TEATRO › A DóNDE VAN LOS CORAZONES ROTOS, CON DRAMATURGIA Y DIRECCIóN DE CYNTHIA EDUL
La puesta teatral y poética montada en la sala El Extranjero invita a viajar por los recuerdos de una familia marcada por una ausencia. El espacio de representación elegido es la playa, “que aúna en la memoria los sentidos de ese pasado añorado”.
Una madre y sus tres hijos regresan luego de muchos años al mismo lugar en el que solían pasar sus vacaciones. Allí ven pasar la tarde, ven caer el sol. El cielo comienza a nublarse, corre viento frío y crece la marea. Sin embargo, en el presente, uno de los integrantes de esa familia ya no está. Y los vínculos de los que quedan fueron transformándose. Ese cambio es lo que empiezan a percibir ahora: ya no son los mismos de antes. En esa atmósfera se desarrolla A dónde van los corazones rotos (jueves a las 20.30 en El Extranjero, Valentín Gómez 3378), una puesta teatral y poética con dramaturgia y dirección de Cynthia Edul. Se trata de una obra que pone en evidencia la incertidumbre que genera en una familia la pérdida del padre. “Me resultaba interesante ver cómo son y quiénes son ellos ahora que esa persona no está. Quería transitar las ausencias desde ese lugar, no desde la evocación, sino desde la incertidumbre”, cuenta Edul a Página/12. “Quise ver cómo la desaparición de la figura paterna puede generar la puesta en evidencia de los vínculos primarios”, completa la idea.
La playa es el espacio de representación elegido por Edul para desarrollar su historia. Pero en realidad es mucho más que eso. “Es una imagen metafórica. Es el espacio que aúna en la memoria los sentidos de ese pasado añorado, es en el presente un lugar que se encuentra de cierta manera vacío”, cuenta la joven dramaturga, quien también es narradora y licenciada en Letras. En ese lugar, que contiene al pasado que ellos reconocen como “feliz”, pasarán varias horas esperando la llegada de un familiar que prometió encontrarlos y nunca llega. Tiene sólo una certeza: ese lugar en el que fueron felices no está más, y no se puede volver el tiempo atrás. Nada volverá a ser como era antes.
Protagonizada por Mónica Raiola, Violeta Urtizberea, Celina Font y Julián Krakov, la puesta invita a viajar por las memorias de esta familia, a la vez que permite al espectador llenar de sentido con su propia experiencia. “Ellos permanecen en la playa. Pasa lo que se ve y eso hace que el espectador se conecte con un lugar personal, de la vida de cada uno. No hay un gran argumento para develar. Eso, quizá, tranquiliza al espectador y hasta puede resultar familiar”, interpreta Raiola, la actriz que asume el rol de la madre.
–¿Por qué pensó en la playa como espacio para contar una historia?
Cynthia Edul: –Inicialmente estaba trabajando con un proyecto sobre la memoria. Leyendo distintos autores pensé en la playa como un espacio de “pantalla en blanco”, como dice Alan Pauls. Tiene que ver con el espacio de la imaginación, donde uno proyecta las ideas. Al mismo tiempo, me pareció interesante pensar en la playa como el espacio más ancestral que hay, porque guarda todos los restos del pasado. Me pareció que era ideal para situar la obra. Y en esta historia se vuelve un lugar muy inhóspito, en el que la felicidad no se puede encontrar.
–¿Qué representa la playa para esta familia?
Mónica Raiola: –Hay lugares en donde uno puede juntar a la familia y que quedan en la memoria. Eso sucede en los cumpleaños y en la playa. Son lugares en los que la familia pasa más tiempo unida.
C. E.: –Es un espacio de reunión. Ellos se vuelven a reunir ahí, pero claramente uno ve que los vínculos ya no son los mismos. Y lo que se pone en juego es esa tensión porque quieren despegar del recuerdo y no pueden.
M. R.: –Es un lugar habitado en común. Allí la familia permanece. Por ahí pasan las horas y no pasa nada. Uno resiste el tiempo compartido con otros. No hay otro espacio en el que pase eso.
C. E.: –La playa tiene imágenes de lo intangible, lo que se borra. Todo en la arena se borra, la espuma desaparece, son elementos de lo inmediato y lo pasajero y al mismo tiempo de algo que está ahí y que resiste.
–¿Por qué le interesó indagar en el pasado y los recuerdos?
C. E.: –Me parecía interesante pensar en la familia después de la pérdida de uno de los integrantes. Quise ver qué pasaba con la reunión y con esos vínculos una vez que un referente que daba tanto sentido no está más. Y qué pasa con lo vincular. Los vínculos se vuelven a poner en cuestión. Hay algo de esa estructura familiar que se modificó. Por momentos se sienten como desconocidos. Ellos están ahí presenciando la caída del sol y la aparición de la primera estrella. La melancolía pasa por el ocaso. Hay como una transposición puesta en la naturaleza. Lo sentimental y lo emocional está en consonancia con las manifestaciones de la naturaleza, con las que los personajes se conectan o se defienden. Y lo más desgarrador es cuando dicen “cayó el sol”.
–En definitiva, es una obra sobre la ausencia de la figura paterna...
C. E.: –En un punto sí. Pero no sobre la ausencia en sí, sino sobre el reconocimiento de que esa persona no está más. Es como una especie de duelo puesto en imágenes. En ese sentido, había una clara intencionalidad de manifestar el duelo, pero no desde el lugar de la exasperación, sino del momento en que algo de lo concreto dice que “esto es así”.
M. R.: –Lo que angustia es no saber qué va a pasar de aquí en más. No sabemos bien cómo eran antes estos personajes, pero lo que menos sabemos es cómo van a ser de acá en más.
Informe: María Luz Carmona
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