TEATRO › SANTIAGO DORIA DIRIGE UN UNIPERSONAL CON ALEJANDRA COPA
La soledad, la ausencia y la identidad son algunos de los temas que, a partir de textos de Griselda Gambaro, Daniel Veronese y Lucía Laragione, plantea Desde el alma, un proyecto desarrollado por la actriz y puesto en escena por Doria.
› Por Cecilia Hopkins
Sobre textos de Griselda Gambaro, Daniel Veronese y Lucía Laragione, Desde el alma es un unipersonal que interpreta Alejandra Copa, con dirección de Santiago Doria. Las obras fueron elegidas con la idea de presentar un fresco íntimo del mundo femenino, encarnado “en tres relatos simples, profundos y potentes que hablan de la identidad, la soledad, la ausencia, el desahogo, la felicidad, entre otros temas”, según explica Copa. Convocado por la propia actriz para que dirija el resultado de su búsqueda, Doria piensa que un unipersonal debe ser armado por el propio intérprete, por constituir una experiencia muy ligada a las propias necesidades de expresión. Según su punto de vista, en la búsqueda del formato general de la propuesta, en el armado final es donde el director debe intervenir: “Diferenciar los personajes, darles una unidad a las historias es encontrar la concepción de un espectáculo”, explica Doria en una entrevista con Página/12.
Si bien Doria está muy acostumbrado a dirigir elencos numerosos (ver recuadro), tiene en su haber algunos unipersonales, estrenados “allá lejos y hace tiempo”, según recuerda risueño. Pero el súbito deseo de crear “un hecho entrañable, diferente y único” fue lo que decidió su participación en el proyecto de Copa, una experiencia que el director define como “de tracción a sangre, porque lo más importante es el trabajo actoral”. El desafío de reunir a tres autores diferentes también jugó a favor: “Se trata de tres mujeres –María, Luisa y Celina– muy distintas entre sí, que hablan desde lo más profundo de sí mismas”, afirma el director y subraya: “Fue por esto que se me ocurrió que la obra llevara el nombre del vals Desde el alma, una melodía que ya está en el inconsciente colectivo, que cualquiera conoce”. Así también, diversas versiones de ese mismo tema acompañan a cada personaje. Según el diseño de sonido de Luis Ramos, del vals sólo se escuchan notas sueltas primero, para ir integrándose gradualmente desde diversas sonoridades instrumentales.
Una alfombra verde, un banco y un espejo (“un elemento que da tridimensionalidad, mágico y envolvente”) contribuyen a crear un mismo espacio para las tres historias. Podría ser el parque de una institución de recuperación para la protagonista de El nombre, de Gambaro, quien podría estar hablando con un asistente social. O el parque de un cementerio, tanto para la protagonista de Luisa, de Veronese, como para la de El silencio de las tortugas, de Laragione. El orden en el que se presentan las historias no es casual: “Los textos van desde lo más cerrado a lo abierto y esperanzado, ya que Celina encuentra una nueva vida”, afirma el director, quien detalla también que “la luz (obra de Abel Fumagalli) brinda un clima para cada monólogo: desde una tenue tonalidad sube y explota con Celina y su sed de revancha”. Los cambios de vestuario (elegidos por Romina Mengarelli, también responsable de la ambientación escenográfica) contribuyen a la singularización de cada historia.
Sobre El nombre, Doria afirma que “es un monólogo muy ligado a la identidad: María es una sirvienta que recibe un nombre diferente por parte de cada patrona que la contrata. Todas la modifican o la ningunean, como si se tratara de una cosa”. Escrita en 1974 y estrenada dos años después, la obra de Gambaro se repuso muchas veces, incluso formó parte del ciclo Teatro x la identidad 2008. La autora presenta el caso de María como otra forma de secuestro de la identidad perpetrada por individuos que detentan poder sobre una persona a la que, al recibir indiferenciadamente nombres diversos, se le está negando el derecho a reconocerse como individuo. Por su parte, escrita en 1993 por Veronese, Luisa expresa para Doria “la existencia de una familia opresora que anula a la protagonista hasta volverla dependiente de su madre, aunque ya haya muerto. Encima, encuentra un hombre que actúa como un gangster pero que a ella le parece Robin Hood”. Frente a la tumba de quien fue su marido, en cambio, la Celina del monólogo de Laragione lucha, según analiza el director, “por conseguirse un mejor lugar en el mundo: parece pedir disculpas y permiso por iniciar un viaje, aunque en realidad está allí para confesar que ha elegido cambiar de vida radicalmente”.
* Desde el alma, sobre textos de Gambaro, Veronese y Laragione, sábados a las 19. Teatro La Mueca, Av. Córdoba 5300 (esq. Godoy Cruz).
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