TEATRO › DANIEL BEGINO DIRIGE ME GUSTA/YA NO ME GUSTA, LOS VIERNES, EN TIMBRE 4
La obra explora los vínculos que la comunicación virtual genera entre seres que sufren una desesperada soledad. Está a cargo de los egresados del taller de montaje de Timbre 4.
› Por Paula Sabatés
La comunicación, o su falta, ha sido históricamente tema del teatro. Hace algunos años, el Premio Nobel de Literatura Harold Pinter se encargó de llevar al máximo la exploración teatral sobre ese asunto mostrando cómo un intercambio inadecuado podía traer dificultades en el logro de objetivos grupales e individuales, entre otras cuestiones. A partir de su teatro, muchos otros se preocuparon por este tema, que hoy sigue tan vigente como entonces. Pero los tiempos cambiaron y también lo hizo el abordaje que se le da a ese asunto. Tanto es así que hoy se puede ver en la cartelera porteña una propuesta que, como las de Pinter, se sumerge en la reflexión sobre la comunicación, pero en este caso en su forma virtual. Se trata de Me gusta/Ya no me gusta, título que alude al famoso botoncito de Facebook que sirve para mostrar la aprobación o no de una publicación de esa red social. Está a cargo de los egresados del taller de montaje de la escuela Timbre 4 (Boedo 640) y es dirigida por Daniel Begino, que fue su docente el año pasado. Se puede ver allí todos los viernes a las 23.15.
La obra explora los vínculos que la comunicación virtual y, más precisamente, las redes sociales generan entre seres que sufren una desesperada soledad. Durante una hora, muestra fragmentos de la vida de trece personajes bien caracterizados que en cierto momento de sus vidas se interrelacionan entre sí a través de la tecnología. Las historias son de lo más variadas y también las circunstancias comunicativas: un futbolista que le dice a su mujer por primera vez que la necesita a través de Skype, una ex pareja que arregla una salida para darse una nueva oportunidad a través del chat de Facebook, cuatro viejas compañeras del secundario que se encuentran en esa red social después de muchos años y un hombre que llama a la madre de su hijo para decirle que lo extraña y lo quiere ver, entre otras. En todas está presente el elemento de comunicación –la computadora, el celular, la cámara web–, que constituye, por su importancia, el fundamento de cada microrrelato que se narra.
Cuenta Begino a Página/12 que el objetivo de este proyecto tiene una doble dimensión: “Por un lado queríamos explorar los vínculos en ese mundo virtual, ver cómo influye en uno mismo el sentir algo y comunicarlo inmediatamente. Y también queríamos explorar desde la actuación estar en la computadora o usar el celular, cómo es actuar de comunicarse, lo que en el teatro clásico se correspondía con hacer que estás hablando por teléfono”.
–¿Cómo hicieron ese trabajo?
–Durante una parte del proceso, cuando ya algunos personajes estuvieron definidos, los hicimos chatear de verdad y hasta algunos se crearon un perfil. Hubo mucha improvisación y mucho del texto surgió de ahí. Fue práctico, además, porque guardamos las conversaciones que surgían y después las revisamos y muchas resultaron muy interesantes para utilizar. Después, durante las clases, la cosa iba más por lo corporal. Probábamos en silencio, actuando sin gestos, pasándonos notas. Todo el tiempo intentando volver teatral la conversación con un aparato.
–¿Y cómo fue esa experiencia para los actores? ¿Es una realidad que les era cercana?
–Casi todos están por arriba de los 25 años, con lo cual entendí desde el principio que estaba jugando con una generación que no es la que nació con la tecnología. Su relación con el aparato es otra. Son como inmigrantes de la tecnología, se llevan bien, pero no tienen un manejo tan claro como los más jóvenes. Con lo cual trabajamos la actuación desde ese lugar de desconocimiento. Y fue interesante entrar por ahí, porque el de-safío fue cómo hacer para contar conflictos muy intensos y fundamentales de la vida de esos personajes planteados a través de ese mundo.
–En la descripción de la obra dice que el intento que hacen los personajes por llenar el vacío que les produce la soledad es grotesco. ¿Por qué utilizó ese término?
–Justamente por eso, porque un personaje comunicando un sentimiento profundo a través de un aparato es algo grotesco. Es una emoción puesta en un plano tan distinto que parece como una burla. Los personajes creen suplir una ausencia y creen que lo logran, pero lo que queda es insatisfacción e impotencia. Y como eso da risa, entonces es grotesco porque es una tragedia, algo que da dolor, pero que está puesta en un lugar que genera comicidad.
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