TEATRO › CARLOS GOROSTIZA, MARIANA GIOVINE Y HAY QUE APAGAR EL FUEGO
Una puesta atípica de A propósito del tiempo inspiró al dramaturgo para una obra influida por el espíritu del payaso, que ahora se presenta en el Beckett Teatro. “El clown pone todo a flor de piel porque no puede evadirse de lo que le pasa”, sostienen.
› Por Cecilia Hopkins
El dramaturgo Carlos Gorostiza no tiene la costumbre de ver reposiciones de sus obras, pero el año pasado debió hacer una excepción. Fue cuando la joven directora Mariana Giovine estrenó en el Beckett Teatro A propósito del tiempo. “Me llamaron para invitarme sus padres –los actores Virginia Lago y Héctor Giovine– y la verdad es que fui por compromiso”, confiesa en conversación con Página/12. Pero luego aclara: “Fue una sorpresa extraordinaria ver la obra interpretada por payasos, respetando el texto palabra por palabra”, afirma todavía admirado por su reacción. Tanto fue así que luego del estreno, cuando Giovine le dijo al dramaturgo que estaba buscando obra para su proyecto de graduación de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, él mismo le sugirió que realizara la puesta de su obra de 1982, Hay que apagar el fuego. También en clave de clown, el montaje puede verse en la misma sala de Guardia Vieja al 3500, con los efectivos intérpretes de la puesta anterior: Luciana Vieyra, Juan Pablo Galimberti y Jorge Seleme. Interpretada en vivo, la música está a cargo de Ignacio Gabbanelli y Lautaro Rodríguez Alvarez.
Se ve que la sorpresa de Gorostiza al ver a tres clowns con sus narices rojas haciéndose cargo de sus personajes le caló profundo: el dramaturgo afirma que cierto aire payasesco se coló en su última obra, texto que comenzó a escribir el año pasado y que en estos días terminó: “Todavía no me decidí por ninguno de los títulos que tengo pensado”, aclara antes de completar la idea: “Los personajes son cinco jóvenes, no son payasos, pero creo que tienen un aire de payasos, recién ahora caigo en la cuenta”, declara pensativo. Presente en la entrevista, Giovine cuenta algo que el autor no sabía y que lo vuelve a sorprender: cuando ella leyó A propósito del tiempo enseguida le surgió la idea de hacerla en versión clown, motivada por el ritmo que despierta el discurso de los personajes.
Gorostiza escribió Hay que apagar el fuego especialmente para la segunda edición de Teatro Abierto. La pieza fue enviada bajo seudónimo, tal como se había establecido a los efectos de no condicionar al jurado que debía elegir entre los 420 textos recibidos. Seleccionada, la obra se estrenó bajo la dirección de Héctor Tealdi y motivó un efecto inesperado en muchos espectadores: el dramaturgo recuerda que el título de la pieza fue tomado como una referencia al incendio del Teatro Picadero, suceso que marcó al primer Teatro Abierto. “Lo de apagar el fuego se refiere al que estaba encendido en la propia casa del bombero”, aclara Gorostiza. En efecto, vestido con su uniforme de bombero voluntario, Cayetano vuelve a su domicilio y encuentra a Libertad, su mujer, y a su amigo, el carnicero del barrio, ligeros de ropa y con expresión culpable. Pero como no hay de su parte ninguna reacción violenta, al espectador no le queda claro si lo hace por negador o lo hace a propósito, para intensificar los efectos de la traición.
–¿Cuáles son los aportes de la técnica del clown a estas obras?
Carlos Gorostiza: –En A propósito del tiempo yo sentí que esos personajes con sus narices rojas paradójicamente se habían sacado la careta y aparecían descarnados, potenciando su dolor y su soledad. Y era muy interesante la complicidad que los payasos entablaban con el público.
Mariana Giovine: –También eso sucede en Hay que apagar el fuego, donde se plantea una situación límite: el clown pone todo a flor de piel porque no puede evadirse de lo que le pasa y, como tiene una franqueza natural, habla, opina y comparte todo con el público, a quien mira de frente.
–¿Qué diferencias encontró, como directora, en ambas obras?
M. G.: –A propósito del tiempo es una obra blanca, más amable y tierna que Hay que apagar el fuego, porque a pesar de su humor tiene una carga mucho más dramática. Nosotros veíamos mucha opresión en esta obra, con una mujer que quiere decir la verdad acerca de lo que está pasando y no puede, con un personaje manipulador que destruye a los demás con su aparente ingenuidad.
–Llama la atención el nombre de la esposa...
C. G.: –No le puse el nombre de Libertad vanamente: en ese momento de la dictadura me pareció bien poner a la libertad sometida físicamente.
–¿Hubo dificultades en respetar el texto?
M. G.: –No, porque veía que los personajes van repitiendo frases y que eso crea un ritmo que le va mucho al clown. Después, las coreografías de Violeta Zuvialde acentuaron el humor físico. No buscamos alivianar nada, y eso se ve en la mirada de los actores.
C. G.: –En el viejo teatro de interpretación se decía una frase importante y se miraba al público. El teatro independiente rompió con eso, con las candilejas, con los aplausos después de cada acto. Pero aquí esa mirada de los payasos a los espectadores logra potenciar cada situación. Y hasta hacen una afirmación filosófica con su mirada, porque parecen decirnos que todos somos payasos, que ésa es nuestra verdadera condición.
* Hay que apagar el fuego, Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556). Domingos a las 18.
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