TEATRO › TERMINó LA 29ª EDICIóN DE LA FIESTA NACIONAL DEL TEATRO
El encuentro en Jujuy dejó valiosas lecciones para las próximas celebraciones: más allá de los valores artísticos de las obras presentadas por grupos de todo el país, hubo un espíritu de agregar un matiz artístico aun a las ceremonias oficiales.
› Por Cecilia Hopkins
Cerró el domingo la Fiesta Nacional del Teatro, edición número 29 de un evento que se repite anualmente según un plan establecido y que esta vez consiguió diferenciarse del modelo habitual, a fuerza de aprovechar en forma creativa tanto la geografía y la historia como los rasgos culturales propios de Jujuy, sumando además un posicionamiento político respecto de temas relacionados con los derechos humanos vulnerados en la provincia. Tal vez esta edición sirva a los responsables de las próximas como fuente de inspiración para encontrarle nuevos contornos a la fiesta.
La muestra federal, por su parte, contó con espectáculos que despertaron el interés del público que colmó cada sala. Obras que, como sucede en todas las fiestas del INT, evidenciaron, más allá de su calidad artística, una amplia variedad de estilos y formatos, desde lo experimental hasta las estéticas y procedimientos más transitados. Entre las primeras, se destacó Todo cerca, obra de Fernando Rubio presentada por el grupo tucumano Recovecos, con dirección de Patricia García: un conjunto de retazos de recuerdos y de viejas rencillas familiares ubicado en una atmósfera de ensueño y hostilidad. Otro espectáculo elocuente desde su voluntad poética fue Número 8, presentado por el grupo cordobés Organización Q que dirige Luciano Del Prato, un singular relato apocalíptico montado sobre una superficie permanentemente inestable. Por su parte, los sanjuaninos del grupo Ob Caenum probaron incorporar nuevas tecnologías con la intención de crear un relato con códigos alternativos a lo usual, en tanto que los cordobeses de Rey Marciali Producciones se inspiraron en Las tres hermanas, de Chejov, para la realización de un film teatral, bajo la dirección de David Picotto. También evitó lugares comunes, esta vez sobre el tema del abuso sexual, La fiera, la leyenda de la mujer tigre, de CABA, interpretada por la notable Iride Mockert, bajo dirección de Mariano Tenconi Blanco.
Curiosamente, la tensión entre géneros y más precisamente la separación vincular estuvo muy presente como tema en la programación, tanto en obras que buscaron crear un lenguaje propio como en otras que abrevaron en formatos previsibles. Representando a Catamarca, Del nombre de los sentimientos, obra de Alberto Moreno, abordó el tema desde la melancolía; desde la histeria y la brutalidad lo hizo Malditos todos mis ex, de Mariela Asensio y Reynaldo Sietecase, representando a CABA, igual que Entonces bailemos, dirigida por Martín Flores Cárdenas, que tocó el tema partiendo de una perspectiva festiva y desafiante, en tanto que desde una estética ligada a lo televisivo hizo lo propio 8 veces te dejo, obra de la provincia de Buenos Aires.
Promediando el encuentro, en la sala mayor de la ciudad, el Teatro Mitre, tuvo lugar la entrega de premios por la trayectoria teatral, un acto usualmente poco atrayente que aquí asumió el formato de un espectáculo de calidad. Una colorida comparsa de diablos, personajes enmascarados propios del carnaval andino, tomó los pasillos y palcos del coliseo inaugurado en 1901 para terminar en el escenario aportando un marco festivo a la ceremonia. Tras recibir su premio, Norman Briski repasó su biografía artística mechando su discurso con palabras de apoyo a reivindicaciones locales (caso Ledesma), y concluyó su actuación con dos aplaudidos mimodramas que evocaron sus comienzos en el teatro. Por su parte, luego de ser galardonado, Osqui Guzmán interpretó fragmentos de dos de sus trabajos más reconocidos: un romance español incluido en su unipersonal El Bululú y un monólogo que hacía en El niño argentino, obra de Mauricio Kartun. Para terminar, se ganó la ovación generalizada con la improvisación que ofreció a partir de sólo tres palabras sugeridas por el público.
Si bien Jorge Accame, autor de la premiada Venecia, es porteño, residió en Jujuy durante más de veinte años y todo su teatro está atravesado por motivos locales. Al punto de que desde hace tiempo se transformó en un referente del teatro jujeño. Es por esto que, aparte de recibir un premio a la trayectoria, dos de los momentos más destacados de la fiesta pivotearon en torno de textos suyos, Cruzar la frontera y Pavesas, este último escrito especialmente para la ocasión. El primero contó con la dirección de la compositora y directora Carmen Baliero con la intervención de artistas locales. Las escenas referidas a la muerte de Lavalle y al tránsito de sus despojos por la Quebrada de Humahuaca fueron presentadas allí mismo, precisamente en la Posta de Hornillos, construcción del siglo XVIII ubicada a un costado de la Ruta 9, entre las localidades de Purmamarca y Tilcara. La belleza del entorno y la arquitectura colonial prestaron un marco ideal a las escenas sostenidas por la sonoridad de las cajas y el canto de un grupo de copleras.
El otro evento que marcó uno de los puntos culminantes de la fiesta fue realizado en las Salinas Grandes, enclave puneño al que se llega tras subir algo más de 4000 metros de altura. Una imagen surreal fue construida sobre la blancura del paisaje desolado: una orquesta de cámara integrada por jóvenes y adolescentes tocaba composiciones del jujeño Ricardo Vilca, acompañando la emotiva interpretación de tres vibrantes relatos sobre la voluntaria incorporación al Ejército del Norte de jóvenes –“Los decididos”– espectáculo que cerró con la presentación de hombres y mujeres vestidos a la usanza de las tropas criollas de entonces, embanderados y a caballo.
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