Jue 24.07.2014
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TEATRO › ENTREVISTA AL ACTOR, DIRECTOR Y DOCENTE LITO CRUZ, POR EL ESTRENO DE EL TOQUE DE UN POETA

“Esta es una experiencia reveladora”

En la puesta del estadounidense Barry Primus sobre obra de Eugene O’Neill, el notable actor argentino encarna a Cornelius Melody, personaje que vive atado a su pasado célebre. “Es una especie de revival de la época de O’Neill”, sostiene Cruz.

› Por Hilda Cabrera

“Me lleva la vida, somos como corchos en el mar”, dice con envidiable serenidad el actor, director y docente Lito Cruz, reflexionando sobre un oficio en el que no tiene pausa y al que favorece impulsando nuevos y viejos proyectos. Sin despojarse aún de la imagen que prestó a su personaje del compositor alemán Ludwig van Beethoven en 33 variaciones, obra del venezolano Moisés Kaufman, donde compartió protagonismo con la actriz Marilú Marini, estrena ya El toque de un poeta (A touch of the Poet), pieza del estadounidense Eugene O’Neill (1888-1953), autor al que ha regresado en otros momentos de su sólida trayectoria, en Hughie, por ejemplo. En esta entrevista hace recuento de lo elaborado a propósito de El toque..., una puesta del estadounidense Barry Primus, en el Teatro Apolo; y de su participación, junto a otras figuras del ambiente artístico, el deporte y la política, en los videos grabados en homenaje al dibujante y escritor Roberto Fontanarrosa, donde Inodoro Pereyra es interpretado por Rudy Chernicoff y el perro Mendieta es un dibujo animado. Cruz no olvida las peripecias anteriores a la instauración de la Ley Nacional del Teatro (1997) y la provincial (2010), logros a los que viene sumando nuevos acuerdos municipales y provinciales para fomentar la actividad escénica, convencido de que “el teatro no se va a perder nunca en la Argentina”. En cuanto a El toque..., adelanta que es parte de una saga que O’Neill destruyó: “Quemó lo que había escrito sobre Cornelius Melody, su familia y parientes”.

–¿Qué le atrajo de esta obra?

–O’Neill y el hecho de que no se hubiera estrenado antes. El proyecto nació después de conocer al director Barry Primus. Tuve oportunidad de hablar con él en una visita que hizo Robert De Niro a la Argentina, y después en 1986, cuando festejamos el triunfo en la final de la Copa Mundial de Fútbol. Mi hija Alejandra vive en Los Angeles con mis tres nietos y cuando yo viajaba para verlos nos encontrábamos con Barry. Ofreció dirigirme en una obra en Buenos Aires, y buscando, nos decidimos por El toque de un poeta. Trabajamos durante un año. Alejandra hizo la traducción y adaptación con el aval de los agentes literarios Fernando Masllorens y Federico González del Pino, y se fue dando la producción, la sala y el elenco. Susú Pecoraro es Nora, mujer de Cornelius, y Eleonora Wexler, Sarah, la hija.

–¿Cómo ha sido recuperar el clima de una taberna de inmigrantes irlandeses?

–Nos interiorizamos en la cultura y la música irlandesa, aunque el instrumento que toca el músico no es la gaita, sino el banjo. La inmigración irlandesa fue importante en Estados Unidos y también en Argentina. He conocido un pueblo rural, Duggan, cerca de San Antonio de Areco, que conserva sus tradiciones. En mi pueblo, Berisso, se decía que en el Buenos Aires antiguo los irlandeses fueron enviados al borde del arroyo Maldonado.

–Un arroyo que inspiró historias a la literatura y el teatro. Un ejemplo es Memorias bajo la mesa, con Juan Carlos Gené y Pepe Soriano.

–Sí, sí, ¡claro! Leopoldo Marechal escribió sobre el Maldonado en su novela Adán Buenosayres, y está la leyenda de “la Maldonado”, la mujer que llegó con la expedición de Pedro de Mendoza y, por hambre, escapó de la aldea, algo prohibido, y cruzó el arroyo en busca de comida. Se cuenta que compartió comida con un puma y que, capturada por los españoles, fue atada a un árbol como castigo y liberada por el animal. El toque... tiene también algo de leyenda.

–¿Es posible, entonces, que surja en otro lugar?

–Puede darse en cualquier región de América, desde el norte hasta el sur. El acento no está puesto en el lugar, sino en la condición social de los personajes. Cornelius pretende mostrar un nivel social superior, que ni él ni su familia pueden sostener. El lenguaje es otro tema: utilizamos el usted, habitual en los niveles superiores y en algunas familias argentinas de otra época, y el vos en las escenas entre parroquianos de la taberna de Cornelius.

–¿Por qué se califica a O’ Neill de pesimista?

–O’Neill lo niega. En un escrito de 1923 dice que el caos y la tragedia de la vida le da al hombre significado, que sin esa “batalla perdida” en contra del destino, sería sólo un animal tibio y pueril, y que el valiente siempre gana, porque el destino nunca podrá conquistar su espíritu.

–Salvo que lo atrape el de-sánimo...

–La idea de que existe un destino en contra permite afrontarlo, medir nuestro poder.

–¿Esta puesta recupera esa actitud?

–Si hasta pareciera que la obra va hacia un final feliz. Por otro lado, el director sabe cómo internarse en el particular mundo de los personajes de O’Neill y desde allí tomar impulso para la acción. Primus ha trabajado con el director de cine Elia Kazan, uno de los fundadores del Actors Studio, que después dirigió Lee Strasberg. Con Primus, el recorrido actoral es diferente de lo que hoy vemos. Está preparado para abarcar todos los aspectos del teatro, la iluminación, el sonido... Para mí es una experiencia reveladora y una especie de revival de la época de O’Neill.

–El tiempo es otro elemento fundamental. A semejanza de Largo viaje de un día hacia la noche, El toque... transcurre en una jornada y aquí también el padre es un hombre frustrado, un alcohólico que se jacta de sus glorias pasadas.

–Siente nostalgia de un pasado y de una historia que ya no es ni retornará.

–¿Cuánto influyó en O’Neill su vida familiar? Su alejamiento, la pérdida de sus hermanos, las depresiones, el alcohol...

–Era viajero, desaparecía... Geraldine Chaplin (hija de Chaplin y Oona O’Neill, a su vez hija de Eugene O’Neill), con quien filmamos Amapola, de Eugenio Zanetti, nos contó historias y habló de su abuelo (O’Neill) como de una persona que tenía todas las contradicciones de un genio. Los conflictos que aparecen en sus obras revelan su profundo conocimiento de las relaciones humanas. Me parece acertada la frase con la que un crítico definió a O’Neill: “Nada de talento, puro genio”.

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