Sáb 05.01.2013
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TEATRO › LEONOR MANSO Y DANIEL FANEGO PROTAGONIZAN EL LEóN EN INVIERNO, AMBIENTADA EN UNA “NAVIDAD MEDIEVAL”

“Aquel pasado nos refleja en este presente”

La obra del norteamericano James Goldman retrata una disputa familiar en torno de la elección de un heredero al trono. En la puesta de Pompeyo Audivert, el actor encarna al rey Enrique II de Inglaterra y la actriz a Leonor de Aquitania, la reina consorte.

› Por Hilda Cabrera

Una historia de reyes, conspiraciones y pérdidas es el marco en el que se desarrolla la acción de El león en invierno, obra que, distanciada de las epopeyas, retrata una disputa familiar en torno de la elección de un heredero al trono. Inmersos en esta ficción, la actriz Leonor Manso y el actor Daniel Fanego se entregan entusiasmados a sus roles y hacen memoria. Fanego dice haber interpretado más caudillos que reyes y enumera títulos que hicieron época, en tanto Manso recuerda a su personaje de Ofelia, símbolo de “sencillez y delicadeza de sentimientos”, en una puesta de Hamlet. La obra que estrenan hoy en el Teatro Regina Tsu, dirigida por Pompeyo Audivert, pertenece al estadounidense James Goldman, también novelista y autor de guiones. Ahora en los roles del rey Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania (1124-1204), duquesa, después reina de Francia y más tarde reina consorte de Inglaterra, Fanego y Manso se explayan sobre una historia que el autor ubicó en la Navidad de 1183. Esa licencia le permitió reunir en fecha especial al rey, a la reina y a tres hijos varones; a la amante del monarca (Alais, Adela de Francia) y al hermanastro de ésta. Para entonces, la aguerrida Leonor, célebre por su temple, fue sacada de la prisión del Castillo de Salisbury, donde la había confinado su marido diez años atrás, cuando ella y sus hijos Ricardo (Ricardo Corazón de León) y Godofredo (“el manipulador”) encabezaron una rebelión en su contra. El otro hijo convocado es Juan, el predilecto del padre y futuro Juan Sin Tierra.

La estrategia de Goldman es descubrir en esta disputa de herederos el comportamiento laberíntico que origina en cada uno la lucha por el territorio. Estrenada en 1968 en Broadway y trasladada al cine con guión del mismo Goldman, El león... escapa del Medioevo, se instala en una “Navidad medieval” y conforma a través de escenas tipo teatro dentro del teatro un enlace con tiempos cercanos. “En este encuentro se descubren los verdaderos vínculos y algunos aspectos de historias anteriores. La reina, que tiene 60 años y le lleva once a Enrique (que muere en 1189), ha llevado una vida muy activa. En lo personal están los hijos, las batallas libradas en contra de su marido y las luchas de los dos con los condados vecinos a sus territorios”, puntualiza Manso, en diálogo con Página/12, junto a Fanego.

–¿Qué lugar ocupa la reina en esta ficción?

Daniel Fanego: –Estas monarquías se sustentaban en el poder territorial, en la capacidad de someter a otros pueblos y abatir a quienes se les oponían. Leonor de Aquitania fue una reina bastante particular. No era común que una mujer protegiera, como lo hizo ella, las artes y la cultura. En el Medioevo, casi toda la cultura estaba regida por los monasterios. Leonor era renovadora en cuanto a lo cultural y muy combativa. Peleó en contra de Enrique II, y no una sola vez sino varias, a partir de un episodio que los dividió hasta el final. Entonces la pretensión de Enrique era destronarla, poner en su lugar a su amante y desheredar a los hijos. Otro asunto fue el apoyo de Leonor al arzobispo de Canterbury, Thomas Becket. El arzobispo había sido nombrado por el rey, pero se puso en contra cuando Enrique quiso someter al clero inglés a la jurisdicción ordinaria. Esta rebeldía derivó en el asesinato de Becket por mandato del rey y la canonización del arzobispo como mártir de la independencia eclesiástica.

–¿Ese era entonces el “progresismo” del rey?

D. F.: –En algún sentido era un monarca “moderno” para su época. Trató de implementar una suerte de legislación civil en contra de los tribunales eclesiásticos que todavía existían. Durante su reinado se produjo el primer texto legal escrito que sienta las bases de lo que hoy es la Common Law. Con esa ley se suprimían los juicios por ordalía en beneficio de los juicios por jurado popular y algunas maniobras de tipo institucional.

