Mié 24.05.2006
espectaculos

TEATRO › FABIO ALBERTI Y DIEGO CAPUSOTTO, OTRA VEZ SOBRE TABLAS

“Lo que sucede en el teatro siempre tiene otra carnadura”

En Qué noche Bariloche!, el dúo retoma ciertos personajes que su público exige, pero también abre el juego. Cómo llegar a una síntesis entre lo vivo y el background de la televisión.

› Por Oscar Ranzani

Nada peor que protagonizar una situación ridícula durante una entrevista con Diego Capuso- tto y Fabio Alberti. “Tomá, te doy otra para que metas”, dice el hombre que “hace” de mujer en Boluda Total al cronista cuando intenta servirse agua en un vaso con una servilleta adentro. El motivo del encuentro es el nuevo espectáculo teatral que la dupla cómica está presentando en el Teatro Lorange (miércoles y jueves a las 21, viernes a las 22 y sábados y domingos a las 21.30 y 23.30), con una repercusión que provoca largas colas en la avenida. Tras dos exitosos años del espectáculo Una noche en Carlos Paz –que se presentó también en el interior–, Alberti y Capusotto se suben a las tablas del teatro de la calle Corrientes para hacer lo que mejor saben: el humor con su particular estilo que campea en Qué noche Bariloche!. Como siempre, con la dirección general de Néstor Montalbano y la producción artística de Pedro Saborido.

Algunos personajes de sus programas televisivos arribaron al teatro: El Hombre Bobo, Irma Jusid, Boluda Total y Peperino Pómoro. Pero también el público podrá conocer, por ejemplo, al mago psicópata, a un médico psiquiatra que presenta los ¿logros? de sus pacientes que realizan obras teatrales, al Pájaro Forro y a Ricardo Ascona, el cantante más repugnante del habla castellana. A la cantidad de personajes que desfilan por el escenario se le suma una pantalla en la que pueden verse las publicidades del Chávez del Ocho o la “Crónica de la caída de Perón en el 55” (desde un colectivo), entre muchas otras que remiten ineludiblemente a Todo x $2.

“Hace doce años que estamos en la televisión, así que ya no somos más teatro de cooperativa”, afirma Capusotto al ser consultado sobre sus presentaciones en un teatro de la calle Corrientes. Y aunque se trata de teatro comercial, ellos marcan su propia identidad: “Que nosotros tengamos otro lenguaje respecto de otra obra que también sea comercial no sólo es probable, sino que es así. No es lo mismo lo que hacemos nosotros que lo que hace otro que también hace teatro comercial”, dice.

–Qué noche Bariloche! tiene puntos de contacto con Una noche en Carlos Paz. ¿Está pensado como una continuidad del primero?

Fabio Alberti: –No, no es una continuidad del anterior pero sí tiene puntos de contacto, porque el elenco que lo integra es el mismo y hay una estructura similar en el sentido de que hay sketches, hay una pantalla y hay personajes. Es un espectáculo totalmente remozado.

Diego Capusotto: –También depende de cómo lo vea el espectador. Al tipo que vio Una noche en Carlos Paz le puede parecer una continuidad que a mí no me molestaría. A mí me parece que puede ser superador de lo que hicimos. Tiene un espíritu similar porque vamos a hacer de alguna manera lo mismo. Pero hemos encontrado puntos en la obra que nos gustaron y eso ya nos instala en otra obra. A lo mejor para los espectadores es una continuidad, pero para nosotros no porque, de alguna manera, Una noche en Carlos Paz ya está borrada de nuestras cabezas. En el proceso creativo uno va empezando a descartar lo que ya hizo para hacer otra cosa.

–¿Por qué decidieron incorporar los personajes televisivos?

F. A.: –Yo, particularmente, porque la gente los pedía. Me di cuenta de que salía de la función y la gente me decía: “Ay, no hacés Boluda, no hacés Peperino”. Y dije “bueno, soy un boludo si no estoy haciendo lo que la gente me pide o quiere ver”. Y, además, disfruto hacerlos. También mi parte es como un producto de la experiencia de dos años del espectáculo anterior.

D. C.: –Son personajes que ganaron su espacio y, entonces, pueden permitirse estar en cualquier lado adecuándose a un espacio diferente de la televisión. De todas maneras, son pastillitas dentro de lo que es el espectáculo, porque también la motivación uno la encuentra –además de los personajes– en otras cosas dentro del espectáculo, que aparecieron ahora y que dan más placer porque es una idea nueva. Los personajes se ganan su espacio también porque tienen un vínculo más cercano con la gente que otros.

–Las imágenes como complemento de los sketches ¿son consecuencia de haber transitado por el camino televisivo? ¿Son inevitables?

F. A.: –Es consecuencia de una necesidad de tiempos que necesitamos para ir a cambiarnos de una cosa a otra. Entonces, en vez de que la gente esté esperando sin ver nada porque nos fuimos a cambiar, se proyecta algo. A la vez nos da un tiempo y una producción que es digno de ver y la gente lo disfruta. Hay varios sketches que, a veces, se nos ocurren y que no serían teatrales, pero sí los podés proyectar en una pantalla.

