TEATRO › MANUEL GONZALEZ GIL REPONE EL DILUVIO QUE VIENE
En 1979, cuando el musical de Pietro Garinei y Sandro Giovannini se estrenó en Buenos Aires, el director fue a verlo tres veces por el impacto que le produjo. Su versión, estrenada en Mar del Plata el año pasado, vuelve desde hoy al teatro El Nacional.
› Por Cecilia Hopkins
“El diluvio que viene ya es un clásico, una obra de culto”, afirma Manuel González Gil, a punto de reponer en el teatro El Nacional (Corrientes 960) este musical estrenado la temporada pasada en el Tronador de Mar del Plata, con el mismo elenco. Y aunque considera que su anécdota podría ser comparable a un cuento infantil, el director también afirma que la historia que despliega reviste varias lecturas en función de los temas que desa-rrolla. “Cuando se estrenó, durante la dictadura, éste fue un espectáculo de gran valor”, asegura. “Fue un suceso en todos lados, pero revistió una significación especial en los países donde, como aquí, existió una censura salvaje.”
En efecto, El diluvio... cuenta una sencilla parábola. Enojado por el comportamiento de los hombres, Dios (a quien en el espectáculo sólo se le escucha la voz) decide producir un nuevo diluvio universal, pero antes ordena al padre Silvestre que construya un arca para salvar a su pequeña comunidad, la única elegida para repoblar la Tierra. El alcalde, cuya hija Clementina está secretamente enamorada del párroco, no ve con buenos ojos la construcción de la gigantesca embarcación porque para concretarla se verá obligado a donar toda la madera que colman los aserraderos de su propiedad. Al respecto, señala González Gil que la obra “tiene coincidencias con Un enemigo del pueblo, de Ibsen”. Finalmente, el alcalde, apoyado por representantes superiores del poder local, intenta prohibir al pueblo que suba al arca. Pero ante la desobediencia colectiva las cosas tienden a solucionarse. De hecho, ni siquiera se produce el diluvio. La obra cierra con una comilona, a la cual Dios promete asistir, de allí el título original de la pieza, Haz un sitio más en la mesa.
Aggiungi un posto a tavola fue, entonces, el título que originalmente le pusieron a esta comedia musical sus autores, los populares guionistas italianos de cine y televisión Pietro Garinei y Sandro Giovannini. Su estreno se produjo en 1974, en el teatro Sistina de Roma. Luego de una versión en alemán, la obra se presentó en 1977 en castellano ya con su título actual, en el teatro Monumental de Madrid. A partir de entonces, el musical conoció versiones en inglés, portugués, rumano y ruso. El estreno en la Argentina estuvo a cargo de Antonio Riba en 1979, también en el teatro El Nacional, y permaneció en cartel durante tres temporadas, con José Angel Trelles en el rol del padre Silvestre. Volvió a ser montado en los ’80 y en los ’90, hasta que en 2011 subió a escena la versión de González Gil, obteniendo cinco premios Estrella de Mar (sobre nueve nominaciones). Como en esa oportunidad, el elenco actual está integrado por Juan Durán, Natalie Pérez, Julia Calvo, Pablo Nápoli, Juan Bautista Carreras y Teresita del Río, más dieciséis bailarines.
–¿Había visto la primera versión de El diluvio que viene?
–Sí, fue el primer musical que vi en mi vida y fue la única vez que fui a ver la misma obra tres veces. Fue por eso que me emocioné tanto cuando me ofrecieron dirigirla. Según creo, éste es el primer musical que tuvo entre nosotros una llegada tan popular, por su argumento, las canciones y el movimiento de escena. Usualmente lo dirigen coreógrafos. Por eso en esta puesta es tan importante el trabajo de Rubén Cuello.
–¿Es por su carácter coral?
–Sí, porque hay unos pocos personajes protagónicos, pero está el pueblo como personaje colectivo. De modo que la marcación grupal es muy importante.
–¿Qué otras características lo diferencian de los musicales de Broadway?
–Su carácter artesanal. Aquí no hay nada virtual. Hay dos escenarios giratorios –uno periférico y otro central– que se mueven a diferente velocidad, sobre los que se resuelve todo. La escena del armado del arca es una de las más conmovedoras que vi en teatro. Todo sucede en un juego de encastres, un trabajo milimétrico: son dieciséis placas de madera que se arman entre treinta personas a ritmo musical. De la fuerza del trabajo conjunto: de eso habla esa escena.
–¿El diluvio... pudo haber tenido problemas con la censura cuando se estrenó, en 1979?
–Por esa época fue un espectáculo de gran valor. No fue censurada porque los que pudieron hacerlo no fueron más allá de la anécdota que deja a las claras que Dios va a destruir el mundo porque los hombres no se están comportando como deberían. Fue eso lo que “compraron”. Pero hay más.
–¿Qué es lo que se les pasó por alto a los censores?
–El tema de la justicia popular. El pueblo se rebela y pone preso al alcalde. Hicieron algo revolucionario y esto pasó inadvertido, inexplicablemente.
–También estaba en discusión un tema religioso...
–Sí, el romance entre el cura Silvestre y Clementina. Pero cuando Dios es consultado al respecto, dice que no fue él quien impuso el celibato sino que fueron los hombres quienes lo instituyeron. Así que también eso fue pasado por alto. Aunque en Italia haya sido todo un tema de discusión.
–¿Qué sucedió en Italia en la época de su estreno?
–Lo que más impactó fue el tema del celibato, precisamente, por el apego de los italianos al dogma católico y su proximidad con el Vaticano.
–El diluvio... debe haber sido un espectáculo raro en su país de origen: Italia no tiene tradición en musicales.
–Sí, El diluvio que viene es el gran musical que Italia lanzó al mundo. En todos los países donde se hizo fue un éxito. Y en cada lugar la historia adquirió un valor distinto. Creo que, cuando se hace en países donde hay censura, el tema de lo político adquiere mayor relieve.
–Lo sexual tiene un lugar de importancia en la trama...
–Sí, la aparición de Consuelo (la prostituta que interpreta Julia Calvo) impide el mandato de Dios, quien había ordenado que la noche anterior al diluvio los hombres se dediquen a procrear. Pero ninguno va con su esposa porque todos quieren estar con Consuelo. También allí aparece el tema de la discriminación.
–¿Por qué?
–Porque el pueblo no quiere que Consuelo se salve, por lo que ella representa.
–Un caso de doble moral, claramente.
–Sí, porque el pueblo se junta para rezar en la iglesia y habla de solidaridad; pero cuando tienen que poner la solidaridad en juego, aparece la discriminación.
–¿El espectador de hoy sigue disfrutando la anécdota?
–La platea queda atrapada por el relato, recibe la historia con gran interés y se emociona. A mí me gusta que pase eso en el teatro: que ofrezca una historia y que para entenderla el público no tenga que “pelear” con lo que está viendo. En el caso de El diluvio..., el relato tiene mucha emotividad y encanto. Las canciones, por otra parte, son inolvidables, las conoce todo el mundo.
* El diluvio que viene, teatro El Nacional (Corrientes 960). Funciones: miércoles a sábados a las 21.30, domingos a las 21.
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