TEATRO › ADRIáN CARDOSO Y PABLO JUAN HABLAN DE EL PETISO OREJUDO
El director y el protagonista explican que la obra se centra en los años en que Cayetano Santos Godino estuvo detenido y que está más volcada a la crítica al sistema carcelario que a repasar la leyenda urbana del primer asesino serial argentino.
› Por Paula Sabatés
El Petiso Orejudo (viernes a las 21 en el Teatro IFT) es de esas obras que, sin hacer mención explícita al presente, hablan de él. Escrita por Julio Ordano y dirigida por Adrián Cardoso, está basada en la historia de Cayetano Santos Godino, el primer asesino serial de la Argentina, quien se hizo famoso por matar niños pequeños con una soga al cuello. Sin dejar de lado el relato de los episodios que lo convirtieron en un pequeño criminal –tenía sólo 15 años–, la pieza se centra en los tiempos posteriores a esos hechos, es decir a la estadía en prisión del apodado “Petiso Orejudo”. Desde ese lugar hace una fuerte crítica al sistema carcelario, logrando que, si bien se trata de una leyenda de principios del siglo XX, el espectador salga del teatro repensando debates tan actuales como la baja de imputabilidad, el lugar de la (in)justicia y la verdadera función de las prisiones.
Protagonizado por Pablo Juan, quien realiza una gran caracterización del personaje principal (con orejas enormes, pocos centímetros de estatura y todo), y Facundo Blanc y Marcela Chiesa en diversos roles cada uno, el espectáculo se desarrolla en una caja negra, con austera escenografía, en la que la imaginación del que mira juega un rol importante. En ella se suceden escenas de todo tinte: madres que lloran a sus hijos –víctimas de Godino–, periodistas que investigan el caso y médicos que examinan al pequeño criminal (que es alienado mental, pero al que en prisión llaman, despectivamente, “degenerado hereditario”). Pero sobreabundan las escenas en las que el protagonista es maltratado por el personal de la cárcel de Ushuaia, donde fue trasladado luego de un tiempo y en donde murió por causas dudosas, sintiendo que “lo suyo” no tenía remedio, como tantas veces le repitieron los oficiales a cargo de su celda. Es en esos momentos cuando se acentúa la crítica profunda que hay por detrás de la simple narración de la leyenda urbana.
Lo que puede deducirse, entonces, es que el objetivo de la pieza va mucho más allá de contar la historia de un simple asesino. Se trata, si se quiere, de mostrar a través de un caso particular el funcionamiento de un sistema que hoy se maneja igual o peor que hace más de cien años. Un sistema que, en vez de apostar al cambio de los individuos, pretende que éstos se pudran en el encierro y en la soledad (si se puede por muchos años, mejor). El director contó a Página/12 que para preparar la obra se sumergió, junto al resto del elenco (que con algunos actores más forma la compañía Araca Grup), en un trabajo de investigación que incluyó, además del estudio y la recopilación de datos e imágenes, diferentes visitas guiadas por las calles en las que se ejecutaron los crímenes del muchacho. Además, sostuvo que esa experiencia le permitió “entender un poco al protagonista”.
Adrián Cardoso: –Desde chico conocía la leyenda porque los adultos me decían que me portara bien porque si no iba a venir el Petiso Orejudo, que era un monstruo que comía chicos. Cuando empecé a investigar, me di cuenta de que era una persona real y no sólo eso, sino que había vivido en Parque Patricios, como yo, y había caminado las mismas calles por las que yo pasaba todos los días. Eso me dio más intriga y más morbo, me hizo investigar más y convencerme de que tenía que hacer algo con eso. Cuando leí la obra de Julio (Ordano) me encontré con algo muy contrario a lo que me esperaba. En vez de retratar al asesino, mostraba al después de él. Me llamó la atención ese enfoque y decidí que teníamos que hacerla.
A. C.: –Es que la obra muestra el lado humano de Santos Godino, pero sin justificarlo. En lo personal, no lo defiendo porque sé que hizo cosas muy malas, pero a la vez entiendo por qué lo hizo. Su familia era de origen italiano y en ese momento la discriminación estaba al rojo vivo. Además, nació en un entorno por el cual iba a terminar así o peor. Igual es cierto que el límite entre entenderlo y justificarlo es muy delgado, pero esa adrenalina es la que me gusta de la obra.
Pablo Juan: –Desde la actuación, trato de poner al personaje en primera persona. Hago de Cayetano Santos Godino, no del Petiso Orejudo. Dejo que después el título, la mirada del asesino, venga desde afuera, no desde mí. Como actor, no se puede interpretar a un personaje juzgándolo, porque si no éste se resiente. Aparte, pienso que un asesino es un hombre común al que se le despierta la criatura. Y que eso le puede pasar a cualquiera. Claro que es duro, porque es algo que la sociedad no quiere escuchar.
P. J.: –Si tuviera que decir ahora cómo se solucionaría el problema de las cárceles, diría que con escaleras para que se escapen todos los presos. Del encierro nunca puede salir nada bueno. En cambio, en la libertad uno puede construir, puede vivir una historia que le cambie la vida, puede conectarse con gente que le haga encontrar lo mejor de uno. Por eso en la obra trato de pensar en esos términos cuando interpreto a Godino. Pienso en los años en los que hace que no es libre. Pienso en su ahogo.
A. C.: –Sin dudas, no creemos que este sistema sea la solución. De este modo los presos no se rehabilitan, sino que se pudren. Y no sólo el Petiso Orejudo. Hoy son otros detenidos los que padecen la prisión como un lugar de castigo. Es injusto que la Justicia sea tan lenta. De todos modos, tampoco creemos que se pueda largar a un asesino sin pensarlo. De alguna manera hay que contenerlos, sin dudas. Son sentimientos encontrados que tiene la obra y por eso a veces los espectadores salen enojados después de verla.
A. C.: –Porque van a buscar a un monstruo y a cambio les damos un humano.
El Petiso Orejudo, de Julio Ordano, se presenta los viernes a las 21 en el Teatro IFT, Boulogne Sur Mer 549. Informes: 4962-9420.
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