–Goldman le da un giro sentimental a la historia. ¿Acaso la unión de Enrique y Leonor no fue una historia más sobre la ambición de anexar territorios?

Leonor Manso: –Los matrimonios venían entonces con escritura, como dice Daniel, pero en Leonor fue distinto. Ella poseía tierras cuando a los 15 años la casaron con el rey Luis VII, de Francia, de apenas 17 años. Ese casamiento unía el extenso territorio de Aquitania con el más pequeño del reino de Francia. Fue criticada por la corte porque no era austera ni piadosa y, sin heredero varón, pidió la nulidad matrimonial. Después de unos años se casó con Enrique, quien antes de ser rey de Inglaterra fue conde de Anjou y duque de Normandía. El encuentro no fue desde un principio por conveniencia económica de Leonor, que ya era reina y gozaba de libertad en su vida amorosa y sexual. El casamiento con Enrique no fue forzado.

–¿Qué opinan de la tendencia a situar la vida de los reyes en la cotidianidad y poner el acento en conflictos no saldados y rencores familiares, como lo hace Goldman?

D. F.: –Uno habla de esta historia y piensa en esta época, aunque sea distinta. Goldman toma varios episodios desarrollados durante tres años y los condensa en uno. Es diferente de lo que se observa en algunos regímenes actuales, pero tiene en común la pugna por el sucesor. En la historia, Enrique y Leonor pugnan por poner cada uno al hijo preferido, y no concilian. Por eso, la reina es enviada nuevamente a prisión hasta que el rey, enfrentado a su hijo Ricardo en batalla, pierde y muere, el hijo libera a su madre y se convierte en rey de Inglaterra, título que a su muerte pasará a su hermano Juan Sin Tierra.

–¿Cuál es la diferencia básica en esta disputa?

D. F.: –Esta es una pugna entre feudales, entre el rey y los señores, donde el rey aparece en el Medioevo como la figura que busca el “acuerdo” entre varones poderosos. Pero esto no es todo en la obra de Goldman. Por eso, decir que se trata sólo de una lucha por el poder es banalizar una historia que el autor ha inscripto en el lugar de la tragedia. Uno de los períodos más trágicos que vivió la humanidad fue el del Medioevo, cuando el sometimiento y el vasallaje fueron casi absolutos. Para “pacificar” Inglaterra, Guillermo el Conquistador ordenó quemar aldeas enteras en ataques que dejaron un saldo de 300 mil muertos.

L. M.: –La intención del autor, creo, ha sido mostrar cuánto y cómo nos refleja aquel pasado en este presente. Los personajes no ocultan lo que son y dicen que son los asesinos, los bárbaros del Medioevo. También, y con diferencias respecto de aquel tiempo, intenta mostrar cómo se suceden los enfrentamientos dentro de una familia, y entre ciudadanos y Estados. Otra riqueza de la obra es revelar cuánto hay de dolor escondido en esos personajes que sólo ambicionan poder y cuánto de sufrimiento en los hijos obligados a crecer con un padre que se siente y es todopoderoso. No es lo mismo con Leonor, cuya relación con Enrique es entre pares. Ella le pone límites, aunque la encarcele.

D. F.: –En el Medioevo no hubo reinas tan fuertes como Leonor...

L. M.: –Después sí. Está Margarita de Valois, que fue reina de Navarra y de Francia, pero vivió en el siglo XVI. Inspiró novelas (entre otros, a Alejandro Dumas padre). Leonor también fue recordada en poemas, ensayos y canciones. La única forma de ponerle límites era encerrarla en prisión. Esta obra es muy atractiva por estas circunstancias y porque nos refleja en ciertas actitudes.

D. F.: –El texto se va del Medioevo y hace referencia a situaciones y personajes del teatro que no corresponden a la época. Aparecen menciones al rey Lear, a Hamlet, que Pompeyo toma para maniobrar con el espacio y abrir el juego al público.

L. M.: –Goldman introduce palabras y elabora escenas posibles, donde los personajes se reconocen como pertenecientes al Medioevo, pero con características que están vivas en nosotros. Por eso no extraña que la reina le transmita al público que deberá ir nuevamente a prisión...

D. F.: –O que el rey se despida con la frase: “Tengo la esperanza de que nunca vamos a morir”.

L. M.: –Que ella repite, porque la propuesta es crear un juego de espejos. Como siempre, aquí hay teatro, pero en esta puesta las señales son más evidentes.

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