Mar 16.05.2006
espectaculos

TEATRO › “HOMENAJE A LOS MALDITOS”

Los que fueron empujados “al abismo del silencio”

La legendaria compañía andaluza La Zaranda logra un reencuentro con aquellos que murieron creyendo que habían fracasado.

› Por Hilda Cabrera

Lentamente se apagan las luces de la sala mientras cobra fuerza el sonido de aplausos grabados. La Zaranda –compañía que no acostumbra saludar al público de modo convencional– inicia este espectáculo con aplausos. ¿Dedicados a quién? Se supone que a uno de esos “malditos” del título, al elegido por un personaje que manifiesta gran confusión. Sucede que el hombre ha traspapelado su discurso y no encuentra el comienzo ni el final, “la salutación o loa de entrada”, ni las palabras de clausura. Cómo rendir tributo a quienes padecieron la mediocridad de su entorno, la estolidez dominante, e incluso la crueldad. Ofuscado, el hombre intenta reordenar su escrito y pelea con sus propias torpezas en el desempeño del rol de anfitrión de unos curiosos que ingresan al lugar, un destartalado café que ostenta –acaso como símbolo de un pasado activo– un antiguo reloj silencioso. Dos largos paños recogidos en los laterales –a la manera de un telón de retablo– escoltan el espejo ubicado en medio del escenario, que aquí cumple la función de caja de maravillas, pues de allí saldrá el cortejo de seres perdidos en el tiempo, imagen, tal vez, de esa “memoria clausurada” que acabaría en nada si no hubiera quien se empeñase en recordar a “esos malditos que llevamos dentro”.

Para ingresar al universo de La Zaranda es necesario aceptar que mucho se ha perdido y que aun dentro de ese sentimiento de pérdida existen vetas de un humor desconocido; desprenderse además de preconceptos sobre lo andaluz, ya que ninguna teoría es aplicable a este equipo, tan personal en el uso del lenguaje como de los objetos y las partituras que enlazan con las procesionales de Semana Santa: una música de cornetas, clarines, bocinas y tambores destacable en el mundo de la composición. Estos recursos, que producen una rápida reacción emocional, acompañaron todas las obras que esta compañía viene presentando en Buenos Aires –y en algunas temporadas en ciudades de provincias– desde mediados de la década del ’80. Las estrenadas fueron Mariameneo Mariameneo; Vinagre de jerez; Perdonen la tristeza; Obra póstuma; Cuando la vida eterna se acabe; La puerta estrecha y Ni sombra de lo que fuimos.

Las inflexiones melódicas arrancadas a la tradición conforman, en alianza con los silencios y las palabras dichas sin artificio, un estilo que en Homenaje... se tiñe de protesta. ¿A quiénes congregan los malditos? ¿Es un disparate creer que existen amigos o discípulos que los recuerden? Los que asisten a esta convocatoria son personajes que están de paso, como el vendedor de “caretitas” y los marginados que no saben qué hacer con su vida. Ellos suman desgracia, rezongo y un humor negrísimo. Sin embargo, y aunque de modo imperfecto, el rescate se pone en marcha, pero qué rescate... Por ahí aparece “un libro manchado de sangre”, o alguien que recuerda aquellas palabras que acabaron con los huesos del temerario que las pronunció.

Lo cierto es que las acciones e imágenes de La Zaranda van develando otro magro convite, el que la vida les ofrece a unos desgraciados que acuden a esa ceremonia en busca de un beneficio inexistente, pues no reciben siquiera una copa de vino. Es así que frustrados y maliciosos se consumen en una fantasmal mascarada. En esa atmósfera surrealista sólo aparecen hombres y mujeres entrampados y sin lazos con “los que fueron empujados al abismo de la desesperación y el silencio”. Se entiende entonces el reclamo de quien insiste en la realización del tributo: “Despierta, sólo estás dormido. No se detiene en tus venas la esperanza”.

Es característico en esta compañía el uso de las reiteraciones, que en algunas secuencias genera comicidad y en otras estremecimiento: puede ser la repetición de una frase o una acción, como la del arrastre procesional de unas sillas sobre las que se han colocado a los agonizantes, “maestros” disecados en vida. Entonces la pregunta del hombre empeñado en cumplir con el homenaje se convierte en herida: “¿Usted cree que merecen la pena?”.

Sea por las escenas de mayor escepticismo o por las secuencias lúdicas, La Zaranda logra –más allá de las desdichas del mentor del homenaje– el reencuentro con aquellos que murieron creyendo que habían fracasado. Y es así que la aparición de un personaje que lleva encasquetada una boina y otro que se cubre con una chalina roja, y uno más que suelta una palabra o una frase remiten a historias conocidas. En esos momentos es posible imaginar rostros y nombres para esos malditos, identidades que la compañía prefiere resguardar por respeto, “para no sacar provecho”, según dicen sus integrantes.

La alegoría del carrusel, eje de Ni sombra..., no desaparece aquí, como tampoco la impresión de hallarse ante personajes nacidos de una realidad (la mujer de luto, la fregona, el hambriento) y “caídos de la muerte”. Gente común, pero también maestros admirados por estos artistas que en Homenaje... los traen al presente a través de la propia labor continuadora. Así entendido, el tributo no es una aburrida pose ni un banquete de hipócritas sino un rescate del “trabajo de toda una vida”, transfigurado en un espectáculo donde se intentan otras metamorfosis: qué es si no el gastado espejo que, colocado en medio del escenario, refleja con claridad impertinente una distorsionada imagen de la platea.


9-HOMENAJE A LOS MALDITOS
Por La Zaranda Teatro Inestable de Andalucía La Baja
Intérpretes: Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez, Ana López, María Duarte, Enrique Bustos, Fernando Hernández y Ana Oliva.
Texto e iluminación: Eusebio Calonge.
Dirección y espacio escénico: Paco de La Zaranda.
Lugar: Teatro Presidente Alvear, Av. Corrientes 1569, de miércoles a sábado a las 21. El domingo 21, a las 17, función de despedida.

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