Jue 23.03.2006
espectaculos

TEATRO › JORGE GOMEZ, AUTOR DE “BIBLIOCLASTAS”

“Destruyeron los libros para quitarnos un modo de pensar”

Autor y actor, Jorge Gómez relata aquí cómo surgió la obra Biblioclastas, que se presenta en La Colada.

› Por Hilda Cabrera

“Es cierto que, comparada con el genocidio, la quema de libros no parece un hecho grave. Pero los libros simbolizan muchas cosas. Censurar y destruir libros es quitarnos conocimiento y oportunidad para desarrollar el pensamiento crítico.” El actor Jorge Gómez reflexiona así a propósito de la obra que acaba de estrenar en La Colada (Jean Jaurés 751), donde el viernes 24 habrá doble función, a las 20.30 y 22.30. Su título, Biblioclastas, supone un acercamiento en tono de farsa a ese “querer borrar el pasado destruyendo” y una mirada irónica sobre la relación de los individuos con la cultura. Esta pieza escrita por Gómez y María Victoria Ramos transparenta la existencia de una superestructura destinada a censurar y quebrar lazos sociales: “En las fotografías recuperadas del Centro Editor de América Latina (CEAL), fundado por Boris Spivacow, no aparecen personajes vivando y quemando libros, como los de las imágenes que conocemos de los soldados y civiles nazis –observa Gómez–, sino gente en actitudes de indiferencia y desidia. Fotos en las que se ve en primer plano la quema y hacia el fondo a unos policías charlando y fumando como si nada ocurriera.” El actor personifica en este montaje a Fénix, el encargado de incinerar todo lo que llega a un destartalado galpón. Lo acompaña Luis Ferreyra en el papel de Gutiérrez, un correntino en apariencia sumiso.

El disparador de esta puesta es la destrucción de libros durante la última dictadura militar. Los puntales artísticos en la formación de Gómez han sido –confiesa– los trabajos de Eduardo Pavlovsky, Norman Briski y Griselda Gambaro, quien leyó y corrigió el texto: “El temor a que la obra resultara muy literaria se esfumó cuando tomamos conciencia de que en nuestro país hubo un plan sistemático de aniquilamiento de la cultura, que se desarrolló en un espacio burocrático que a nosotros nos pareció teatral”. De ahí la idea de ubicar la acción en un predio municipal con aspecto de oficina y depósito, donde Fénix, vestido con delantal gris y corbata, apila bolsas de consorcio destinadas a la hoguera.

Fénix reproduce el discurso de la dictadura, y es “homofóbico y antisemita”. Contrapuntea con Gutiérrez, ensimismado por momentos en la lectura de un Manual de Procedimiento. Fénix vuelca su asfixiante paternalismo en un pájaro que descubre en una bolsa y salva de las llamas. En el malicioso diálogo que entablan uno y otro surgen nombres, como el de Smuciewicz, un judío que desaparece no se sabe cómo, y el paraguayo Patiño. “Lo que contamos en la obra es doloroso, pero lo hacemos mostrando el costado cómico de los personajes, y eso sirvió de catarsis”, afirma. La pieza se estrena luego de seis meses de ensayo y con puesta de Adolfo Dorín, quien se formó y trabajó con Alberto Ure y fue asistente de Jaime Kogan antes de radicarse en Francia, donde vivió hasta hace dos años.

En cuanto a la quema de libros, comprende a quienes se vieron obligados a tomar esa decisión para protegerse o proteger a otros: “Ese acto significó para muchos una tragedia”. Pero hubo quienes los escondieron y lograron recuperarlos, como los artistas plásticos marplatenses Oscar Elissamburu y Nélida Valdez: “Ellos los habían enterrado en el jardín de la casa; dibujaron un plano para poder rescatarlos después, pero perdieron ese plano y encontraron los libros cuando habían pasado ya quince años”. Las portadas de esos textos prohibidos, retratadas por Marcelo Brodsky, son las que ahora se exhiben hasta el 2 de abril en Espacio Living del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930).

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