene una forma muy difícil de explicar; nada en el show es mecanizado, sino que se basa sobre ideas que los artistas incorporan y hacen suyas. No es una comedia musical. Aunque me gusta mucho ese género, yo siempre aclaro que esto es otra cosa.
–¿Siempre estuvo vinculado con el circo?
–No, mi relación con este arte data de 7 años atrás. Mi formación artística es una rara combinación. Hace años fui bailarín clásico, luego neoclásico y, más tarde, pasé al teatro. En ese momento me interesé en la dirección. Además, yo fui cantante y músico. Por mucho tiempo toqué tabla, instrumento de percusión hindú. Cuando me interesé por el circo me di cuenta de que contaba con muchas herramientas para atender a los diferentes roles artísticos.
–¿Cómo describiría Saltimbanco?
–Para mí, el espectáculo trata sobre la evolución de arquetipos emocionales. El público verá colores, imágenes, pero también recibe mensajes, aunque éstos no sean pedagógicos. Porque no intentamos que la gente salga con la sensación de que con nosotros aprendieron algo determinado, sino que se lleven sensaciones. Aunque con esto no quiero decir que Saltimbanco tenga algo de sentimental, nada de eso. El espectáculo trata sobre la experiencia de la vida, y esto incluye el crecimiento pero también la muerte. Nos parece que es bueno hablar de ella. Porque es tanto el miedo que se le tiene a la muerte que ese temor impide la realización de muchas cosas en la vida.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux