TEATRO › ZULMA FAIAD, SILVIA MONTANARI, MERCEDES CARRERAS Y NORA CáRPENA SON MUJERES DE CENIZA
Personajes queridos de la escena porteña, las cuatro actrices se juntaron para presentar un espectáculo de miércoles a domingo en el teatro Picadilly. “Ahora estamos de vuelta, pero por eso disfrutamos más”, señala Carreras.
› Por María Daniela Yaccar
Son las Dorian Gray de la galaxia nacional y popular. En la entrevista, Zulma Faiad luce una peluca cortita y negra que resalta sus bellas y sirias facciones y su piel cuidada. De pollera negra y medias de nylon que hacen juego con su color de pelo, Silvia Montanari exhibe sus piernas infinitas, delgadas. Están muy maquilladas y se las ve coquetas en exceso. En persona son mucho más lindas –más verdaderas, más reales– que en la foto retocada del cartel de Mujeres de ceniza, obra que protagonizan junto a Nora Cárpena y Mercedes Carreras. Cuando suben al escenario el público las aplaude, una por una. Y se oyen comentarios en voz alta: por ejemplo, alguien recalca que la Cárpena está muy elegante, otro se sorprende de la altura de Faiad (que sí, que es alta, pero además luce unas terribles plataformas). Otra Zulma, la Lobato, está sentada en la séptima, octava fila. Adriana Salgueiro y Marcelo Iripino –el Susano más conocido– son el público estelar en el estreno. Del común y corriente sobresalen mujeres de la edad de ellas con raros peinados viejos que pretenden ser tan lindas, tan elegantes y altas como ellas, tan divas.
Pero no debe ser fácil. “Estamos bárbaras”, festeja y luego reconfirma por si no se entiende Montanari. Se entiende, sí, se ve. Están bárbaras. Han vivido muchos años, no dicen cuántos; pero sí dicen cuántos quisieran tener. Las tres –Montanari, Carreras y Faiad– están de acuerdo en el número. Cuarenta. “Me gustaron los cuarenta. La mujer es tan linda a los cuarenta. Llegás con una experiencia... llegás bellísima”, enfatiza Montanari, a quien le hacen algún que otro chascarrillo en la obra por las cirugías de su rostro, y su personaje contesta que algún “retoquecito” se hizo. “Ahora estamos de vuelta”, dice Carreras, de perfil más bajo que sus compañeras. “Pero por eso disfrutamos más”, contrapone. Faiad es opiácea, desfachatada. “¿Sabés quién decía ‘cuarenta’? La Merello”, recuerda.
Lo que las hace jóvenes es, sobre todo, su carácter. La excepción es Nora Cárpena. Llega tarde, no saluda a la cronista, posa para la foto pero no sin antes ordenarle a la fotógrafa que dispare desde abajo del escenario –por algún complejo con su físico– y gritarle “no toque el decorado, sólo lo tocamos nosotras” –¿?– cuando la fotógrafa quiere sacar una planta molesta del medio. Luego de la sesión, huye al camarín. Su actitud desentona con el ánimo festivo de sus compañeras, que charlan desprolijamente, simpáticamente, como si estuvieran en una peluquería. Que se corren del lugar de entrevistadas y hacen preguntas, que abrazan y besan como si conocieran de toda la vida. Montanari sería el extremo opuesto de Cárpena, al menos en una primera impresión: a la cronista le acaricia el pelo cuando habla. O le agarra la mano.
De Mujeres de ceniza mucho no se puede decir. Cuatro mujeres que son amigas muy íntimas y un terrible enredo, un poco de drama, otro poco de comedia, condimentos de telenovela de pasado el horario de protección al menor. Temas en los que se posa la obra: el sexo a cierta edad (el personaje de Montanari, Teresa, una mujer liberada y liberal, lanza una máxima para que archive el público joven: “Una tiene la edad del hombre con el que se acuesta”), los maridos, los hijos, la amistad entre mujeres, la infidelidad, la amistad entre mujeres a cierta edad. Mucho más no se puede decir, porque ésta es una historia de suspenso y decir algo más sería adelantar toda la trama. Faiad no lo permite. Se pone muy firme. La realidad es que ella es la que lleva la batuta, la que dirige esta charla que sucede en la platea del Picadilly, una tarde antes de que Pamela David vea el espectáculo para que le saquen fotos parada al lado de un flyer: “No hablemos más de la obra. Nosotras somos también Mercedes Carreras, Zulma Aurora Faiad, y la gran Montanari, ¡por favor!”.
