Vie 04.01.2013
espectaculos

TEATRO

Más miradas sobre el teatro

Por Emilio García Wehbi *

Algo de aire fresco

Durante 2012 desarrollé una variada e intensa actividad teatral, lo que me impide pensar demasiado más allá de mis propias producciones. Aun así, y debido a su pobreza, el contexto dominante del teatro es bastante fácil de describir: un teatro comercial que viene fagocitando a directores y actores que antaño eran independientes y/o experimentales, un teatro oficial al que se le debería extender un acta de defunción, y un teatro “independiente” al que no se le cae una idea desde hace ya un buen tiempo. Dentro de este gris panorama, sin embargo, aparece como carácter excepcional una agrupación horizontal que pretende acercar un poco de aire fresco, y proponer al público modos de ver y hacer teatro de forma diferenciada: el colectivo Escena. Desde hace unos tres años y en salas pequeñas ubicadas en una geografía a la que los teatros tradicionales del off han dado la espalda, proponiendo metodologías nuevas de construcción de teatralidad, que van desde festivales con entradas gratuitas, discusiones acerca de la práctica teatral, búsqueda de nuevos lenguajes escénicos cruzando la tradición con procedimientos más expandidos que incorporan el cine, la performance, el recital, las intervenciones urbanas, la danza y las instalaciones, plantean un carácter diferenciado del teatro que conocemos habitualmente y, si bien con resultados estéticos de todos los niveles (hay producciones muy interesantes y otras no tanto), se esfuerzan por instalarse como una alternativa fresca, profesional y seria. Y no me caben dudas de que lo van a lograr.

* Actor y director.


Por Susana Torres Molina *

El doble discurso

Los últimos Premios Municipales entregados fueron los correspondientes al bienio 2002-2003. Y en esa oportunidad, el jurado, convocado después de 4 años, se expidió en marzo de 2007, pero los premios recién se efectivizaron un año y medio después. Desde diciembre de 2008 hasta 2011, los jurados no se reunieron. Es decir, durante 7 años (los bienios 2004-2005, 2006-2007 y 2008-2009) se convocó a que los artistas se presenten al premio, pero ni siquiera se habían conformado los jurados.

En octubre de 2010, Daniel Dalmaroni y yo reunimos la firmas de cien dramaturgos. Junto con ellas, les hicimos llegar una carta al Ing. Macri y al ministro de Cultura, Hernán Lombardi, exigiendo que se cumpliera la ley vigente que estipula que es obligación del Estado municipal convocar cada bienio a un nuevo certamen, reunir un jurado y otorgar los nuevos premios.

Lo paradójico es que cada año el Gobierno de la Ciudad entrega los premios Trinidad Guevara a la actividad teatral en una lucida ceremonia. Sólo los ganadores en el rubro actuación, dirección y trayectoria acceden al premio vitalicio. El premiado por mejor autoría –nada menos– sólo recibe la estatuilla. Para acceder al premio vitalicio, el dramaturgo debe volver a concursar con su texto en el Premio “bienal” Municipal. Situación injusta y arbitraria, donde el autor teatral es claramente perjudicado. Cabe destacar que los premios no son retroactivos, por lo que los años de retraso ya conforman un “pequeño ahorro” para el gobierno que nunca se caracterizó por sus intereses culturales.

Desde agosto de 2011, más de treinta escritores, músicos y dramaturgos sabíamos que finalmente habían fallado los bienios 2004-2005 y 2006-2007, y habíamos sido premiados. Desde ese momento entramos en el terreno de la incógnita y del manejo perverso de los tiempos, donde lo burocrático termina siendo el escudo ideal para ir pateando las cosas para adelante con absoluta desidia. “Esa parte no depende de mí”, es el comodín más utilizado por los funcionarios de turno.

Ya ha sido dicho, pero no viene mal repetirlo: lo vergonzoso que resulta que un Estado desestime a sus artistas, a la vez se vanaglorie de ellos en sus discursos aquí y en el exterior. Hay premiados que tienen setenta, ochenta años, y estos interminables tiempos de espera y de incertidumbre demuestran y confirman el lugar que ocupan para el Gobierno de la Ciudad, los valores y derechos ciudadanos. La alegría por el reconocimiento termina transformándose en una actitud mendicante y dependiente. Y convertir los derechos en dádivas es uno de los peores atributos del ejercicio del poder.

* Dramaturga y directora.


Por Diego Cazabat *

Caminos propios parodias

La política macrista de la Secretaría de Cultura de la Ciudad es evidente: presupuesto insuficiente para Proteatro, inédito atraso en los pagos asignados y falta total de una orientación que contenga los diferentes espacios y proyectos teatrales. Se trata de un organismo que está tironeado por intereses sectoriales y por luchas intestinas, con representantes que terminan por administrar las “migajas”, quedando atrapados, con alguna valiosa excepción, dentro de esa lógica impuesta. Pero hay otros ejemplos: la protoprivatización del Teatro San Martín con sus producciones “mixtas”, el deterioro de su estructura edilicia en un extremo nunca visto, los conflictos políticos, edilicios y salariales por falta de presupuesto para los institutos de Formación Artística, como la EMAD, el atraso de años en el pago de los premios municipales y la situación del INT, otro de nuestros organismos nacionales, con su burocracia y falta de transparencia instaladas, que pareciera difícil de desmontar. Claro, todo esto no impide proclamar a nuestra ciudad, Capital Mundial del Teatro. Los que hacemos teatro terminamos siendo víctimas de esta falta de interés, reflejada en esta realidad palpable. Es un tiempo en que la comercialización de la industria del espectáculo, incluyendo la llamada producción independiente, se ha acelerado girando en el vacío. Aceleración exponencial ésta que responde a una cantidad de circunstancias que no son necesariamente artísticas. Lo “importante” es cómo vender el “objeto producido”, cómo insertar “la mercancía” en ciertos lugares. Especie de institucionalización de la subjetividad, donde también entra en discusión el sentido de lo independiente. ¿A qué nos referimos? ¿De qué hablamos?

Sin embargo y como contrapartida, hay otras realidades en la Ciudad: la de teatristas o grupos de teatristas que sin resignar el dinero estatal que les corresponde y sin dejar de pelear, se proponen crear otros territorios de prueba, definiendo procedimientos, relaciones y maneras de organizar el trabajo en una forma que no es la habitual, rechazando todo lo que empuja hacia el mundo de la reproducción de las formas y de las ideas domesticadas. Experiencias que desarrollan otras lógicas para producir artísticamente. En los últimos años percibo cómo este fenómeno resurge con fuerza, protagonizado por nuevas generaciones, afirmando que lo contracultural existe. Se refugia, en grupos o personas que desarrollan diferentes proyectos teatrales en espacios vivos, dinámicos, con público y que no están dispuestos a abandonar. No son pocos, aunque “representantes importantes” de nuestra comunidad teatral se esfuercen en afirmar que ya no hay grupos en el teatro en la Ciudad. Teatristas y grupos que entienden que cualquier tipo de “rechazo” que se tenga hacia algo, sea esto en un plano de confrontación política o en el terreno artístico e intelectual encuentra sentido si incluye algún tipo de optimismo con la perspectiva que uno desea construir, que uno está imaginando. Por la “historia” que uno quiere hacer y no está hecha. Por esa libertad concreta. Finalmente, hay algo que parece cruel, pero es real. Es el hecho de que en teatro no existen los buenos o malos caminos. Los hay propios o parodias.

* Actor y director.

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