D. C.: –Es una mezcla también porque, obviamente, nosotros venimos de hacer cosas en televisión y siempre lo que hay en una pantalla te va a referir a lo que hicimos en la tele. Yo lo siento más cinematográfico que televisivo. La televisión tiene otro tamaño, uno ve televisión en otro lugar. Por otro lado, lo hacían también los Monty Python. Ellos hacían teatro y mezclaban lo que habían hecho en sus programas de televisión en un ámbito que de por sí es teatral. Y de por sí, que se junte la gente en un teatro ya difiere de lo que es el sentido del espectador vinculado a la televisión. Está en otro espacio. La pantalla está integrada al espectáculo, no está separada.

F. A.: –Es como ver Resistiré, pero todos juntos.

–Una noche en Carlos Paz estuvo también en el interior. ¿Notan diferencias entre el público del interior y el porteño?

D. C.: –El porteño es más alto (risas). El promedio es de un metro y setenta y cinco. Tanto en el interior como acá, es gente que nos tenía vistos de la televisión y fue a reencontrarse con eso que veía, o con ese espíritu. A lo mejor, estar acá en un teatro de la calle Corrientes es más convencional que ir a San Luis, donde la gente no va a esperar verte y, de golpe, se encuentra con que estás. Entonces, hay un poco más de euforia.

F. A.: –El público de Capital es distinto al del interior, pero también es distinto el público del interior en cada provincia. Como en Capital, tenés un público distinto un viernes, un sábado o un miércoles. No es lo mismo hacer un espectáculo en Coronel Suárez en invierno que en Rosario, Mendoza o la costa en verano.

–El público del espectáculo es mayoritariamente joven. Algo similar pasaba con los programas televisivos. ¿Por qué creen que se engancha más este sector con ustedes? ¿Hay un código implícito?

F. A.: –Yo no creo que sea así. Usted que vino al espectáculo, ¿qué promedio de edad le parece?

–No adolescentes, pero 30 años es joven.

F. A.: –Sí, sos joven pero ya sos un grandote también. A veces existe la fantasía de creer que el espectáculo nuestro es más adolescente por una cuestión de los chicos que iban a ver el programa a Canal 7. El tipo de 30 años está laburando, no puede ir a las cuatro de la tarde a ver un programa y tampoco iría. Es algo que podés hacer siendo más joven.

–Pero cuesta imaginar personas de 50 o 60 años viendo su espectáculo.

D. C.: –Un tipo de 50 años está cercano a nuestra generación y viene también. No sé si hay un promedio porque también me encontré con sorpresas, como que el programa era visto por distintas clases sociales.

F. A.: –La semana pasada vino la última sobreviviente del Titanic a ver la obra y después se murió. Tenía noventa y pico.

–¿Se sienten menos condicionados en el teatro que en la tele? Si bien la televisión tiene más llegada, ¿se divierten más en el escenario?

F. A.: –Sí, porque hay una continuidad que tiene el teatro y un tiempo programado que no lo tiene la tele.

D. C.: –Lo que sucede es ahí, en el teatro. La televisión no deja de ser un circuito cerrado. Estás trabajando con los cameraman, con la gente de un canal, y después eso se ve por un aparato que no sabés cuánta gente te vio. Después hay una planilla que dice “te vio tanta cantidad de gente”. Pareciera todo más ficcional. En cambio, al teatro la gente viene o no viene. Lo que sucede, sucede ahí o muere ahí. Tiene otra carnadura. Tiene un principio y un final claro que se comparte con la gente. La televisión es otra cosa. Tiene más llegada, pero todo es más fragmentado.

F. A.: –Yo tengo un aparatito que es el Sie ter tu sieter, que te va marcando cada treinta segundos cuánta gente se para y se va de la función y cuánta gente va entrando.

–¿Y qué marca hasta ahora?

F. A.: –No, por ahora marca dos a uno arriba.

–Actualmente hay como una generalización del término “bizarro” y ustedes muchas veces son ubicados en esa categoría. Sin embargo, ese término a veces es peyorativo y se utiliza para desvalorizar una obra o un espectáculo. ¿Les molesta?

F.A.: –Yo no me considero dentro de ninguno. Si me tildan de bizarro me gusta. Prefiero que me tilden de bizarro, y si es peyorativo no me molesta tampoco. Es un término que me resulta atractivo.

D. C.: –Yo tengo sarro en dos dientes, así que soy bisarro.

–Hay un comentario generalizado de que sus actuaciones tienen una gran dosis de improvisación. ¿Por qué se instaló esta idea? ¿Lo atribuyen al tema de la TV?

F. A.: –Supongo que un poco se instaló a partir de programas como De la cabeza o Cha cha cha, donde muchos sketches sí tenían un alto grado de improvisación. Otros no. Pero la obra está toda pautada. Podés tranquilamente improvisar, y capaz en algún momento lo hacés a partir de algo que ha sucedido o por seguir buscando cosas, pero el 99 por ciento del espectáculo está marcado y respetamos esas marcas.

D. C.: –En Cha cha cha había mucha improvisación, pero siempre sobre una idea madre. No había un guión que vos entrabas y decías: “Ahora tengo que decir esto”. Pero sólo algunas cosas. Los monólogos que hacíamos estaban guionados. No es que uno decía “dame cámara que voy a improvisar”. No es muy factible hacer eso en televisión tampoco, sobre todo porque una improvisación te puede salir bárbara o no te sale nada. No era inventar de la nada sino de algo que previamente se charlaba. También era un momento en que América no era lo que es ahora. El programa era una novedad y, entonces, se permitía una improvisación que después no se permitió más. Después, el programa pasó a ser más cuidado. También se aprovechó un momento donde se podía hacer eso.

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