TEATRO › LUCIANA MOSCA Y GONZALO MORA HACEN IMAGEN Y SEMEJANZA
El espectáculo que esta pareja artística y en la vida real ofrece en el Circo del Aire es una mixtura de danza, teatro físico y artes circenses. Sin palabras, la dupla aborda la soledad, el amor y el encuentro entre dos personas.
› Por Sebastián Ackerman
Cuentan una historia. Narran su experiencia. Expresan sus sentimientos. Pero en Imagen y semejanza no hay una sola palabra: Luciana Mosca y Gonzalo Mora hablan de la soledad, del amor y del encuentro de dos personas, pero en su propio lenguaje: a través de una mixtura de danza, teatro físico y artes circenses. “Como seres humanos podemos estar en pareja, tener familia, y aun así somos solos”, reflexionan ante Página/12 sobre lo que los llevó a pensar esta obra. “Todo lo que nos pasa por dentro podemos comunicarlo, pero finalmente sigue estando adentro un lugar que cada uno vive como su espacio, en soledad. Ahí es donde ese ser humano es completamente abierto y libre. Cuando está con otra gente, uno ya cambia... Queríamos poder ver esa ventana, ese lugar de cada uno. De este hombre y esta mujer, con sus contradicciones y sus locuras”, coinciden sobre el espectáculo que vuelve a los escenarios los sábados a las 21.30 y los domingos a las 20.30 en el Espacio Circo del Aire (Chacabuco 629).
Cada uno tiene una forma de expresión, el mástil y la soga, y con ellas se atraen y se separan, se encuentran y desencuentran, se aíslan y coinciden, tanto en el escenario como en las alturas. Ambos acróbatas sostienen la obra con sus cuerpos, sus movimientos, sus gestos, en un escenario despojado, y hablan a través de los elementos circenses que los incitan a mostrarse heridos y reconfortados por la presencia del otro. ¿Cómo decir sin palabras? “Hablamos del encuentro porque nos conocimos en un festival de circo, y ese encuentro nos hizo volar, nos despertó las ganas de armar nuestros espectáculos”, explica Mora. “Siento que, por venirme de Chile, tener un hijo allá, acá en Buenos Aires entro en el enredo”, dice, y se hace un bollito mientras gira las manos sobre su cabeza. “Y en una de las escenas este personaje se enreda en la cuerda, hablando de eso que tengo adentro por haber cambiado de país. Esto es parte de mi vida y en la obra uno se exorciza de ese enredo. Siento que estoy menos enredado que cuando estrenamos la obra”, revela.
Esa mezcla de formas artísticas es la exploración de un lenguaje vivo, todavía en formación. Para Mosca, desde hace 14 años en la Compañía La Arena, “los límites entre los lenguajes de circo, teatro y danza ya son difusos” porque desarrollaron “una forma de moverse y de mezclar estas cosas que es muy orgánico. Es todo parte de una misma expresión artística”, explica. Por su parte, Mora, fundador del grupo CiKlos Organismo Teatral en su Chile natal, se acercó al circo para investigar la “parte más plástica” de las tablas. “Siempre trabajé con un guión escrito, nos sentábamos a pensar en eso que se quiere decir y cómo lo llevamos a escena”, pero ahora el acento también está puesto en el espacio escénico: “Las líneas que hacen los cuerpos en el espacio, el accionar que cada uno tiene con su elemento de circo, hacen que la obra pueda sacar a la luz eso de la pareja, la contradicción, la soledad, el encuentro y el vuelo. Es a través del accionar con el elemento de circo que podemos mostrar esa relación”, argumenta.
Sin embargo, la característica de este lenguaje propio del Nuevo Circo es que gira alrededor de las técnicas circenses: ambos coinciden en que si no hay acrobacia y destreza técnica, no es circo. Y en Imagen y semejanza está: “Porque sí hacemos circo”, dicen. “El circo tiene riesgo, y este espectáculo tiene riesgo.” Para Mosca, es una manera directa de llegar al espectador: “Lo ves y te llegan las cosas. Ves a la gente volando en el trapecio y estás con ellos, el clown te hace reír... es directo. Como la música, que tiene ciertas sensibilidades que te llegan sin que metas la cabeza; con las imágenes pasa lo mismo, ves una imagen y te llegó”, compara. Y Mora agrega que empezó a entrenar circo porque “la pirueta es intrínseca al ser humano, es popular”. “Sentí que era un lenguaje que conjugaba lo plástico que quería mostrar con la danza y el teatro.” Pero, apuntan ambos, el mero hecho técnico no alcanza para crear un nuevo lenguaje: “Esa técnica tiene que tener un alto nivel y estar al servicio de lo que se quiere decir, de una propuesta dramática”.
Mosca y Mora no sólo son pareja artística, también son pareja en la vida real. Se conocieron hace casi tres años en un festival de circo y danza en Lima, Perú, y aseguran que lo suyo fue amor a primera vista. “Lo primero fue el amor”, recuerda Mosca, que no conocía el trabajo de la compañía de Mora porque él estuvo en Lima en un intercambio: “Después me pasó su material y por suerte me gustó. ¡Menos mal!”. Al flechazo le siguió que a los dos meses ella fuera a Chile y luego él viniera unos días a Buenos Aires. “Lo que pasa en el delirio del amor nos prendió para el lado de la creatividad, y de ahí surgió la idea de hacer algo.” Ese “algo” trajo al chileno a vivir en la Argentina. “Funcionamos bien como pareja creativa, fue el amor y su consecuencia”, se entusiasma Mosca, y Mora admite que en un momento se plantearon incorporar más gente al espectáculo, pero que finalmente la decisión fue hacerlo sólo ellos dos.
Y les fue bien. Ya en la segunda temporada de la obra, que logró el apoyo de Proteatro, el Fondo Nacional de las Artes y el Instituto Nacional del Teatro, acompañarse arriba y abajo del escenario tiene sus consecuencias, aunque lo toman con humor. Mora se asume el “más conflictivo” porque, se hace cargo, es “más enredado” que su compañera. “Pero facilitó el trabajo tener los roles bien marcados”, resalta. “Igual, también es ‘Paremos de hablar de esto por favor’, porque a veces nos sentamos y no tenemos nada más de qué conversar... Fluimos para el lado creativo, y tal vez nos sentamos ¡y no tenemos otro tema!”, ríe. Entonces, Mosca afirma que cada tanto se plantean ver una película para después poder hablar de lo que vieron y no de Imagen... “Es con horarios”, confiesa. “Hablemos antes de llegar a casa; en casa hablamos de otra cosa. Por ahí veníamos pedaleando y surgía un tema... ¡estábamos un rato en la puerta sin entrar! Pero subimos y basta. Tiene que ver con la salud mental, está bueno desenchufarte”, concluye.
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