TEATRO › LA PRESENCIA DEL ESCRITOR GRANADINO EN LA CARTELERA PORTEÑA
El montaje de El nombre del olvido, Los cuatro días de Lorca y Dalí y Lorca, diario de un viaje imposible y el próximo estreno de Yerma dan cuenta de la vigencia del poeta y dramaturgo. Directores y autores explican el fenómeno.
› Por Paula Sabatés
Eterno, inagotable, universal. Todo eso y más, mucho más, es Federico García Lorca, poeta, dramaturgo, prosista, soñador. Nacido en Granada en 1898, se convirtió rápidamente en uno de los artistas más célebres del siglo XX. La profundidad siempre genuina de su escritura así como la destreza que demostró en otras disciplinas artísticas lo convirtieron rápidamente en uno de aquellos hombres libres a quien nada ni nadie puede destruir. Ni siquiera la muerte, que a él le llegó violentamente durante la Guerra Civil Española, cuando lo fusilaron como a un perro por pensar distinto. Por eso su espíritu vive. Lo hace cada vez que un director elige una de sus obras para jugar a hacer teatro. Lo hace cada vez que un grupo de actores sube a escena a decir (sentir) sus versos. García Lorca vive y vivirá por siempre. Y el reflejo de esa eternidad puede verse cada año en la cartelera teatral, poblada de espectáculos de su autoría o que toman como eje a su propia vida. En afán de mostrar parte de este fenómeno, Página/12 se reunió con directores y dramaturgos que se encuentran en ese camino y que opinan sobre la vigencia de este andaluz que no tiene fronteras.
“Es maravilloso que hoy se le dé tanta fuerza a Lorca. Y también es importante que suceda de múltiples maneras, ya que él mismo decía que su obra no era una estructura y que tenía que ser renovada todo el tiempo”, sostiene Grazziela Sureda, directora de El nombre del olvido, espectáculo basado en textos del escritor, entre otros. “Federico fue un gran observador que relató sentimientos llevados al extremo. Por eso su lírica lo es, y nadie puede pasar desapercibido frente a ella”, aporta Mariano Taccagni, que escribió y protagoniza Los cuatro días de Lorca. Esa extremidad que señala hace que cada teatrista pueda pararse frente a Lorca como más le guste. Y que también el público pueda conocer al español a través de distintos enfoques.
La poesía
(“Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio...”)
“La obra de Lorca tiene sangre y profundidad. Para decir un poema de él tenés que hacerlo desde los ovarios, desde el corazón, de otro modo sería imposible”, afirma Sureda. El nombre del olvido se centra justamente en esa fuerza. Se trata de un hecho teatral en un acto donde la poesía y la música conversan, se acompañan, celebran y cuentan una historia ya conocida: la del amor y el desamor. Transcurre en un bar donde un músico al piano espera al día de la semana en que otro hombre se acerca a acompañarlo y a compartir un momento único lleno de arte y de sentimiento. Durante el espectáculo –en el que también hay textos de Lope de Vega y Juan Gelman, entre otros– aparecen el soneto “Tengo miedo”, el prólogo de “El maleficio de la mariposa” y un fragmento de uno de los textos más clásicos de Lorca, sorpresa para quienes vean el espectáculo. “Su material es maravilloso y habla de lo más profundo del ser humano. Pero lo más importante es que trata temas que no son circunstanciales, sino eternos”, sintetiza la directora.
El personaje
(“En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida...”)
En lo que va del año, la oferta teatral presenta más obras basadas en el personaje de Lorca, en su ser, que obras de su autoría. Tales son los casos de Los cuatro días de Lorca y Dalí y Lorca, diario de un viaje imposible. La primera narra los últimos cuatro días de la vida del andaluz, detenido en una habitación por el ejército franquista. Incomunicado, Lorca sólo recibe la visita de Angelina, una criada de su familia enviada para alimentarlo durante su reclusión. “Nuestra idea fue mostrar cómo él resuelve su angustia, su desazón y su bronca frente al cautiverio, haciendo algo positivo: jugar a seguir siendo un escritor, un actor y un entretenedor frente a esta criada”, explica Taccagni, que la define como “la historia de un hombre que articula estrategias para no saberse muerto”.
Dalí y Lorca..., por su parte, retrata el costado más íntimo del dramaturgo: muestra la profunda amistad que el escritor mantuvo con el célebre pintor surrealista por casi 17 años. “Nos interesó más tomar a Lorca como personaje, y no a un personaje suyo, porque él trascendió por su honestidad y por luchar por quien quería ser, valores que nos interesa rescatar”, afirma Carlos Rapolla, director de la pieza.
García Lorca fue ejecutado en 1936, con tan sólo 38 años, después de que una denuncia anónima en su contra cayera ante las autoridades de Granada. Se dice que lo asesinaron por ser abiertamente homosexual y por su afinidad con el Frente Popular, creado por diversos grupos de izquierda. Desde entonces, su cuerpo permanece enterrado en una fosa común situada en un municipio de su ciudad natal.
