TEATRO › “QUARTETT”, DE HEINER MÜLLER
Rubén Szuchmacher, Ingrid Pelicori y Horacio Peña presentan la obra en Elkafka.
› Por Cecilia Hopkins
Inspirada en Las relaciones peligrosas, novela escrita en 1782 por Choderlos de Laclos, llevada al cine y al teatro, el alemán Heiner Müller (1929-1995) concreta un duelo verbal de ironías y crueldades entre dos miembros de la aristocracia francesa. A Madame Merteuil y el vizconde de Valmont los mueve la voluntad de destruirse psíquica y físicamente valiéndose de sus historias de alcoba, alianzas y traiciones. En su relato van asumiendo la identidad de otros y, a lo largo de su discurso, hasta cambian de sexo. La obra, que fue estrenada en Buenos Aires por Cristina Banegas y Víctor Laplace, bajo la dirección de Daniel Suárez Marzal, acaba de estrenarse en Elkafka (Lambaré 866) conducida por Rubén Szuchmacher, con la interpretación de Ingrid Pelicori y Horacio Peña. Auspiciada por la Fundación Szterenfield, la obra cuenta con un diseño de iluminación que pertenece a Gonzalo Córdoba, escenografía y vestuario de Jorge Ferrari. Es éste el octavo montaje que realizan en conjunto, en diez años de trabajo continuo. Entre otros autores, ya abordaron textos de García Lorca (Amor de don Perlimplin), Borges (La biblioteca de Babel) y Pinter (Polvo eres). Si bien anteriormente ya habían trabajado juntos en dos puestas estrenadas en el Teatro Payró, el trío se conformó a partir de la idea de montar Decadencia, de Steven Berkoff, en el Teatro San Martín. El texto lo recibieron de manos de la actriz Juana Hidalgo (quien, a su vez, lo había recibido de Jorge Lavelli), por lo cual fue considerada la madrina de aquel primer proyecto. “Somos una familia más que un grupo, porque estamos vinculados más allá de cualquier voluntad”, coinciden actores y director en conversación con Página/12.
–Sin constituirse en grupo, ustedes tres han trabajado en forma continuada desde hace una década. ¿Qué los une artísticamente?
Rubén Szuchmacher: –Hay que tomar en cuenta que, además de lo amistoso que se genera con los años, desde el punto de vista artístico hay una gran afinidad: nos gustan los buenos textos y los problemas que éstos nos traen. En general, rechazamos las primeras intuiciones para, después de probar y probar, volver de otro modo a aquellas primeras ideas.
Ingrid Pelicori: –Cada obra nos provoca la necesidad de experimentar con diferentes lenguajes. Compartimos el gusto de comprobar que cada espectáculo nos da la posibilidad de entrar en un terreno desconocido, de buscar el método que cada obra pide.
Horacio Peña: –Y coincidimos en eso de tener un sentido lúdico del teatro.
R.S.: –El mejor teatro, para mí, es el que se va haciendo por acumulación. Somos una microcompañía, un minielenco estable. Y esto, con los años, nos ha ido demostrando que se puede profundizar mucho más si uno continúa trabajando en el tiempo. A la vez que cada uno, por su lado, hace teatro, televisión o cine.
En realidad, son un grupo sin serlo, en el sentido estricto.
I.P.: –Es que la estabilidad de un grupo es muy difícil de sostener en esta época.
R.S.: –La estructura de grupo, como se daba en el viejo teatro independiente, en cambio, se conserva en el interior del país, pero aquí en Buenos Aires desde hace años que se trabaja de otra manera, porque hay otros tiempos y otras urgencias y necesidades que satisfacer.
–La obra de Müller muestra el cinismo de los vínculos personales para hablar de la decadencia de la aristocracia anterior a la Revolución Francesa, pero también anuncia una devaluación moral en el futuro. ¿No sienten que hay algunas similitudes entre Decadencia, de Berkoff, su primer montaje conjunto, y Quartett, su último estreno?
I.P.: –Si las tomamos desde lo formal, en ambas obras hay un gran despliegue de la ironía, hay monólogos y cambios de roles, también está muy presente el tema de las clases sociales. Las dos son muy divertidas, a pesar de que su lectura es compleja.
H.P.: –Cuando uno lee Quartett o Decadencia surge la pregunta ¿cómo hacer esta obra sin que quede oscuro o alambicado su texto?
R.S.: –Decadencia es una obra de carácter político y social, una clara crítica al thatcherismo. Pero las dos son obras generosas, tanto para el director como para los actores.
–¿Cuál sería el eje temático de Quartett?
I.P.: –Como todo buen texto, se le pueden encontrar resonancias por muchos lugares. Pero uno de los temas que hace eje es el cuerpo. El cuerpo está visto como un problema porque su voluntad excede aquello que los hombres pueden controlar fácilmente. El cuerpo desea, también se deteriora, y esto enmarca una reflexión sobre los géneros.
R.S.: –En Müller no hay una separación entre tema y estructura: lo que el autor trabaja sobre los géneros y sobre el teatro se vuelve forma en esta obra y desde allí habla del contenido. Se teatralidad es muy interesante cuando propone la inversión de los personajes y cruza el cuerpo masculino con el discurso femenino y viceversa.
–¿Fue difícil llegar a una traducción satisfactoria del texto alemán?
I.P.: –Siempre quisimos ser fieles a Müller. Por eso pasamos meses revisando palabra por palabra, frase por frase. Lo hicimos junto a Marcelo Bertuccio. No nos fue fácil encontrar el lenguaje: poner en un castellano fluido la complejidad del alemán sin equivocarnos en el tono, es muy difícil.
R.S.: –Es una escritura compleja hasta para los alemanes.
H.P.: –Y que exige toda una actitud de escucha por parte del espectador, que no puede dejarse llevar sólo por lo que sucede en escena, porque el texto es determinante.
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