TEATRO › LUIS ROMERO, DIRECTOR DE CASI NORMALES, QUE PUEDE VERSE EN EL TEATRO LICEO
Este drama musical basado en un texto de Brian Yorkey cuenta la historia de una madre que no logra hacer el duelo por la muerte de su hijo, un padre que intenta negar y evitar recordar esa pérdida, y una hija que se siente totalmente incomprendida e invisibilizada.
Cada familia tiene su propia escala de valores y su estructura particular: no hay dos que sean iguales. Pero lo que tienen en común es que siempre la adversidad aparece y se manifiesta de distintas maneras, más o menos evidentes. Aunque el imaginario de la “familia normal” existe, la “normalidad” es sólo una ilusión. Sobre eso habla Casi normales, un drama musical del director Luis Romero, que se presentará en el Teatro Liceo (Rivadavia 1499) de martes a domingo. “Ser ‘casi normales’ es una buena frase porque rompe con los fantasmas. El mundo es neurótico, absolutamente violento, codicioso, está lleno de poder, es más bien ‘shakespeareano’. Frente a eso, lo que se busca es amortiguar y generar cierto equilibrio para poder vivir en relación con los demás y en paz”, argumenta Romero ante Página/12.
“El mundo en el que vivimos y el sistema económico capitalista exigen que seamos brillantes para sobrevivir –sigue la idea el director–. Entonces, para no quedarnos atrás en el impulso de sobrevivencia, metemos el acelerador, hasta que un día el estado mental se distorsiona y explotamos.” La puesta, que es una adaptación del texto de Brian Yorkey y se presentó en Broadway en 2008, cuenta la historia de una madre de familia (la protagonista principal) que no logra hacer el duelo por la pérdida de su hijo e intenta recomponerse haciendo tratamientos psiquiátricos que en lugar de reparar, generan más dolor; un padre que intenta negar y evitar recordar esa pérdida; y una hija que se siente totalmente incomprendida e invisibilizada.
La obra, que pone de manifiesto los conflictos de una familia disfuncional, en la que sus integrantes no logran comunicarse y vivir en armonía, genera, por momentos, que el espectador se sienta identificado con lo que sucede. Es una historia que habla de los sentimientos profundos de una madre que perdió a su hijo cuando tenía apenas un año y no logra aceptar esa realidad y seguir adelante. Mientras tanto, su marido, que la acompaña incondicionalmente, niega la situación e intenta creer y hacer creer que todo está bien. “Es principalmente una historia de amor que muestra cómo el ser humano, en el fondo de su corazón, se resiste a dejar morir aquello que ama. Y esa resistencia puede generar cualquier cosa, desde una ficción interna que se puede alimentar muchos años, hasta un estado de alteración mental extrema”, entiende Romero.
Clasificada como drama musical, Casi normales cuenta con un trabajo escenográfico llamativo y la presencia de una notable banda, dirigida por Tom Kilt, que conecta su música y acompaña en vivo las actuaciones de Laura Conforte, Alejandro Paker, Florencia Otero, Matías Mayer y Mariano Chiesa. “Las canciones han sido concebidas en relación absoluta con la situación en la cual se encuentran los personajes y rompen el esquema de la comedia musical –explica Romero–. Porque hay un entretejido en lo profundo de lo musical. La melodía y las letras se convierten en una especie de monólogo interno que manifiesta el personaje después de verlo metido en determinada situación. Y está hecho con una maestría y una rigurosa capacidad de visualización de los climas y las atmósferas.”
Frente a las adversidades que resiste este núcleo familiar, propone un fundamento psicológico: la soledad como un distanciamiento para la reflexión. “Hay algo que a mí me interesa y es que a veces, para no perder la cabeza, es necesario estar solo. La soledad implica una posibilidad de poder mirarse a sí mismo y encontrarse con uno. Y creo que generalmente hay muchas cosas que suman a la confusión y suman a la enfermedad y la hacen más grave. La soledad, bien entendida, genera un ajuste de la persona. Estar solo puede dar la posibilidad de hacer contacto directo con uno mismo, verse como uno es y aceptarse como tal.”
–¿Por qué consideró interesante romper con el imaginario social de la familia “normal” o “perfecta”?
–Me llamó mucho la atención que la obra se haya concebido en Estados Unidos. Me da la sensación de que es un síntoma, invita a abrir los ojos o despabilarse en el seno de la familia norteamericana tradicional, que en definitiva habla de una manera de vivir. Después de la caída de las Torres Gemelas la ingenuidad se evaporó. Y me resulta interesante ver que hay un autor que no ahonda de manera boba y superficial sobre ciertas cosas que tienen que ver con el dolor y otros problemas en el núcleo de la familia. Si bien es una familia tradicional y los integrantes tienen un buen sentido del humor sobre las cosas que les suceden, se puede inferir claramente que lo que emerge es que hay una profundidad en relación con los temas propios de los grandes dramaturgos.
–Más que representar a la familia norteamericana, es universal...
–Cuando una obra está bien escrita, si mirás con mucha atención empieza a suceder algo que trasciende las idiosincrasias, las costumbres, las formas. Y empezás a ver que el autor está haciendo que se manifieste algo que es común a la condición humana: el miedo, el dolor, la inseguridad, el miedo a la locura, el amor, el resentimiento.
–¿Qué implica para esta madre la pérdida de un hijo?
–La protagonista se aferra al hijo que se ha muerto. Y eso es lo que conmueve. El universo sólo tiene sentido si existe el amor. Y en un hijo podés percibir el verdadero amor, podés dar la vida por él. La obra justifica perfectamente que uno es capaz de hacer cualquier cosa por un hijo, desde encerrarse hasta abandonarse, volverse loco o drogarse hasta reventar. Si hablamos de un hijo, ¿cómo se hace para dejar morir ante la ternura, la inocencia, ante la cantidad de cosas que implica ese ser? Frente a una fatalidad, el estado mental puede alterarse y es lógico que se altere. No alterarse y poder hacer el duelo, creo que es una de las cosas más difíciles para la condición humana.
–¿Qué análisis hace del rol del padre que intenta hacer creer que todo está bien?
–Es interesante porque aparece un padre que es trabajador, que es absolutamente fiel, que ama a su esposa y que se cargó desde joven con la responsabilidad de estar siempre al lado de ella. Eso es lo que hace, aunque la actitud, como dice ella, sea patológica. Este hombre padece, adolece de conocimiento necesario y está un poco cansado porque hace dieciséis años que ella está así. Sin embargo, es fiel, honesto con ella, no la engaña, la quiere y la banca hasta el fin. Pero termina pagando el precio de un final inesperado.
Informe: María Luz Carmona.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux