Sáb 07.04.2012
espectaculos

TEATRO › SERGIO BORIS Y LA REPOSICION DE LA OBRA VIEJO, SOLO Y PUTO

Sobre el deseo y la insatisfacción

La puesta surgió del “campo de prueba” que para el actor y director implica la situación de ensayo. Y según él, en la obra que puede verse en Espacio Callejón se da un entramado de situaciones cuyo objetivo no es exponer ideas.

Para el actor y director Sergio Boris, la situación de ensayo implica entrar en un campo de prueba. En ese territorio a descubrir, una hipótesis de trabajo lleva a los actores a desarrollar las singularidades de lo que luego derivará en espectáculo. De este modo surgió Viejo, solo y puto, obra que acaba de reponerse en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759, sábados a las 23). Sus intérpretes –Patricio Aramburu, Marcelo Ferrari, Darío Guersenzvaig, Federico Liss y David Rubinstein– tienen a su cargo personajes que por motivos diversos se encuentran fuertemente vinculados: dos son hermanos, dos son pareja, y las travestis, compañeras de trabajo.

Viejo... inicia su acción una noche en una farmacia de Wilde. Uno de los personajes acaba de recibirse de farmacéutico y su hermano, su amigo visitador médico y las travestis esperan brindar con él antes de rematar la velada en un boliche bailable de la zona. El festejo se impone: contar de ahí en más con una firma autorizada para conseguir medicamentos no es poca cosa. Sin embargo, el clima de fiesta no se arma. El novel boticario acaba de separarse de su mujer y tampoco aportan razones para el festejo la lesión en la cara que trae una de las chicas y las rispideces que surgen entre el visitador y la otra travesti. Dispuestas convenientemente, las estanterías de la trastienda del negocio muestran y ocultan a los cinco personajes unidos en una historia en la que el deseo y la insatisfacción se tensan hasta el desborde final.

Si los tres personajes vinculados con el negocio farmacéutico esconden como pueden su desaliento, las travestis también están en crisis: su avidez por recibir inyecciones de hormonas parece ir más allá del imperativo de conservar o acrecentar sus redondeces. Al mismo tiempo, su presencia despierta en los otros un deseo feroz. “Es que en la obra, lo amoroso no está ligado a lo armonía o a la felicidad sino al poder succionador de la adicción y al vicio”, advierte Boris.

El autor de La bohemia y El sabor de la derrota dice armar en Viejo... un entramado de situaciones cuyo objetivo no es exponer ideas. Así, lo dramático sucede por acumulación o por el hecho de sugerir lo que no está expuesto con claridad. Para Boris, el teatro que busca desarrollar ideas es un “teatro frío” del que quiere diferenciarse. También critica la andanada de obras extranjeras que sube a escena: “Hoy existe la moda de importar textos de autores extranjeros. Nosotros queremos apostar a un teatro que revela que la actuación es multiplicidad de planos, no modelos de comportamiento ni personajes dados”, subraya.

–¿Qué representa el travestismo en la obra?

–El travestismo no está visto desde un lugar de reivindicación, sino que representa el lugar de un deseo que socialmente está visto como negativo. Aquí asume una resonancia social y política, porque está junto a lo que permanece al margen, como todo lo que no es correcto según el modelo de comportamiento habitual.

–¿Qué sería aquí lo habitual?

–Lo que representa la clase media y sus valores. Estos personajes están quebrados en esos valores. Y son tentados por el imán sexual que representa el travestismo. Hablo de vampirización porque esta atracción tiene que ver con una tentación que succiona.

–¿Qué otros valores de la clase media están en juego aquí?

–Está el saber y la pregunta acerca de quién lo tiene: ¿el universitario o en el que conoce lo que pasa en la noche? También están presentes la paranoia y el miedo al otro. Y el mismo hecho de verse encerrado en unos valores que representan a la clase media.

–¿Tuvo intención de presentar un relato social?

–No, porque estos actores no representan personajes. Al no ser representativos, actúan atravesados por fuerzas en función del deseo. El relato social sirve para construir una realidad abierta y poética.

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