Dom 14.12.2014
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TEATRO › POLEMICA POR LOS DERECHOS DE AUTOR

Las obras y sus dueños

› Por Paula Sabatés

El pasado 20 de noviembre, la Sociedad General de Autores de la Argentina, más conocida como Argentores, elevó una carta pública dirigida al Instituto Nacional de Teatro (INT). Firmada por “más de 200 dramaturgos de todo el país”, se trataba de un petitorio para que en los subsidios a la producción que brinda la institución se incluyera al autor de la obra, tal como sucede en el sistema aprobado por Proteatro, instituto que registra grupos estables, salas no oficiales y productoras teatrales de la capital y que otorga un porcentaje del 7 por ciento de los subsidios a los autores nacionales vivos. “El dinero que el INT entrega para que las producciones se lleven adelante de ningún modo consigue estimular el trabajo de nuestros autores. El dinero no llega a ellos”, sentenciaba la institución que preside Miguel Angel Splendiani.

El INT no respondió, al menos públicamente. Pero sí lo hizo la Asociación Argentina del Teatro Independiente (Artei), que está integrada por más de ochenta salas teatrales de la Ciudad de Buenos Aires. El 27 de noviembre, la institución elevó una nota dirigida al Consejo de Teatro de Argentores, que preside José María Paolantonio, con el propósito de “aclarar algunos errores significativos” de aquella primera carta. En primer lugar, y en respuesta a la afirmación, por parte de Argentores, de que las salas cobran un 30 por ciento del subsidio a la producción, Artei asegura que “las salas teatrales no reciben ningún tipo de porcentaje del subsidio a la producción, puesto que se destina para el montaje de la obra y sus gastos de producción”. Luego, destaca la asociación que “el autor no queda excluido (como había esgrimido Argentores), sino que muy por el contrario es el único artista cuyos derechos protegemos, tanto salas como grupos, al retener y pagar en tiempo y forma el 10 por ciento de cada función realizada, oficiando las salas como ente de retención de dichos derechos y efectuando como tales el depósito y la rendición de ese porcentaje”.

El intercambio epistolar, sin embargo, no es un hecho aislado. Se da en medio de otra particular “pelea” que protagoniza Argentores, esta vez con una sala teatral puntual: Elefante Club de Teatro. Allí, Lisandro Rodríguez y Martín Seijo montaron un espectáculo llamado –para nada ingenuamente– La parodia está de moda y las salas alternativas fomentan el amateurismo, en el que tanto actores como público debatían cuestiones tales como quién es el “dueño” de una obra de teatro, sobre todo de una que se inscribe (y escribe) en el momento mismo de su representación. Para entrar al espectáculo, los espectadores debían pagar con una botella de agua, en vez de con dinero. Como sucede cada vez que una sala programa un espectáculo, Argentores intimó a Rodríguez (administrador de Elefante...), a que pague el 10 por ciento de lo recaudado en las funciones por derecho de autor. Treinta botellas de agua mineral fue el saldo que el teatrista llevó a la asociación ubicada en Pacheco de Melo 1820, suma que fue rechazada por la entidad, que esgrimió que sólo recibe dinero. Cuando Rodríguez dijo que entonces había que registrar a 200 personas como autores de la obra (cantidad de espectadores que asistieron a la temporada de funciones), Argentores decidió que, entonces, un especialista debería determinar si lo que sucedió en aquella sala había sido, o no, una obra de teatro.

Este accionar desató entonces la polémica. Varios teatristas, entre ellos muchos dramaturgos, expresaron su enojo por las redes sociales. El martes pasado tuvo lugar la junta del Consejo de Teatro de la asociación, donde las autoridades se reunieron para discutir sobre el tema. Consultado por Página/12 luego de la reunión, Paolantonio sólo dijo que “lo que se decidió en la junta es no darle demasiada publicidad al asunto”. En palabras del presidente del Consejo, “en Argentores somos amigos de todos, con las salas y con la gente de los teatros. Tenemos muy buena relación, así que esperamos solucionar todos los problemas”.

La asociación todavía no resolvió si La parodia... es o no una obra, y tampoco qué piensa hacer con la intimación a la sala Elefante. Rodríguez, uno de los directores de la pieza, señaló: “Si de verdad nos protegieran a los teatristas, se sentarían con nosotros a ver si necesitamos algo. Hay una grieta muy grande”.

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