No obstante, no es fácil dejar a un lado la obra. No les es fácil a ellas, que no paran de comentarse en qué se equivocaron la función anterior, que se entusiasman con los cambios propuestos por el director para esta noche. Montanari le dice a Faiad que se va a sorprender y Faiad anticipa un cambio en su vestuario.
Zulma Faiad: –Yo los zapatos ortopédicos no los uso más. Quiero aclararlo. Me muevo de otra manera.
Silvia Montanari: –Eran dos camiones...
Mercedes Carreras: –Me los tendrían que haber puesto a mí, no a ella.
S. M.: –No eran lindos, ¡eran como groseros!
“El otro día dije: ‘Una tiene el cuerpo del hombre con el que se acuesta’”, se ríe Montanari, quien no hace mucho confesó que Grandinetti, menor que ella en los tiempos en que eran novios, la tiene de verdad Grandinetti. “Yo vi un bache ayer y hablé. Ahora está todo bien, cada día va a estar mejor”, promete Faiad, cuyo cuerpo escultural y voluptuoso sigue inmortalizado en Google. Carreras desliza un pasaje conceptual (y biográfico) que tiene que ver con el espectáculo, pero que no anuncia la trama. “Son mujeres con historia, con un pasado muy fuerte, y eso es lo atractivo. Son totalmente diferentes las cuatro, y todas tienen un mundo que se va rompiendo como una telaraña, o la telaraña se va tejiendo y salen esos mundos. La gente cree que las mujeres grandes no tenemos un pasado. Todas tenemos un pasado.”
“Uuuuuuuuuuh”, gritan a coro las otras dos.
“Nunca imaginé que ibas a decir una frase así”, se sorprende Montanari. Y le dedica un pasaje de la obra a Carreras: “Ay, Estelita, no me imaginé que tenías tanta experiencia sexual, ¡perdoname!”. Faiad recoge el guante: “Por supuesto, afortunadamente... y lástima que todavía me quedan asignaturas pendientes. Por miedo, por inseguridad o por no hacer daño, una no se anima. Pero todas tenemos historias”, sentencia.
Más tarde, se tiran flores entre ellas. Se quieren. “En este momento me siento muy ligada a ellas –se pone seria Faiad–. Estoy compartiendo camarín con Mercedes. Me siento protegida por ella, muy feliz haciendo esta obra en general.” “Y yo me siento halagada –devuelve Carreras–. Feliz de estar trabajando con ellas. Con Zulma habíamos coincidido una vez en teatro, en Cheese cake, con Diana Maggi y Juan Carlos Dual, con dirección de Julito Baccaro. Con Nora en televisión. Y a Silvia la admiraba.” “¡Hicimos una película juntas!”, le avisa Montanari. “Cuando teníamos 18, 19 años.” Se llamó Obras maestras del terror y es de 1960. “Eramos unas jóvenes ignotas en ese momento”, admite Carreras. “Mercedes es muy mamaza, muy cálida. Admiro a los actores generosos –define Montanari–. Admiro a aquel compañero que se pone feliz cuando me aplauden, no hay muchos, y las dos son generosas.”
–¿Están con algún otro proyecto?
S. M.: –Yo no, estoy concentrada en esto. Me gustaría estar en otras cosas también. Estamos esperando, va a llegar. ¡Quiero cantar, chicas!
Z. F.: –Dejé estos meses la radio, pero estoy hace veinticinco años. Es como ir al terapeuta. Es un acto de amor, es fantástico. Lo hago porque lo disfruto con todo mi corazón. Empecé en Del Plata con Mario Mactas, después quise estar sola, propuse mi proyecto a Radio Nacional, Mujer sacate el antifaz. Me quedé diez años, haciendo radio de 1 a 5. Me enamoré, la audiencia también. Ahí me ofrecieron el cargo de directora del Centro Municipal de la Mujer, sobre violencia de género. Fue una bendición de Dios: no me voy a olvidar nunca más. Quiero volver. Era mi lugar en el mundo, esa casita, allá, en Vicente López (los ojos le brillan, parece que va a llorar).
M. C.: –Yo estoy vinculada con el show del Café de los Angelitos, los domingos. Es una faceta nueva, me está yendo muy bien, soy como la dueña de casa. Tengo la posibilidad de conducir y demostrar el talento de la gente joven en la música ciudadana y en el baile. No hay muchos lugares donde la gente joven se pueda expresar.
Z. F.: –El otro día fuimos a ver a Mercedes. Comí como una vaca. Nos dieron masas, sánguches. No nos privamos de nada. Morfamos como locas.
S. M.: –Pero estamos bárbaras. Nos podemos dar esos lujos.
* Mujeres de ceniza se presenta de miércoles a sábados a las 20.30 y domingos a las 20 en Avenida Corrientes 1524.
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