Lun 29.09.2014
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TEATRO › LAS LáGRIMAS, PIEZA TEATRAL DE MARIANO TENCONI BLANCO

El grotesco para un drama

Detrás de la telenovela y el mundo de las cámaras y las fiestas, la obra también es una historia sobre el robo de bebés, la tortura, las atrocidades de la última dictadura y sus consecuencias. Y pasa de la farsa al melodrama y del grotesco a la comedia negra.

› Por Paula Sabatés

Mariano Tenconi Blanco nació en junio de 1982, justo en el momento en que terminaba la guerra de Malvinas y se anunciaba el comienzo del fin de la dictadura militar, de modo que ésta fue, para él que la vivió sólo un año, una (re)construcción de relatos. Creció con la representación de ese horror del que no tiene recuerdo vivo, con todos esos discursos que, como tales, fundaban para él un territorio: “el de la verdad”. Pasó su infancia y adolescencia impregnado de esas “ficciones” setentistas y cuando entró en la juventud y empezó a acercarse al arte, al teatro y sobre todo a la metáfora, percibió algo muy lúcido: que todos esos relatos estaban fundados sobre una misma estética: la del realismo. Así, con la certeza de que toda expresión estética es una decisión política, se dio cuenta de que esa forma de representar actuaba por connotación, validando lo contado. Y fiel a la búsqueda que viene realizando desde Montevideo es mi futuro eterno, su primera obra, se propuso cuestionar lo establecido y ofrecer una visión de esa parte de la historia argentina que negara el realismo. Así nació Las lágrimas, su obra más larga y ambiciosa, que hoy tiene en cartel en el Centro Cultural de la Cooperación.

El contexto que encuentra Tenconi Blanco para romper el molde es el del melodrama televisivo, como paradigma claro del realismo exacerbado. “Nosotros acá le vendemos a la gente que el mundo siga siendo como es. Nosotros vendemos la idea del capitalismo. Nosotros somos el capitalismo”, dice el dueño del canal de televisión que se recrea en la obra, cuando tiene que explicarle a su equipo que Las lágrimas, telenovela que filman, va a ser levantada por falta de auspiciantes. Conforman ese equipo su hija Victoria, productora; Libertad, la bella actriz protagonista; Edith, la directora, y Marcelo, un nuevo asistente que acaba de llegar del interior. Lejos de lo que busca el magnate de medios, el producto que filman es bizarro e incluye indios, caballos que hablan y princesas cautivas. Durante las filmaciones (interesante recurso: lo que graba la cámara de mano se proyecta en directo para el público en una de las paredes de la sala) los parlamentos son improvisados, la directora de repente se levanta de su silla de ruedas y se pone a actuar y la protagonista se queja frente a cámara de las escenas que le toca grabar. Todo muy kitsch, todo muy grotesco.

Y es que en su afán de negar el realismo, el director y dramaturgo sumerge a toda la obra –no sólo a las escenas en las cuales se filma la novela– en un batido de géneros. Pasando de la farsa al melodrama y del grotesco a la comedia negra, todo es excesivo, exacerbado. Una distorsión constante en la que hay éxtasis, luces intermitentes, música electrónica, meneo y travestismo. Lo mismo ocurre con los registros actorales, que son tantos como actores/personajes hay y que por supuesto también se apartan del realismo. Es notorio, sobre todo, en el caso de las mujeres, que son actrices conocidas que hacen personajes muy distintos de aquellos en que se las suele ver. Ellas son Ingrid Pelicori, que compone a una Edith borracha y seudo paralítica; Violeta Urtizberea, que vuelve a hacer de bella pero en otro registro, más grotesco y muy bien logrado, e Iride Mockert, que compone a una Victoria con algunos Toc muy evidentes, y que en poco se parece a La Fiera que compone para la obra homónima que también tiene en cartel Tenconi Blanco. Los hombres son Martín Urbaneja y Fabio Aste, que son quienes mejor utilizan el registro cómico y también realizan una gran labor.

Pero toda esa “burla” no es ingenua ni gratuita y Tenconi Blanco se cuida mucho de respetar un tema tan doloroso. Porque detrás de la telenovela y el mundo de las cámaras y las fiestas, Las lágrimas también es una historia sobre el robo de bebés, la tortura, las atrocidades de la última dictadura militar y sus consecuencias (aunque en eso no profundizará esta crítica para no quitarle misterio). Y aunque de esto se percate el público ya entrada la obra (quizá sea ése el gesto que más rompe con los relatos realistas que combate el director), y pese a que se aborde con humor y canciones (otro acto “profano”), no cae nunca el director en el riesgo de ser malinterpretado. Porque su forma de contar desde lo cómico es tan potente y tan respetuosa como la forma en la que abordó el tema de la trata de mujeres en La Fiera, o del amor homosexual en Quiero decir te amo, o la historia de un grupo de militantes del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru en Lima Japón Bonsai. Y de esto se debe haber dado cuenta el público, que poco a poco lo va conociendo, y que hace unos meses apoyó financieramente a esta obra en Ideame.com, cuando aún era un proyecto y no la obra acabada, compleja y lúcida que es hoy.

9-LAS LAGRIMAS

De Mariano Tenconi Blanco

Elenco: Ingrid Pelicori, Violeta Urtizberea, Iride Mockert, Martin Urbaneja, Fabio Aste.

Música original: Ian Shifres.

Diseño de escenografía: Oria Puppo.

Diseño de luces: Matías Sendón.

Diseño de vestuario: Oria Puppo, Micaela Sleigh.

Coreografía: Carolina Borca.

Realización de escenografía: Valeria Abuin.

Video: Santiago Brunati.

Fotografía: Sole Allami.

Diseño gráfico: Gabriel Jofré.

Asistencia de dirección: Tomás Vio.

Producción general y comunicación: Carolina Castro.

Dirección: Mariano Tenconi Blanco.

Funciones: Viernes y sábados a las 22.45 en el Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.

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