TEATRO › ENTREVISTA AL DIRECTOR ENRIQUE DACAL
Basada en un cuento de Kafka, su puesta de Procedimientos para inhibir la voluntad de los individuos indaga en el autoritarismo y la paranoia que acechan hoy a la sociedad.
› Por Cecilia Hopkins
Basado en La construcción, uno de los últimos textos escritos por Franz Kafka (1883-1924), el director Enrique Dacal y los actores Julio Ordano y Jorge Papatino, en estrecha colaboración creativa, acaban de estrenar Procedimientos para inhibir la voluntad de los individuos, en el Centro Cultural de la Cooperación (sábados, 22.30). “Formamos un grupo de hecho que se ha encontrado con estos textos en una larga mesa de bar compartida”, señala Dacal en una entrevista con Página/12. “La apropiación del texto en tiempo presente, mezclado con nuestras charlas de amigos, fue tan intensa y profunda que hasta podemos creer que algo le podríamos haber dictado a Kafka, el otro compañero del cuarto lado de la mesa”, concluye. El cuento inspirador describe la construcción de un estrecho escondrijo de laberínticas proporciones, en función de un mandato ancestral que instiga a todos a cuidarse unos de otros: “La obra pasa revista a las actitudes y comportamientos distintivos del poder autoritario para con los individuos”, analiza el director. En ella, dos personajes se desdoblan para confirmar que la vida es un tránsito insensato: el Sr. F se reconoce en plena agonía, ya que está convencido de que es imposible vivir, en tanto que el Sr. K., a pesar de recordar que alguna vez sintió algo parecido a la felicidad, vive “recordando que su discernimiento comenzó con la clara noción de su próxima muerte”.
Aclara el director que los personajes “forman parte de la penumbra de la humanidad. No representan ni lo claro, ni lo oscuro, sino que son, en arbitrarias proporciones, destellos y negritud. Cada uno de ellos erige su fortaleza, asegura su propiedad, contabiliza sus dominios, vigila su mundo. ¿Y el otro? ¿Dónde está el otro? ¿Qué está haciendo el otro? ¿Quién es el otro? ¿Hay otro?”, se pregunta.
–Los personajes de F y K parecen seres complementarios. ¿Cómo definiría ese espacio simbólico al que llama “penumbra de la humanidad”?
–F y K son complementarios, tanto como lo somos cada uno de nosotros, seres comunes, con el resto de la humanidad. La física cuántica nos sugiere que todos somos uno y ninguno. Que ninguna existencia es posible sin el complemento de otra. Que los “vacíos” dan sentido a los “llenos”. Todo lo que no constituye una singularidad es la “penumbra de la humanidad”; el “caldo” donde, de vez en cuando alguna fulguración se inscribe en el espacio visible y, quizás, se constituye en un nuevo paradigma. F y K cumplen el mandato de resistir a lo que sea, de sobrevivir a lo sea...
–El hecho de encerrarse y resistir hace alusión a conflictos actuales concretos. ¿En qué medida esto estuvo presente en el momento de la elaboración del espectáculo?
–Podríamos ponerlo al revés: los conflictos actuales concretos nos llevaron a redescubrir los textos de Kafka que, sumados a nuestra reflexión actual y angustiada, nos llevaron a elaborar el espectáculo. Nuestra lectura es actual y totalmente influenciada por el nivel de paranoia que vive nuestra sociedad de la cual formamos parte responsable y sufriente.
–La música, el canto y el baile de la obra tienen un aire brechtiano. ¿Cuál es la función asignada previamente a estas formas de expresión?
–En el teatro que intento trato, por supuesto, de resolver los problemas de comunicación y de avance de la situación dramática que se plantea en la elaboración de todo espectáculo. Allí, sí, intento seguir las reglas “brechtianas” de la diversión. Las canciones del espectáculo, todas ellas con “letra” de Kafka, creo que cumplen con el objetivo de apelar al mejor recurso teatral posible para que una idea y una emoción produzcan un fenómeno indeleble en el espectador, con posibilidad transformadora. En este sentido, el trabajo de Pablo Dacal es estupendo al poder fabricar sonidos que considero hasta con olor a escenario brechtiano.
–¿Cómo resumiría la idea de otredad que plantea el espectáculo? ¿Es diferente a la que propone Kafka en su obra?
–Ojalá no lo fuese. Quiero decir, creemos habernos comunicado con el tuétano creativo kafkiano. Sólo somos “yo”, cada uno de nosotros, porque el otro nos significa y también es un “yo”. Sin la observación del otro, nos desvanecemos. Somos la luz y la sombra, siempre dependiendo de cuál sea el punto de observación en el que nos plantemos, cada uno de nosotros y cada uno de los otros. El otro es mi invención.
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