Jue 29.05.2014
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TEATRO › NANO ZYSSHOLTZ Y UNOS, BREVES HISTORIAS ESPIADAS

“Me cuesta hablar del teatro”

Es profesor, director y actor desde chico, pero tiene un acercamiento atípico a las tablas. En el espectáculo que se verá este domingo, pondrá en escena un método creado por él y puesto en práctica en sus clases, al que llamó “expresión autobio-teatral.”

› Por María Daniela Yaccar

La derrota aparece varias veces en el discurso de Nano Zyssholtz. Pero si hubo derrotas fueron constructivas. “Siempre me fue mal en cosas gubernamentales, sponsors, premios, entrevistas. Soy hijo de la autogestión”, se define. Además de dirigir a Sebastián Wainraich en Wainraich y los frustrados –que ya va por su tercera temporada–, Zyssholtz tiene un proyecto con alumnos y ex alumnos llamado Unos, breves historias espiadas. Es una obra de teatro, un conjunto de unipersonales construidos a partir de un método que Zyssholtz inventó: la expresión autobio-teatral. “Con mis alumnos creamos una producción que habla de ellos, con textos creados por ellos en base a improvisaciones”, explica el director, que forma a sus discípulos en la autogestión que tanto conoce.

Para definir lo que hace, pareciera que Zyssholtz tiene que decir, primero, qué es lo que no hace. No le gusta el teatro clásico, tiene prejuicios con la academia, elige no trabajar con textos dramáticos. “Antes que director fui profesor. Siempre mis alumnos me planteaban la misma inquietud: no sabían qué hacer con la actuación. Y se frustraban yendo a castings. Así surgió Unos”, cuenta el coach de Wainraich. Unos es más que una obra de teatro. Es un proyecto por el que pasaron muchos de los que aprendieron con él. De hecho, la propuesta ya tiene 3 años y 45 funciones. “Intento hacerlo con alumnos que tengan tiempo de trabajo conmigo, con los que compartimos un código”, explica. El Unos que se presenta este domingo (a las 21 en Mediterránea, Tucumán 3378) consta de cinco unipersonales de diferentes temáticas. Lo que los une es la soledad. “Es una construcción sincera y honesta desde lo individual. Tiene un tono, un dejo de bolero que está en la mayoría de mis espectáculos. Hay tristeza para llegar al absurdo. Es humor, aunque hable de cosas tristes”, dice Zyssholtz. Los actores son Flor Lerer, Fidel Cuello Vitale, Juan Goldman, Joaquín Sticotti y Gabriela Kot. La música es de Ignacio Calza.

–¿Qué temas aparecen en Unos?

–Son temas muy distintos entre sí. Hay una novia dando las gracias en el medio de su casamiento a pura lágrima, porque no se está casando con quien se quiere casar; hay un maestro de escuela setentoso poniendo a prueba a chicos de cuarto grado, un galán perdedor en una cita, un entrenador en una charla técnica con su equipo perdiendo 3 a 0, y una chica en un casamiento que va a retocarse al baño y que no puede salir porque no le gusta lo que ve en el espejo.

–¿Qué conexión hay entre este proyecto y los Solos de Alejandro Catalán?

–Me pasa algo muy loco con Catalán: tengo una experiencia muy corta de formación con él. Lo saludo cuando me lo cruzo porque formamos parte de ICUF (Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina). Mi trabajo tiene mucho que ver con lo que él transmite. Es un referente.

–¿Cómo surgió el método que inventó?

–Le pude poner nombre cuando lo hablé con mi psicóloga. No me propuse hacer algo. Hago teatro desde los siete años, casi sin cortes. Siempre me costó ponerle nombre al método que desarrollaba como alumno. Traté de no ponerme nunca bajo el ala de nadie, de no seguir una bajada de línea. No fui a la EMAD ni al IUNA. Tengo muchos prejuicios. Un día, mi psicóloga me sugirió que escribiera lo que hacía en cada clase con mis alumnos. Yo era más hippie. Cuando empecé a hacer anotaciones, todo tomó una forma metodológica. Pero el mío no es un método cuadrado. Me cuesta hablar del teatro, tengo poca formación. Hace 28 años que hago teatro, pero nunca me llamé “actor”, por más que haya actuado. El teatro que hago tiene más que ver con la práctica que con la teoría: es acción, juego, creatividad.

–¿Se apoya más en las vivencias de cada persona? Catalán decía que no buscaba personajes sino seres.

–Ayer nos juntamos con “los unos” a ensayar y a comer pizza. Les decía que para mí el teatro, como disciplina artística, es la más pavota. Es cómoda. El músico necesita disciplina, rigurosidad, entrenamiento. El actor puede llegar con algo desde su casa y se las arregla, salvo que tenga mucha vergüenza. Pero claro: si no tiene contenido, el teatro no es nada. Hoy hay muchas maneras de contar historias, el contenido de los textos clásicos no es lo único que vale. Está bueno poder ver quién cuenta, en lugar de que haya una pared entre el público y el actor.

–Usted no se formó en instituciones. ¿Qué lecturas lo marcaron?

–Uno de mis libros de cabecera es Free Play, la improvisación en la vida y en el arte, de Stephen Nachmanovitch. Me forma todo lo que sea complementario, lo que no tenga que ver con el teatro, lo que va por los costados. El método encierra.

–Hace mucho que no actúa. ¿Por qué?

–Hice una última experiencia hace tres años, Cosas tristes. Dirigía y actuaba. Pero me ponía a contar los espectadores que había, si estaban bien las luces... Estaba en cualquiera. Lo que más me gusta es dirigir, y creo que lo que mejor hago es dar clases. Ahora laburo para una multinacional, inspirando valores a través del arte.

–¿Y eso?

–Un psicólogo y contador armó una consultora con artistas. No es algo nuevo, aunque él les dio un giro a las intervenciones artísticas en empresas. La empresa baja línea, pide que los empleados transiten la empatía, el compartir, el colaborar. Entré con mucho prejuicio. Pero desde que tengo un hijo tengo menos prejuicios. Y, al final, está bueno.

–En contraposición, ha dado talleres en barrios humildes...

–En González Catán. Y trabajé para el Ministerio de Cultura venezolano, también. En Caracas armaba intervenciones artísticas con los trabajadores del subte. En el pasado pensaba: “Ni en pedo laburaría para una empresa”. Pero la verdad, está bueno lo que pasa en ese espacio: se arman grupos con determinada problemática, por ejemplo, de empatía. Armo ejercicios de teatro en base a ese valor. Y un grupo de psicólogos analiza.

–¿Cómo llegó a Wainraich?

–El estaba haciendo Cómico stand up 4 y quería laburar más la actuación. Le sugerí que se metiera en un grupo y no quiso, entonces le di clases individuales durante casi dos años. El espectáculo tiene dos partes, en la primera hay tres personajes, y la segunda es de stand up. Laburamos juntos la primera parte. Cuando le di la primera clase estaba nervioso: no lo conocía, lo veía en la tele, es un tipo famoso. Y cuando vi que él estaba más nervioso que yo, confié más en mi laburo. Cuando encontrás cosas simples en el vínculo, como el fútbol, somos todos iguales.

–¿Cómo es darle clase a una sola persona?

–Al principio era incómodo: él es neurótico, yo un poco vergonzoso... pero lo bueno de las clases individuales es que hay tranquilidad en la construcción: tenés una hora tranquilo, y cuando hay confianza entre profesor y alumno, el trabajo circula. No te trazás tantos objetivos. Es un espiral. Es raro igual, dos personas solas... este año será el último de Wainraich y los frustrados, el próximo haremos otra cosa.

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