TEATRO › MARGARA ALONSO, GRAN DAMA DEL TEATRO
› Por Hilda Cabrera
Gran actriz de teatro y cine, Márgara Alonso falleció a los 78 años a causa de un enfisema pulmonar que desde hace un año le impedía continuar con su profesión. Su apertura en materia de estilos le permitió transitar con igual rigor diferentes canales de expresión, participando en obras de autores clásicos y contemporáneos. Distinguida en varias oportunidades, últimamente con el Premio Podestá a la Trayectoria, se inició en los radioteatros de El Mundo, Excelsior y Nacional (“Las dos carátulas”). Para Alonso no había papeles pequeños. Se destacó siempre, incluso en las apariciones más fugaces. Integró durante años los elencos del Teatro Nacional Cervantes y el San Martín en ambiciosas puestas, dirigidas, entre otros, por Rodolfo Graziano, Agustín Alezzo y Alfredo Alcón. Se la recuerda en La nona, de Roberto Cossa; en el primer montaje de Ya nadie recuerda a Fréderic Chopin, componiendo a Susy Galán, y en Primavera, de Aída Bortnik.
Alonso no deslindó su actividad de los requerimientos del entorno y colaboró, como otros artistas y técnicos, en A propósito de la duda, testimonio escénico pionero en la búsqueda de los hijos de víctimas y desaparecidos por la última dictadura militar que, impulsado por Abuelas de Plaza de Mayo, elaboraron la dramaturga Patricia Zangaro y el actor y director Daniel Fanego. Sobresaliente en sus composiciones, se la vio en obras de Shakespeare (fue la Reina en el montaje de Ricardo III, dirigido por Alezzo y protagonizado por Alcón); Bernard Shaw (Mi querido mentiroso), Anton Chéjov (El jardín de los cerezos, una puesta de Alezzo) y Samuel Beckett (en la versión de 1991 de Final de partida, actuada y dirigida por Alcón). Alonso era aquí la madre que desaparecía en uno de los tachos de residuos (en el otro se escurría al padre interpretado por Osvaldo Bonet). Este montaje fue llevado a España, como otros en los que Alonso fue convocada por los teatros San Martín y Cervantes. Stéfano, María Estuardo, La Celestina y Viejos conocidos son algunos de los títulos en los que se lució. En esta última pieza se multiplicó en los roles de una vieja y una muchacha de campo.
Su trabajo en la premiada Tenesy, del entrerriano Jorge Leyes, fue sin duda memorable. En esta obra de 1998, dirigida por Daniel Marcove, Alonso se introducía en el universo creativo de Tennessee Williams componiendo a una frágil Rose (de El zoo de cristal) que bebe su té y espera en la confitería Las Violetas del barrio de Almagro al hombre que alguna vez pasó fugaz y la miró, enamorándola para siempre. La actriz transmitía aquí la incertidumbre que deja el paso del tiempo y el vértigo que produce pensar cómo sobrevivir ante lo que se extingue.
Otra composición de distinto tono, inolvidable por su audacia, fue la de una maestra en Palomitas blancas, de Manuel Cruz, una atrevida puesta de Rubén Szuchmacher en el Centro Cultural Rojas. El cine no le fue ajeno. Participó de por lo menos diez películas, dirigida por Eduardo Calcagno, Fernando Ayala, Eduardo Mignogna y María Luisa Bemberg, entre otros realizadores, en títulos como Los enemigos, El censor, Flop y Yo la peor de todas.
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