“Lorca no fue un inocente y un naïf que creyó que no le iba a tocar. Probablemente no creyó que le iba a tocar de esa manera, pero sabía que venían tiempos duros. Defendió conscientemente sus ideales y por eso hay que valorarlo”, rescata Taccagni, que cuenta que la obra del español definió su vocación como teatrista y profesor en Letras.
(“Y aunque no me quisieras, te querría por tu mirar sombrío, como quiere la alondra al nuevo día, sólo por el rocío...”)
Los cuatros días de Lorca y Dalí y Lorca... retoman también el conocido vínculo que el poeta mantuvo con Salvador Dalí. Se dice que su relación trascendió la simple amistad. Que se conocieron en 1922 en la Residencia de Estudiantes de Madrid y que desde entonces compartieron más que el genio artístico. Durante décadas, después de la muerte de Lorca, Dalí mantuvo su relación en misterio y sólo al final de su vida confesó la unión.
El espectáculo de Carlos Rapolla hace foco en este vínculo: “Es una de las historias más fascinantes y tristes del panorama cultural español, que además fue origen de una creatividad arrolladora, con decisivas consecuencias para la obra y la vida de ambos amigos”, cuenta el director, quien decidió “no retratar a Dalí como un imbécil que nunca pudo enfrentar al amor sino como un ser contradictorio que incluso murió en soledad”.
“Federico tuvo otros grandes amores, pero éste es el más farandulero, el que la gente más compra. Nosotros tomamos a Dalí como un personaje que a Lorca lo hizo extremadamente feliz”, suma Taccagni, que en su espectáculo dedica una escena a este emblemático romance.
(“La mujer no ha nacido para que se le comprenda sino para que se le ame...”)
Otra de las pasiones de García Lorca fueron las mujeres. Basta mencionar a Bernarda Alba, Mariana Pineda, Doña Rosita, Adela, La Novia y La Zapatera Prodigiosa, entre otros tantos personajes de sus obras, para entender la importancia que el dramaturgo le dedicó al género femenino. “Ha podido interpretar el sentimiento más profundo de la mujer”, dice Sureda. “Retrata mujeres fálicas, de dominio, de poder. Vislumbró algo interesante que iba a pasar a nivel social”, aporta Taccagni. Lo cierto es que no se puede leer a Lorca sin captar un genuino compromiso con los problemas existenciales de la mujer.
Ese compromiso es el que empujó al director Darío Portugal Pasache a realizar la trilogía de obras del autor que toman a la mujer como objeto central. Así ya puso en escena La casa de Bernarda Alba y Bodas de sangre y hará lo mismo con Yerma, que tiene estreno previsto para abril y será protagonizado por la actriz Jackeline Molineros. La obra cuenta la historia de una campesina frustrada por no poder concebir un hijo con su marido y se mete en lo más profundo de su subjetividad para mostrar lo que le pasa con esa situación. “Es increíble cómo este hombre se metió en la piel de una mujer y describió con tanta exactitud sus sentimientos”, dice el director.
Portugal Pasache cuenta que para su versión decidió apartarse un poco de la cuestión de la fertilidad, que a menudo es considerada como el tema central, para enfocarse en la realización del deseo. “Creíamos, al comienzo, que Yerma era una de esas obras que teníamos que hacer respetando su contexto histórico. Pero cuando iban pasando los ensayos, nos dimos cuenta de que la metáfora de la obra es de una actualidad muy fuerte y que podíamos trabajarla de una forma más libre”, cuenta el director.
(“Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo...”)
Para trabajar Yerma, el elenco de Portugal Pasache cuenta con la ayuda de una psicoanalista. “A muchos de los personajes de Lorca los hemos entendido desde lo psicológico y desde ahí hemos encarado la interpretación. Muchos de ellos tienen patologías muy fuertes que los hacen terminar de forma trágica. Otros tienen conductas muy complejas. Por eso a Lorca no solamente hay que entenderlo sino también comprenderlo”, sostiene el director.
Coincide Taccagni: “Sin ponerle título, Lorca se me metió con la conciencia y la subconciencia humana”. Para él, Yerma puede tener una lectura freudiana. “Su Ello busca desesperadamente un hijo, pero su Yo dice que no. Es muy claro. El haberse metido tanto con las pasiones humanas, con el poder y el deseo, hace que el suyo sea un material de estudio interesante para la psicología”, teoriza el teatrista. Y están todos de acuerdo: “Lo que ha escrito Lorca va a ser vigente siempre porque el amor, el dolor y la muerte no van a pasar de moda nunca”. Por eso, como dice Taccagni, “volver a Lorca implica volver a lo esencial”.
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