A partir de la lectura de la novela La verdad según Virginia, la actriz y directora Gabriela Izcovich reparó en la narrativa de María Fasce –también periodista y traductora, ahora radicada en Barcelona– y, a raíz del entusiasmo que le produjo su mundo ficcional, le solicitó que escribiera una obra de teatro a partir de alguno de sus cuentos. La idea fue producir un espectáculo a estrenar en Buenos Aires y más tarde en la sala Beckett de Barcelona y, en ambos casos, a ser interpretado por la misma Izcovich y la actriz catalana Lina Lambert. Así, dos de los relatos de Fasce (El mar, contenido en el libro La felicidad de las mujeres, y Celos, aún inédito) se fundieron en una pieza que fue desarrollándose en función de las conversaciones que la autora y la directora sostenían por teléfono o vía Internet. El texto final de El mar –así se llama la pieza que puede verse en el Teatro Cervantes– fue reescrito también a la luz de los ensayos que Izcovich comenzó primero con Carlos Belloso y, más tarde, con la actriz catalana y Marcelo Mariño.
“El mar aparece mencionado en los diálogos de los personajes como un espacio insondable que metaforiza los vínculos de pareja”, describe la directora a Página/12. Quienes animan el relato son dos parejas, una de ellas conformada por una mujer que va perdiendo la vista progresivamente y que por esta razón recupera el amor de su marido, y la otra formada por un hombre que recibe la visita de una amiga de su mujer que está fuera de la ciudad. Es esta la primera vez que Izcovich estrena en un teatro oficial y, a pesar de las pocas funciones que tiene pautadas en la sala Orestes Caviglia, está conforme con la respuesta del público.
–En todas sus obras (Nocturno hindú, Terapia, Faros de color, Fuera de cuadro, entre otras), usted dirige y actúa al mismo tiempo...
–Es cierto: la dirección y la actuación son actividades que siempre hago juntas. Además, los textos son adaptaciones hechas por mí sobre obras narrativas. Me costaría mucho actuar solamente. Pero a la vez, yo trabajo a partir del intercambio, porque confío en la mirada de quienes están conmigo. Siempre trabajo con actores que piensan y saben proponer, además de colaboradores que, como Leandra Rodríguez, en la iluminación, o Alicia Leloutre, en la escenografía, realizan aportes interesantes. Yo me siento muy tranquila cuando abarco la totalidad y no sólo una parte. Hace poco tuve la experiencia de participar en Tiempo de valientes, la película de Damián Szifrón que se estrenará el mes próximo y me sentí muy bien aunque muy insegura, por esto de estar solamente a cargo de la actuación.
–Su tema preferido parecen ser los avatares de vida en pareja. En El mar, su personaje tiene una aventura con el marido de una amiga. ¿La aparición de terceros siempre aporta un factor dinamizante?
–Me parece que los terceros siempre son buenos en un punto. De alguna manera hacen tomar en cuenta en qué lugar se encuentra uno parado, ya sea para revalorizar el vínculo que se tiene o para terminar de destruirlo del todo. A mí me resulta muy complicado pensar en la estabilidad afectiva en las relaciones de pareja: no puedo poner en duda lo que existe entre padres e hijos pero, en cambio, el vínculo entre un hombre y una mujer es difícil de sostener. Realmente, hay que tener una gran sabiduría para protegerlo. En El mar, el marido de la amiga (el personaje de Belloso) es el prototipo del hombre que desea lo que no está. Aunque, en realidad, esto de añorar lo que está lejos y es más difícil de conseguir es algo muy común en todos los seres, sean hombres o mujeres.