Mar 27.05.2014
espectaculos

TEATRO › EUGENIO SOTO Y EL AMOR ESTá EN LOS BOSQUES

El otro Shakespeare

La compañía La Jangada buscó un homenaje diferente a Sueño de
una noche de verano, al tiempo que prefirió ofrecer la puesta
entre semana para recuperar un espíritu de trabajo independiente.

› Por Paula Sabatés

Hacía tiempo que Eugenio Soto quería hacer algo con Sueño de una noche de verano. “Soy un gran lector de historietas, un fanático del cine de Tim Burton y un gran lector de la obra de Cormac McCarthy. Los mundos imaginarios y absolutamente ficcionales evidentemente me atraen mucho”, cuenta a Página/12 el director y dramaturgo, que encontró en esa comedia shakespereana un universo que lo fascinó. Así, para homenajearla, escribió El amor está en los bosques, obra basada en ella que puede verse los miércoles a las 21 en La Carpintería (Jean Jaurès 858). Si bien mantuvo los que considera los núcleos principales de la obra (la idea del bosque como espacio, la trama de enredos amorosos y todo lo que tiene que ver con lo sobrenatural), hizo un cambio “porque notaba que en todas las puestas de Sueño... se trataba a los seres del mundo mágico de forma muy ingenua”. Así, reemplazó a Puck, Titania y Oberon, que en la pieza del inglés son los representantes de lo fantástico, por “una idea más acorde con nuestra civilización”: dos ángeles en pugna que encarnan la vida y la muerte, idea que tomó de la novela El banquete de Severo Arcángelo de Leopoldo Marechal, otra de sus lecturas predilectas.

Interpretada por Emilce Olguín, Rosalba Menna, Carlos Pietronave, Sol Alba, María Emilia Ladogana, Vanina Dubois, Andrés Raiano, Martín Mir, Nicolás Giménez, Nahuel Kreser, Leilén Araudo y Pilar Viñes, todos pertenecientes a la compañía teatral La Jangada, El amor... se sitúa en un cálido bosque durante una noche de verano. Allí se juntan “los mortales” para contemplar un eclipse. Los vigilan los ángeles Gog y Magog, restos de una divinidad reducida. Los conflictos y enredos de amor entre los primeros son inevitables y estos últimos interceden para brindar armonía. Pero piden a cambio una ofrenda que los mortales niegan y entonces se desatan las fuerzas ingobernables del cielo: celos, muerte, lágrimas y dolor toman el bosque y nadie puede impedirlo.

“Pese al final, El amor está en los bosques es una comedia fantástica”, enfatizará Soto más de una vez. Le interesa remarcarlo porque ve en eso una ruptura con el teatro que se hace en la actualidad: “Por un lado, en las distintas carteleras vemos siempre propuestas que buscan asemejarse a lo real. Ha primado esa tendencia. Lo teatral ha dejado de ser el campo de lo imaginario y yo quise volver a eso. Por otro, ya casi no hay comedia. Se toma a la comedia como vulgar, como si todo fuera como la marplatense. Y tampoco hay grandes actores de comedia. Por eso me pareció interesante poder hacer una comedia pura”, asegura el director, que además de su formación artística estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires.

–La obra toma el artificio de una comedia inglesa. Los personajes tienen nombres en inglés y hablan con cierta tonada que remite a lo anglosajón. ¿A qué se debe?

–Sentía que se necesitaba un tono deliberadamente artificial, más como de sitcom. Necesitaba que el público lograra extrañarse. Si vos decís “che, Miguel” hay algo que no pega con la estética que mostrás y con el tipo de relato. En cambio si decís “oh, Mick” hay más concordancia con lo que se ve en escena. Se arma el artificio de un cuento que está en otro registro, como éste.

–¿Cómo fue el trabajo con los actores para lograr eso?

–Sobre todo lograr una situación rítmica, hacer danzar el texto. Trabajamos un registro muy de comedia cinematográfica. Intentamos lograr un lenguaje que fuera por ese lado. Sistematizar las entradas y salidas, que es lo básico de la comedia, entrenar mucho el uso del tú y que no quedara como si estuvieran hablando en neutro. Así como se hace poca comedia, también hay muy poco entrenamiento para actores que vaya en esa dirección. Por suerte nunca perdimos de vista que esto es un trabajo colectivo, algo que no se tiene en cuenta en todos los grupos.

–¿En qué sentido?

–Lo teatral es tomado como algo del director y sobre todo como espectáculo. Nosotros preferimos decir que somos un trabajo antes que un espectáculo. Somos un grupo de personas que se junta a actuar, que se junta para hacer algo de forma colectiva. Por eso no quisimos estar en cartel los sábados en un horario central y preferimos un día de semana. También, tenemos más interés en que vengan a vernos grupos de estudio que luego se queden a discutir sobre la obra. Volver a lo teatral como trabajo, alejarnos de lo teatral como escultura. Rescatar lo procesual, el encuentro, también el posible error. Desgraciadamente, desde hace un tiempo lo alternativo ha tomado las mismas reglas del espectáculo comercial en ese sentido de sentirse espectáculo, cuando no debería ser así, porque la palabra alternativa no se refiere a lo pequeño de la sala sino al modo de trabajo.

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