TEATRO › RUBEN HERNANDEZ MIRANDA HABLA DE SU PUESTA DE HEDDA GABLER
› Por Paula Sabatés
Cuando leyó por primera vez la obra Hedda Gabler, de Henrik Ibsen, todavía estaba cursando la carrera de Arte Dramático en la Universidad Nacional de Cuyo. Rubén Hernández Miranda cuenta que quedó “impresionado” por la trama y sobre todo por el personaje central, y que desde entonces se propuso montarla alguna vez. Ese deseo lo llevó a estudiar en profundidad la producción y la vida del dramaturgo noruego para poder “instalarse en su pensamiento y asumir el compromiso de adaptar una obra de tamaña riqueza dramática”. Luego de mucho trabajo, su versión de este texto que Ibsen escribió en 1890 se puede ver los viernes a las 21 en la sala Luisa Vehil (Hipólito Yrigoyen 3133), espacio que él mismo dirige y en el que también pueden verse Juan de Miguel Tabarovsky y La Malasangre de Griselda Gambaro, ambos bajo su dirección.
Hedda Gabler, protagonista del drama, es una joven aristócrata de finales del siglo XIX. Hija de un prestigioso general, cuando éste muere se ve obligada a casarse con un joven burgués para mantenerse. Así contrae matrimonio con Jorge Tesman, un académico que intenta hacerse un lugar destacado en la alta sociedad. Toda la obra sucede en la residencia que adquiere la pareja en la capital noruega (en la época de la obra llamada Kristiania, hoy Oslo) luego de su luna de miel. Las distintas visitas que reciben, y que modifican la estructura familiar, hacen que de la joven Hedda emerjan instintos oscuros y maliciosos. Presa de una sociedad que no eligió y en la que no se encuentra, se irá convirtiendo en uno de los primeros protagónicos malignos de la literatura dramática.
La maldad de Hedda, que en esta versión es interpretada por Fanny Rodríguez, fue justamente lo que más atrajo a Hernández Miranda del personaje. Para él, los impulsos de la protagonista “ayudan a que el público reflexione sobre las miserias de todos los hombres, incluso las propias”. Satisfecho por el trabajo que se logró con los actores, el teatrista cuenta a Página/12 que lo más interesante es lo que pasa con el público. “El personaje de Hedda es tan complejo que pese a su maldad se vuelve atractivo. El público la quiere y la celebra, y eso me parece maravilloso”, asegura el director de la pieza, que se completa con las actuaciones de María Benito, Viviana Campos, Pablo Ortolani, Patricia Sellanes, Carlos Strefezza y Sebastián Rapacini.
–¿No cree que pueda pensarse a Hedda como víctima, más que victimaria? Las circunstancias de su vida no fueron las mejores.
–Sí, por supuesto, siempre lo digo. Ella vive como puede y de las circunstancias que le tocaron nace su incapacidad de amar, que es algo que me conmovió desde el principio. No tuvo el amor de una madre y su padre quería tener un varón, así que la crió como tal, le enseñó a montar, a disparar. Por eso Hedda tiene cierta masculinidad. El haberse criado entre hombres la perjudicó a la hora de tener que cumplir las normas que se suponían para las mujeres de la época. Claro que después apareció Ibsen e hizo que Nora (protagonista de Casa de muñecas, su obra más célebre) abandone su hogar de un portazo y ahí cambió la historia, pero hasta ese momento a las mujeres no se les hacía fácil la vida.
–A propósito de Nora, es imposible no compararlas...
–Es que tienen mucho en común. Ambas le temen al qué dirán pero ninguna de las dos quiere renunciar a su independencia. Nora quiere saber quién es, educarse a sí misma. Hedda fuma en sociedad. No quieren ser unas mantenidas, desean ser iguales a los hombres, tener sus mismos derechos. Después, Nora es más inocente, tiene miedos y vive dentro de una caja de cristal. Hedda también tiene miedos pero es más firme.
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